ANDRÉS MARCO

lunes, 14 de febrero de 2011

ON THE ROAD AGAIN




¿ Qué hora debe ser ya?. Muy tarde, seguro. No, mejor no mirar el reloj del panel. Está ahí, a la izquierda. Por suerte mi mano en el volante lo tapa. Me estoy poniendo nervioso pensando nada más en la hora. No quiero ponerme. Sé que no puedo hacerlo. He de seguir tal como hasta ahora voy. Dejándome llevar  autopista hacia delante. Manteniendo la velocidad y la mirada fija en la raya del centro. Sin distraerme. Intentando que nada fuera del asfalto llame mi atención. ¿Cuántos kilómetros me quedan aún para llegar?. No lo sé. No me gusta llevar la cuenta. Pero, seguro que son más de trescientos. No estaré en casa antes de la una de la madrugada. Tere estará dormida, como casi siempre. No me gusta que me espere. Prefiero que sea así. De este modo no corro tanto. Las prisas son malas. Le daré un beso a ella y a los niños procurando no despertarlos. Cuando llegue a casa, claro está. Ya tendré tiempo de disfrutar de ellos todo el fin de semana. Hoy estoy más cansado que de costumbre. Comienzan a escocerme los ojos. Son demasiadas horas al volante. Demasiados kilómetros conduciendo con las luces cortas del coche encendidas. Es mi sino, ya lo sé. Y lo acepto. Cada uno se gana la vida como puede, o como mejor sabe. Yo, estando toda la semana fuera de casa, lejos de la familia, lejos del calor tierno de mis hijos. Tere lo lleva mucho mejor  que yo. Comprende que es necesario este desplazamiento semanal mío a Bilbao desde Barcelona durante todo un año.

No quiero obcecarme en los mismos pensamientos. Tal vez debería poner un poco de música. La radio. Tal vez sí. Pero, tampoco tengo humor para aguantarla. Su monotonía me adormece. Eso es. Ahora he dado con la palabra adecuada. La idónea para definir lo que me está pasando. Me estoy adormeciendo. Y eso es peligroso. Volante y sueño son más que incompatibles. Es mi máxima desde que trabajo en Bilbao. En la primera estación de servicio que encuentre me detengo un momento, me tomo un café y descanso un poco. Llamaré a Tere para comunicárselo. No, es mejor que no lo haga. La preocuparé y decidirá permanecer toda la noche en vela hasta que yo llegue. Y no. Es preferible que duerma, como todas madrugadas de los viernes cuando yo llego. ¡Uf, casi las diez de la noche!. Ya me parecía a mí que era algo tarde. Con razón siento más cansancio que de costumbre. Bueno, debo tranquilizarme. No puedo permitirme el lujo de cometer tonterías con el coche. 3km. y una estación de servicio. Menos mal. Temía que faltara aún demasiado. 3 km. pueden ser una eternidad. Además, tengo ganas de mear. Excesivo líquido cuando he parado a comerme un bocadillo. Será nada más un instante. Tan sólo unos minutos para despejarme un poco y vaciar mi vejiga. Si pudiera ponerme unos palillos para aguantarme los párpados, todo solucionado. Sí, ya. No se puede. Resulta un recurso inviable. El chiste fácil. El asunto es no distraerme mientras pasa este último kilómetro. A noventa, qué le vamos a hacer. Luego, más descansado, volveré a pegarle un poco al acelerador. En nada recuperaré el poco tiempo que ahora pueda perder. Ahí está el desvío. Reduce, reduce, bestia. No se puede entrar tan fuerte. A cincuenta. No, gasolina no me hace falta, llevo de sobras. El depósito del coche tiene capacidad sobrada. Directamente a por el café.

Bien, ahora a echar una larga y cándida meada y en nada otra vez en ruta. «On the road again». Debe decirse así. Bueno, yo de inglés muy poco. No me hace falta, no lo practico y lo he perdido del todo. No me gusta encontrarme a la mujer de la limpieza dentro de los lavabos. No está nada mal ésta. Parece apetecible la tipa. En fin, yo a lo mío. No está nada mal, pero que nada mal. Bien, un poquito de mingitorio y otra vez al coche. Me está mirando. No me quita los ojos de encima. Sí, es a mí. Aquí no hay nadie más que ella y yo. No me gusta mear así, si se me corta el chorrillo la hemos fastidiado. Luego me picará todo un rato el pene. Y conducir así no es divertido. Pero es que me esta mirando la cachonda esa con descaro. ¡Qué desfachatez!. Igual es que le gusta mi pito. O que no ha visto nunca uno.
- ¿Qué, te gusta?. ¡Míralo bien! – le digo mientras me giro, con el pene entre los dedos de la mano, hacia la mujer de la limpieza.
- Sí. Me gusta. Es bonito, parece sabroso – me replica nada inmutada, sin apartar su golosa mirada de mi instrumento.
- Pues si lo quieres, es tuyo. Todo tuyo. Para ti sola durante el rato que quieras – me oigo proponerme sin que ni yo mismo identifique mi propia voz. Nunca había sido tan intrépido con las mujeres y menos desde que me casé. Tere sabe que siempre le he sido fiel, y eso que últimamente paso demasiado tiempo demasiado tiempo fuera de ella.
- Está bien. Acepto. En cinco minutos acabo. ¿Dónde tiene el coche aparcado?. Espéreme dentro. Enseguida estoy con usted. Todo mío. Eso es lo que me ha dicho – recita la mujer sin apartar la vista de mi cipote cada vez más hinchado entre mis dedos. Y aún añade, con una picarona mirada que preludia el luego: « Toda para mí».
-Vale, en mi coche te espero. Está aparcado bajo el cobertizo, al final de todo. No tiene pérdida. Es un Audi 4 blanco, matrícula de Barcelona.

-          ¿ Qué, me deja eso que era todo para mí? – me espeta nada más sentarse junto a mí, sin mirarme ni tan siquiera a los ojos.

No sé que responderle, nunca me había pasado nada igual y estas situaciones me dan un poco de apuro. Sin más mediación, ella misma pone su mano sobre mi paquete. Toda la mano, ancha, los dedos hacia abajo, y frota dulcemente. Sigue sin mirarme. La percibo ávida y a la vez nerviosa. Desde luego no es una profesional. Sabe lo tiene entre manos mientras mi miembro va tomando forma, pero no es una experta. No sé, pero creo entrever la diferencia. Lo está haciendo realmente bien: mi pantalón desabrochado, yo en sus manos, su cabeza apoyada junto a mi mejilla, entreteniéndose en las caricias. Le paso el brazo sobre los hombros para poder poner mi mano en sus pechos. Para su edad aún los tiene firmes, llenos, sabrosos. Noto cómo sus pezones se yerguen pidiendo guerra. A partir de este instante ambos nos abandonamos en el otro. Dejamos que todo nuestro ser se prende de las excelencias del cuerpo compañero. Miradas de deseo, jadeos, lenguas que recorren y no se detienen. Caricias y más caricias llenas de contenido hasta llegar  al culmen de la cabalgada final y un orgasmo como pocos. No tiene sentido seguir explicando lo que las palabras no tienen recursos para  expresar.

-          ¿ Me das un cigarrillo?. Ha sido realmente bueno. Tiene gracia, sabes. Si se lo contara al llegar a casa a mi marido, no me iba a creer. No te preocupes, jamás se lo confesaré. No te pienses, es la primera vez que lo hago con otro. Yo no soy una de esas. Tengo un marido y unos hijos. Sí, la carne que a veces es débil y por una vez se ha dejado llevar. Lo siento por ti. Lo recordaré como la gran aventura fuera de mi vida. Sabes, follas bien. Mi marido al principio también era formidable. Luego, con el tiempo se ha ido  limitando a cumplir. Un poco entre mis piernas, se corre y hasta la próxima. No sé por qué le cuento estas cosas a un extraño. Bueno, tan extraño no, ¿no?. Tal vez sea por eso. Un polvo con desconocido. Tiene gracia el asunto. Seguro que es por eso. Una, al menos en una ocasión en su vida, debe dejarse llevar por sus impulsos y darte lo que el cuerpo te pide. Me gustó tu culo al ponerte a mear. Eso ha facilitado el resto. No pienses que me ha resultado sencillo. Tengo mis principios, y entre ellos está el de no acostarme con el primero que pasa, aunque me guste. Siempre le he sido fiel a mi marido. Nunca le he puesto los cuernos. Bueno, de pensamiento sí, pero eso es otra cosa. Ya ves, ahora ha sido diferente. ¿ Te importaría darme otro cigarrillo?. Está bien eso de fumarse un buen cigarro a continuación,. Sabes, es que yo no fumo, nunca la había hecho, es la primera vez. Sí, ha estado realmente bien. Una es mujer y necesita en ocasiones la ternura y la delicadeza de quien sabe apreciar lo que tiene entre las manos. Ustedes, los ricos, de estas cosas saben más. Y mejor. Mi marido es bastante bruto. No tiene miramientos. Nada más va a lo suyo, y si a una la deja a dos velas, pues eso. A conformarse y si no, pues lo que yo digo, no haberse casado. ¿ Qué hora es?. ¡Las once!. Lo siento, majo, pero una tiene que salir corriendo para no tener que dar explicaciones luego. Hasta siempre. Y suerte. Que te vaya bien, guapo.

Y sin añadir nada más sale corriendo del coche. Si, ciertamente ha estado bien. Tampoco yo se lo contaré a Tere. Nunca lo entendería. Con una mujer que no mataba de la que ni tan siquiera se su nombre. Será la aventurilla fuera de mi vida, como ella ha dicho. Las once ya. Llegaré más tarde que de costumbre. En fin, qué le vamos a hacer. Tiene gracia, le ha gustado mi culo. Y yo que pensaba que apenas tenía nalgas. Bueno, mejor no seguir pensando, es mejor continuar. De nuevo en ruta.

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