ANDRÉS MARCO

martes, 26 de abril de 2011

FELICIDADES MUJER PRINCESA



¡Felicidades!, felicidades mujer princesa
Que has encontrado un marido con riqueza
Al que abres  las piernas con suma presteza
Y le das algún que otro beso con delicadeza
Abandonada en tu más confortable pereza.

¡Felicidades!, felicidades te digo con franqueza
Por solucionar tu vida con tanta ligereza,
No te quejes luego  por llevar una vida como ésa
Mujer,  muñequita de porcelana, figurita de cristal
Que todos te diremos que no te ha ido tan mal
Que estás en todo momento y lugar guapísima
Aunque nunca puedas decidir por ti misma,
No te importa, claro, el coste que has de pagar
Por  no ser una mujer corriente y normal.

Princesita, rompe tu cadena
Y  se una mujer tal cual
Que no hay peor condena
Que ser la princesa de tu hogar.

jueves, 14 de abril de 2011

MARIA DE LAS MERCEDES


Nos  vamos acercando con lentitud a la casa por un sendero  lleno de polvo, apenas transitable, conscientes  de que nos aguardan, aunque  María de las Mercedes  hace  tiempo que dejó de esperar a alguien; nunca nadie se acerca a La Casa para verla a ella o, al menos, reconocer sus propiedades... antes sí eran muchos los que venían los fines de semana acompañados del marido de María de las Mercedes  para pasar una  larga jornada de caza por las fincas de La Casa; claro que entonces eran otros tiempos, ella era  joven, tenía tremendas ganas  de vivir, de saborear todas y cada una de las horas que pasaban, sentía correr por sus venas una sangre líquida y presurosa, fluida... ahora es distinto, ya nadie se acuerda de María de las Mercedes que, seguramente, estará sentada en un cómodo sillón, esperando, en su continuado descanso, deseando que La Casa se ponga en movimiento... aunque ella sabe muy bien, demasiado bien, que eso es imposible... únicamente quedan sus recuerdos, como escenas  cinematográficas en blanco y negro gravadas para siempre en su mente, de lo que una vez fue y que un día, con una guerra de por medio, se desvaneció... seguimos caminando por el sendero porque hay que llegar, mientras el sol continúa arriba  torturándonos en esta calurosa mañana de verano, aproximándonos a esa casa con visos de grandeza pasada, testimonio  de lo que antaño era, rodeada de árboles y césped por todas partes, surgiendo desafinaste en medio de esa  naturaleza que  María de las Mercedes se ha encargado de que no cambie con el paso cansino de los años, dándole las órdenes precisas a Rodrigo todas las mañanas sobre  lo que hay que hacer y  no hacer cada jornada en el jardín, cómo podar las rosas, cuándo deben hacerse los trasplantes, cuándo injertar los distintos tipos de rosales para lograr esas primorosas flores inigualables, únicas, acordes  con su forma de ser; entonces sí,  antes de la guerra , María de las Mercedes  estaba en todo, no se le escapaba  nada de la actividad diaria de la casa; también ahora continúa dando órdenes aunque está convencida de que ya nadie las cumple, de que nadie ya hace  caso a una vieja achacosa y maniática que pasa toda la jornada sentada en un sillón, alimentándose de sus recuerdos , mientras las cosas se desvanecen y se mutan, en una sala de amplios ventanales  por los que se divisa el horizonte lejano de su hacienda, que aún mantiene toda suya, aunque cada vez menos, hectáreas y mas hectáreas de  terreno que ella quiere conservar en sus manos acariciándolas, reconocer sus surcos y desniveles con los dedos, como si de su propia piel se tratara, cada vez más vieja y apergaminada, sin esperanza de crema  que la revitalice, para percatarse  de que  el tiempo va  dejando en ellos unas huellas apenas perceptibles, cambiando las piedras de lugar, como ella hacía cuando era pequeña y podía  corretear  toda  la mañana de un lado a otro sin que  nadie se metiera con ella, tan sólo de vez en cuando el saludo de algún trabajador de la finca que acertaba a pasar por allí: "Buenos días, niña María de las Mercedes"; ahora ya nadie le da los buenos días, pasan cerca de ella y hacen como si no la vieran, como si su presencia se hubiese integrado con las paredes, con los muebles, con el paisaje, con los retratos de la familia, de los antepasados, aquellos rostros que siempre estuvieron colgados en las viejas paredes y que tanto temor le infundieron cuando era pequeña... tal vez no les falte razón, a fuerza de la costumbre, el estar siempre en el  mismo sitio, sin moverse apenas, llamando a voces a Martina para que le traiga rezongando un vaso de agua o algo de comer, cada vez menos, eso también es cierto ... la poca gente que ahora vive en la casa se ha acostumbrado a verla abstraída, absorta en sus pensamientos, jugando con sus recuerdos como si fueran ajenos a ella, y la han tomado por un trasto viejo  e inútil, nada más Merceditas de vez en cuando se acerca a verla para preguntarle: "¿cómo te encuentras hoy, abuela?", la niña Merceditas que todavía no se habrá levantado, nunca lo hace antes de las once, sabedora de que  no tiene nada que hacer, en La Casa nunca nadie tiene nada que hacer ... tampoco su madre se ha levantado aún ... La Casa aún no respira, hace tiempo que no late y  sabe  que  jamás  volverá a hacerlo; ahora tan sólo quedan unos  personajes a modo de fantasmas que alguna que otra vez osan moverse, cambiar de posición, cada vez menos, deambulando de por ninguna parte, total para  qué ... los tiempos y las circunstancias , esencialmente las  circunstancias, han cambiado ... quizás podrían vender la casa y la hacienda, tal como dice Mercedes, y marcharse, salir huyendo, a la capital, pero allí qué iban a hacer ... exactamente lo mismo que aquí : nada, no vale la pena moverse para no cambiar, para no mejorar, para seguir sintiéndose fuera de juego; es preferible este perpetuo letargo en el campo, en la eterna morada, al menos mientras María de las Mercedes siga viva; ella nunca aceptaría  abandonar La Casa, su casa, la casa que la vio nacer, la casa en la que vino al mundo su hijo y después Merceditas, mejor no hablar de ello, ni mentarlo ... algún día, puede que muy pronto, la abuela muera, cada día que pasa es uno  más en su lenta y  silenciosa agonía, en ese ir muriéndose poco a poco, calladamente , extinguiéndose como la llama de una vela  demasiado tiempo encendida; entonces sí se podrán realizar los cambios necesarios, terminar con lo poco que queda desde que la guerra se llevó a papá y a Julio... Mercedes así mismo recuerda los tiempos en que también ella fue joven como la abuela, los tiempos en que también ella fue feliz en La Casa, recién llegada; pero desde que Julio, mi querido Julio, el único amor de mi vida al que siempre le he sido fiel,  marchó para no volver jamás y tuve que encargarme de  la hacienda todo  ha sido tan distinto, vender y vender poco a poco las tierras sin que María de las Mercedes se enterara para  poder seguir tirando, para hacerle un poco  más agradables los días que le restan, consciente de que no hay que despertarla de sus dulces sueños ... para mamá hace tiempo, desde el 39, que la realidad , el presente, dejó de existir... tampoco le hace falta, ella así es feliz, a su modo, como ensimismada en su propio cuento, haciendo ver que no se entera de nada, empecinándose en hacernos creer que todo es igual que antes, desde ese sillón del que apenas se mueve, mientras cada vez le cuesta más respirar, con lágrimas en los ojos preguntando por cuándo regresarán Julio y papá, diciendo, gritando, exigiendo que quiere verles inmediatamente a pesar de que ella sabe perfectamente que ambos murieron en  la guerra , que salieron una mañana calurosa como ésta  en el Citroen, había contrarevolución , había rebeldes sublevados contra La República, había que defender el poder del pueblo legalmente constituido... ¿quién les mandó ser republicanos a ellos, ricos hacendados, cuando los  suyos estaban sublevados? ... nunca llegaron a Madrid, según supimos después, cuando todo terminó, los detuvieron y fusilaron antes, por error, ellos iban para  defender al pueblo, al gobierno de la República, y fue el propio pueblo quien segó sus vidas; ahora las cosas son distintas, ha sido necesario adaptarse, seguir viviendo sin poder  recurrir en ningún momento al  nuevo poder, a los nuestros, ¿ con qué cara vamos a pedirle algo?... suerte que nos hayan dejado seguir viviendo sin apenas molestarnos, ignorándonos ... siempre hemos sido republicanos, con orgullo de serlo  no vamos a cambiar ahora por un plato de lentejas ... eso nunca, la memoria de Julio y de papá nos obligan a  ello.
Seguimos caminando, acercándonos a La Casa, sabedores de que  nos esperan, conscientes de que en ella únicamente quedan dos mujeres, madre e hija, pegadas al sillón de María de las Mercedes, junto al cuerpo inerte de María de las Mercedes que al fin es tan sólo una amalgama de sueños y recuerdos, ya no más realidad, ya no más tiempo que pasa lentamente, nada más sueños ...


HAGAMOS DE ESTE LIBRO UNA OBRA ÚNICA



Apreciado amigo lector,
Muchas veces me he detenido a pensar sobre el hecho literario, y en especial en el eterno problema de la posible comunicación que pueda establecerse entre tú y yo. No dudo que podría darse si no fuera por razones muy personales que ahora no vienen al caso. Sin embargo, no podemos negar que algo de esa comunicación sí que existe, aunque sea realmente muy poca. Yo escribo toda una serie de textos que luego tu lees. El posible hilo de diálogo está, sin dudar, ahí, pero raramente podremos comentar y hacernos copartícipes de nuestras comunes sensaciones. Una vez el texto se imprime en estas páginas yo apenas puedo añadir nada. Y a ti, tan sólo te queda el leerlas, disfrutarlas si se da el caso y juzgarlas, pero nada más.
Yo en este momento he decidido ir un poco más lejos. Ya sé que apenas va a ser nada. Pero quién dice que este libro no puede ser una obra única, irrepetible y diferente. La tarea que te encomiendo es bien sencilla. No habrá comunicación plena, pero sí podemos atenuar, dentro de lo posible, algo este hecho. Sé que tú también tienes algo que decir, cosas que aportar a este libro. Por este motivo te dejo ahora unas páginas en blanco, sin mancillar aún para que tú escribas en ellas, para que de este modo sea posible una más estrecha colaboración entre nosotros dos. Seguro que yo jamás tendré conocimiento de lo que tú has creado, pero no importa si lo has hecho. A partir de ahora sé que este ejemplar que tú tienes entre tus manos es único e irrepetible, hermoso en suma porque tú has participado en él. Lo cual me llena de orgullo.

Gracias por tu ayuda,

                                                                          Andrés Marco




































































































































PROMETEO

¡Mírame con detenimiento!. ¡No tengas miedo!. Me ofrezco a ser tu modelo de comparación. ¿No tienes con qué compararme?. ¡Allá tú!. Es tu problema. No me vengas con cuentos. No te va a servir de nada. ¿Qué quieres que te diga, que lo comprendo?. No. Nunca he llegado a alcanzar los revesados vericuetos de tu pensamiento. Es algo que se me escapa. ¡Escapar!... sería la solución. Y es más, aunque te disguste añado que no es culpa mía. Tú siempre tiendes a encontrar culpables a los demás. Y es posible que así sea. Es lo más sencillo. Y lo más fácil. Y también lo más cómodo. Te acostumbraron con toda seguridad a ser así de arrogante desde el principio. En todo momento pretendiendo ser más que los demás, con tus detalles, tu afectación, tu aire de... Tu pose, en suma. ¿Qué sacas con ello? ¿Acaso te divierte?. ¿Qué ganas?. Personalmente creo que nada. ¿Todavía no te has cansado de estar así, siempre encadenado?. Al menos debe de ser muy aburrido. Dime la verdad, aunque te duela el reconocerlo, a que sí...  Venga, no te inventes nuevos cuentos, conmigo no, no trago, sabes. Y no arguyas que te hicieron así, que siempre te han concebido de este modo, desde siglos de los siglos, que tu origen es inmemorial y que siempre te han visto sujeto. Es posible que tengas razón. Seguro que la tienes. Tú apenas haces nada para evitarlo. Eres un masoquista, seguro que te gusta. Cadenas en los pies y en las manos, atado eternamente a la roca, sujeto a ella, tu fiel compañera, integrándote hasta confundirte con ella, como si siempre hubieseis sido la misma cosa. Amor eterno a la roca. A veces te miro, te observo con sumo detenimiento, yo también soy capaz de hacerlo, sabes, y la verdad es que no te entiendo. ¿Te gusta estar así, siempre en la misma posición? Supongo que no, que a nadie con dos dedos de frente le debe resultar cómodo, tal vez en un inicio sí, por la novedad, y sobre todo si eres un exhibicionista, como tú, pero después... siempre hay un después. Esta condena, la cadena, te castigaron a permanecer eternamente atado para que todos te viésemos. Ahí, fijo, sin moverte, en el mismo sitio, fiel espectador de nuestro mundo, con la cabeza bien erguida, lleno de orgullo a pesar de los pesares, desafinaste de los dioses, esperando que llegue el águila de cada día para alimentarte. Es tu destino. Sin embargo, hay algo que sigo sin comprender, y dudo mucho que tú seas capaz de responderme. ¿Cuál es tu culpa, Prometeo, cuál que no tiene perdón?. ¿Acaso existe el castigo eterno sin redención?. ¿Es que los dioses no conocen el perdón?. ¿Acaso son tan crueles?. Contéstame, Prometeo, ¿es posible el castigo sin perdón?.

LA VIEJA

 

Si yo tuviera cabeza las cosas acontecerían de otro modo. Pero no tengo, o al menos no la encuentro cuando levanto los brazos e intento  tocarla y aprisionarla con las manos. Pasan por encima del cuello, por donde  ella debería estar y no hay mas que un espacio hueco. La vieja, pequeña ella, arrugada, casi calva, tapada con un pañuelo negro casi toda su cabeza y totalmente  desdentada ríe alegremente y dice que también ella quiere subir a los caballitos del Tiovivo. Siento que me faltan los ojos, los oídos, la boca, las mejillas y la barba; todo me lo han robado. No tengo cabeza: simplemente  un cubo pequeño de cristal blanco opaco, ínfimo él, que  impide que la  sangre  salga a borbotones  de mi  cuello. De acuerdo  que es  una terapia un poco  excéntrica, de acuerdo. Yo también lo  creo así, pero el cubo es prestado. Me lo han puesto ahí y por el momento no tengo la  más mínima intención de sacarlo de donde está. Además, no es pesado y apenas lo noto. Es como  si no llevara nada. Y los niños bajan del Tiovivo y la vieja sube al caballito. Toda la máquina para ella sola. Se inicia el viaje, la rueda gira y gira, y los  caballitos suben y bajan  llevando cada uno sobre su lomo a la vieja que ríe y muestra a todos la profunda cavidad negra  de su boca desdentada. Y se levanta las sayas y saca  de su sexo arrugado y  reseco un enorme cornetín que hace sonar estrepitosamente. Y mientras  los caballitos  suben y bajan con sus respectivas viejas encima y yo siento que también a mí me gustaría subir si no fuera por la falta de mi cabeza. Quisiera arrebatarle a la vieja el cornetín, dejar  de oírlo  de una puñetera vez. Es  imposible. Por momentos siento que mi cuerpo se va reduciendo, desapareciendo poco a poco, mientras ella se divierte. Me voy desvaneciendo  progresivamente y la vieja con su dichoso cornetín me va anulando. Su presencia es la culpable de todo, no cabe duda. No hay otro remedio: ella  o yo. Le arrojo con fuerza una jaula llena de canarios, una máquina de tren, un puesto de salchichas, una cacatúa,  parte del  público que nos mira sin entender nada y todo  cuanto encuentro en mi camino. Nada. Ella sigue montada en los caballitos que giran haciendo sonar el cornetín. Sólo me resta como solución  apagar la luz de la habitación y de la plaza, tomarme una aspirina aunque me  haga daño en el estómago y coger con ambas manos, que todavía no han desaparecido, el cubo y tirar hacia arriba con fuerza. Logro arrancarlo de mi cuerpo. Intento  balbucear algo que no llega a concretizarse y eso es todo. No hay tiempo  para nada más. La vieja  gana y yo me deshincho y desaparezco hacia arriba sin dejar huella.

NOCTURNO




Siempre me ocurre lo mismo: primero, la tensión del tráfico a lo largo de las calles de la ciudad, iluminadas, repletas de semáforos y de coches que todo lo interrumpen, lo alteran; después, la veloz huida por la autopista viendo todo de color naranja: el suelo, las rayas blancas delimitando los carriles, las vallas en los lados, el jardín sin flores, nada más césped, en el centro, una bruma oscura y difusa a los lados y los coches que me adelantan con sus siluetas monótonas, estúpidas, entre anaranjadas y negras dentro; todo es naranja, distinto, como cubierto por una atmósfera que convierte a la realidad en algo menos real si cabe, y a veces pienso que conduzco demasiado rápido y me entran unas enormes ganas de desviar bruscamente el volante de mi coche y abalanzarme bien contra las vallas laterales de protección o bien hacia el centro de la calzada en el momento en el que un coche me está sobrepasando: chocaría contra el mío: la colisión resultaría demasiado fuerte: invadiríamos, con toda seguridad, la vía contraria: y de venir otro coche en dirección opuesta a la nuestra, él también participaría en esta colisión múltiple: ¡magnífico!, por lo menos yo moriría: la solución perfecta para resolver de un solo golpe demasiados problemas, después lo pienso mucho mejor y estoy seguro de que algo en mi no funciona, no concuerda, tal vez me esté volviendo loco, puede, incluso que todos lo estemos ya puede ser que el equivocado sea yo, pero hay momentos en los que comprendo que no estoy nada bien, me siento como neurasténico, y es entonces, en esos momentos, cuando todas estas ideas tan descabelladas y nocivas circulan por mi cabeza,  como yo con mi coche lo hago por la autopista a toda velocidad, y después me cuesta mucho creer que yo solo he sido capaz de pensar en todas estas cosas y... y no lo encuentro normal, no lo veo lógico, acorde con lo que debo pensar y con lo que debe de ser, y entonces me río de mí mismo y piso con más fuerza el acelerador, aprieto e intento fundir el pedal contra la chapa del fondo y sentir en mis brazos toda la potencia de mis caballos desbocados, como a mí me gusta, pero entonces ya estoy fuera de la autopista, he dejado esa ruta hace un rato para adentrarme ahora en carreteras solitarias, en la penumbra de la noche, invadida, mancillada, desvirgada por las luces penetrantes de los faros de mi coche, y el ruido del motor rompe el silencio de la montaña, y yo sé que debo sosegarme porque así no puedo seguir conduciendo, me expongo demasiado en las curvas: llego a ellas por el centro, giro con rapidez el volante, con un solo golpe a la vez que acelero con más fuerza y el coche, muchas veces, se va hacia el otro lado de la carretera, aunque consigo siempre dominarlo, lo siento vigoroso en mis manos, su poder ahora es el mío,  y no me importan demasiado sus descontroladas reacciones; más de una vez se gira sobre sí mismo, sobre las ruedas traseras y quedo de lado o bien en dirección contraria, parado en medio del asfalto porque he frenado bruscamente de forma instintiva al sentir miedo, entonces éste desaparece y vuelvo a reírme nuevamente de mí mismo, lo enderezo con agilidad y prosigo mi marcha hacia esa meta desconocida, hacia un lugar situado en ninguna parte, tal vez más allá de lo finito, aunque no pretendo en ningún momento jugar con mi vida, y mucho menos ponerla en peligro, reconozco que muchas veces me porto con temeridad,  quién no lo ha hecho alguna vez en su vida, pero tampoco hasta ese punto, nunca llego a perder totalmente el control,  simplemente me emborracho de coche, de asfalto, de necesidad de exponer, aunque mis nervios estén crispados y sienta que mi cabeza va a estallar, cuando todos mis sentidos están en tensión, incluso cuando por mi cabeza pasan esas ideas descabelladas de terminar de una vez con todo, y persiste en mí la imperiosa necesidad de escapar, de huir, de huir, de escapar, de escapar, de inhibirme de esa pesadilla que me consume: salir de ella, alejarme de su área de influencia, aunque sé que después retornaré a su lado; siempre regreso y ella me aguarda sin haberse acostado en toda la noche temiendo que me haya podido pasar algo, deseando que yo regrese inmediatamente, lo antes posible, a su lado, creyendo que el teléfono de un momento a otro va a sonar y que una voz desconocida le  informará que me he despeñado quedando atrapado entre el amasijo informe de hierros en que ha quedado el coche, que por suerte he muerto instantáneamente, que el coche ha ardido y que mi cuerpo lo han encontrado calcinado, que el coche ha quedado en tal estado que hará falta la oxiacetilénica para separarme del metal, tal como a mí siempre me gustaría morir, Y, sin embargo, se entretiene contando los tic tac del reloj, acompasándolos a los latidos de su corazón, oyendo el ruido del ascensor, la llave entrando en la cerradura, la insinuación del deseo... ¡el deseo!, y yo intento no hacer ruido para no despertarla, y no miramos e uno al otro, en silencio, sin palabras, sabiéndonos ambos perdonados, pero aún la carretera no se ha terminado y siento cierta pesadumbre en la cabeza, la necesidad de ella, la sangre fluye a mi cerebro demasiado caliente y me percato de que no puedo controlarme plenamente y vuelvo a pisar con más fuerza, más hondo, y el coche corre y corre veloz mientras los árboles pasan a mi lado sin detenerse, rompiendo un paisaje que nunca llegaré a ver, simplemente lo intuyo porque sé que está ahí, sabiendo que yo estoy aquí, quieto, con el volante entre las manos, sintiendo latir aceleradamente mi corazón y que es la naturaleza y el paisaje quienes juegan conmigo, es ella la que corre sin cesar, la que aumente inusitadamente la velocidad, con inconsciencia, sin que nada la obligue a ello, exponiendo porque sí mi vida, lo hace simplemente por jugar, mero azar, por una casualidad que nada tiene que ver con mi persona y mi coche, y, sin embargo, somos yo y el coche los que sufrimos las consecuencias, mas no importa,  a mí me gustan todas estas peripecias que paso mientras corro a toda velocidad con el coche dirigiéndome a ninguna parte, corriendo nada más que para calmar mis nervios, olvidándome de su existencia y de su presencia siempre latente,  y así no verme obligado a matarla, yo no soy un asesino, lo sé desde siempre, de no ser así ya habría acabado con todo esto que me sucede con tanta frecuencia; seguramente soy un cobarde que huye del enfrentamiento directo con una realidad que me resulta adversa y que me niego a aceptar: que ambos nos queremos de verdad y que todo lo demás no es más que mera apariencia: representación de una historia inverosímil que juntos reinventamos día a día, negándonos cada uno de nosotros s a aceptar al otro tal como es, yo no estoy dispuesto a ceder nunca, y ella todavía menos que yo; y es por eso que muchas noches, cuando llegamos ambos a casa nos peleamos, y yo le grito y ella me insulta y me grita que me marcha de su casa y que nunca más vuelva; y yo me voy y cojo mi coche, arranco y no sé nunca hacia dónde me dirijo, sólo quiero ahogarme y, a su vez, sentir durante unas horas que soy libre y que ella ya no existe, que jamás logrará atarme a su lado,  muchas veces pienso que ella es una tirana y que por eso me gusta tanto, comprendo que en muchas ocasiones me pida que arreglemos nuestra situación, pero yo no quiero casarme, ni con ella ni con ninguna otra, no quiero que nadie me retenga para siempre atado a su lado cuando hay momentos que yo deseo salir corriendo con los dos litros y medio por la autopista, por la noche, jugando muchas veces a deslumbrar con la luz larga a los coches que vienen en dirección contraria, y aprieto y aprieto el acelerador, piso con todas mis fuerzas, intentando atravesar con el pie la chapa, y me aferro con fuerza al volante mientras aumenta la velocidad, y cuando ya voy a tope adelantando a todos me relajo y me siento feliz,  me olvido completamente de sus cosas y de su existencia, de que la quiero como nunca he querido a ninguna, y ella deja de existir para mí, y también su cara, y su recuerdo, y sé que en esos momentos únicos soy totalmente libre, un hombre plenamente realizado que siempre ha estado pegado a este volante, porque mi coche y yo nos entendemos muy bien, nos han hecho el uno para el otro, somos de la misma calaña, y es entonces cuando aflojo la presión de mi pie y disminuye el vértigo y siento la necesidad de girar bruscamente el volante salir disparado contra la valla de protección, sé que mi cuerpo está mojado de sudor y puede que de angustia, aunque físicamente en esos momentos no lo noto, y poco a poco me voy sosegando y esas ideas tan disparatadas, lo veo luego que son disparatadas, no en el momento en que las pienso, desaparecen de mi mente, se van con la soledad y el silencio de la noche, cuando mi coche con el ruido de su motor las interrumpe y las destroza y la soledad y el silencio en la carretera de montaña, una vez alejado de la autopista, se llevan al partir todo ese torrente de pensamientos que han hervido durante demasiados minutos en mi mente, me siento mucho mejor y sueño: me he convertido en un gran piloto de la gran  fórmula el que siempre desee ser y nunca llegó, y corro con mi bólido en Monza, en Montercarlo, en el gran premio de Argentina, en el de España, ente los míos que me aclaman y me aplauden puestos en pie sobre las gradas cuando cruzo en primer lugar la meta, delante de los grandes, y esa bajada de bandera, ese revolotear del paño blanquinegro significa mi encumbramiento y me asegura el título de campeón del mundo,  y subo al podio de los vencedores para recibir la corona de laureles junto a los más grandes: Bruce MacLaren, Stewart, Hill, Ronni, Lauda, y tantos otros, y me llaman el nuevo Jim Clark en las revistas especializadas de todo el mundo, y luego ella se acerca a mí, emocionada con mi gran triunfo, para descorchar juntos la botella de cava, soy el mejor y ahora todos lo reconocen, he emulado, y puede que hasta superado, al gran Jim, y sé que un día moriré como él, en un circuito, tal vez en el mismo, en Alemania, lejos de los míos, y toda la prensa hablará de mí y narrará mis hazañas, y yo con mi bólido correré aún más, arriesgando, siempre arriesgando  emborrachado por la velocidad, siempre delante, el primero, desde la salida, no permitiendo que nadie me pase, que por algo soy el mejor, ganando, triunfando mientras todo para mí no es más que un juego, y un coche se viene hacia mí y cuando ya casi es imposible evitarlo giro con   brusquedad el volante, acelero y lo esquivo, y esta realidad, este sentir la muerte tan cera, me hace volver a la carretera y pienso que todos aquellos sueños de antaño, y en ocasiones de ahora, se desvanecen en un ensueño infantil que no puede seguir alimentándose en mí, nada de aquello es real, nada se ha cumplido, nada más mi gusto por los coches y por la velocidad, y prosigo mi carrera con la ventanilla abierta, sintiendo cómo el viento da en mi cara y agita mi cabello, y pongo una cinta de música elegida al azar entre todas en el radio casete,  enciendo un cigarrillo  y con toda  estas cosas me tranquilizo y vuelvo a ser el que siempre he sido un pobre diablo, un desgraciado que conduce temerariamente su coche, con atolondramiento, un suicida del volante que un día se estrellará en alguna carretera perdida en la montaña y que cuando lo encuentren por la mañana habrá muerto nadie sabrá nada de él, y yo quiero seguir viviendo junto a ella porque sé que la necesito, y miro al horizonte y me doy cuenta de que ya es muy tarde, llevo varias horas fuera de casa y sé que ella, aunque acostumbrada, estará preocupada con mi tardanza, va a amanecer y con la claridad del nuevo día decido regresar, despacio, sin apremios, y en el camino pienso y recuerdo su cuerpo,  y me detengo en la cuneta un poco para recoger unas pocas flores que llevarle, y percibo su aroma y su fragancia cerca de mí, y veo la necesidad de llegar cuanto antes a su lado porque ella me espera contemplo su asiento vacío a mi lado y sé que está ahí, fumando un cigarrillo rubio, distraída con el paisaje, sin decir nunca nada, absorta en sí misma, tal como ella es, y siento que me necesita y apresuro la marcha, entro de nuevo en la autopista de regreso a casa, y aparco el coche donde y como puedo, subo las escaleras corriendo por no esperar a que el ascensor llegue, no acierto con el nerviosismo del momento a introducir la llave en la cerradura abro y cierro con mucho cuidado para no despertarla y sin encender ninguna luz voy hasta nuestra habitación, oigo su respirar calmado pero profundo, y su leve ronquido continuo, y sé que está bien dormida, me desnudo en el lavabo para no hacer ruido, aprovecho la ocasión para ducharme y limpiarme un poco del sudor y de la sensación que baña mi cuerpo, y vuelvo a su lado, sigue durmiendo mientras percibo el calor de su cuerpo junto al mío. se da la vuelta  y dormida me abraza   y yo sé que a partir de ahora todo lo nuestro volverá a ser como siempre ha sido: siempre ocurrirá igual: primero, la tensión del tráfico a lo largo de las calles de la ciudad, iluminadas, repletas de semáforos y de coches que todo lo interrumpen, lo alteran; después, la veloz huida por la autopista viendo todo de color naranja...

miércoles, 13 de abril de 2011

PALESTINA, TIERRA DE PROSPERIDAD

Palestina, tierra de  prosperidad,
Dónde queda tu ansiada libertad
Tan por tus hijos siempre ansiada
Y por Israel en todo momento negada.

Palestina, tierra machacada
En donde Israel hace su machada
Matando a tiros a todos tus hijos
En la sinrazón del odio judío.

Palestina, nuevo campo de exterminio
Israel,¿por qué haces lo que Alemania te hizo?
¿No fue suficiente vuestro suplicio
para  repetirlo con el pueblo palestino?.

Pueblo de Palestina,
Levántate y camina
Para que llegue el día
Sin más Sabra  o Chatila.

martes, 12 de abril de 2011

ENTRE TIROS Y TROYANOS



Entre tiros y troyanos, troyanos y tiros
Israel erre que erre mata palestinos
Poco a poco los va aniquilando
Mientras cree que los está indultando.
Madres palestinas ¡tened muchos hijos!
Para que los judíos los maten  a tiros
Que necesitan mucha mucha carnaza
Para saciar su odio y sed de venganza.
Palestinos, ante tanta  cruel  matanza
Dejad de lado vuestra templanza
Que no hay pero diálogo que el de sordos
Y si siguen así, al final acabarán con todos.
Israel con las armas de su ejército  abusa
Encontrando siempre una buena excusa
Sin importarle si caen mujeres y niños
basta con que Estados Unidos le haga guiños
de que avanza por el buen camino
para rematar este buen exterminio
que en Palestina sobra mucha gente
y por lo visto, el holocausto no fue suficiente.