ANDRÉS MARCO

lunes, 19 de enero de 2015

La Máquina




Era ya muy tarde cuando me vinieron a buscar para llevarme delante del Gran  Jefe. Sí, la noche estaba muy avanzada, en nada comenzaría a clarear el alba en el horizonte, por encima de los tejados aún negros. No quedaba otro remedio más que ir aprovechando que la oscuridad es aún la reina: toda precaución siempre es poca. Desconocemos todo aquello que puede estar aguardándonos y que nos puede sorprender al doblar cualquier esquina: no importa qué esquina sea. No importa el nombre de las dos calles que al coincidir interseccionándose, al cortarse, forman esa esquina. No, eso no interesa, puede ser cualquiera de  las innumerables que hay en la ciudad. Como tampoco nos interesa ahora determinar qué cosa desconocida o imprevista puede ser aquello que nos aguarda a la vuelta de esa esquina  para sorprendernos. Lo que ahora interesa prioritariamente es llegar a la presencia del Jefe nuestro. Pero como iba diciendo con anterioridad, toda precaución es poca, insuficiente en la mayoría de los casos y situaciones. Es necesario estar siempre alerta y preparado, prevenido diría más bien,  como si tuvieses un sexto sentido o un tercer ojo en el cogote que te advierta, para lo peor que puede suceder cuando menos lo esperas: la clandestinidad obliga: es andar siempre despacio, sin hacer apenas ruido, con sumo sigilo, siempre vestido de oscuro, siempre pegados a las paredes, morando de forma permanente en la oscuridad que es, no hay más remedio, nuestro hábitat natural, con los ojos siempre abiertos, despierto y al acecho, desconfiando de todos y de todo.  Pero como estaba diciendo, todo esto importa poco, porque lo fundamental es cumplir con el deber que nos ha sido confiado e impuesto, para ello fui seleccionado y ahora no puedo permitirme el fallar. Pues bien, no nos entretengamos en las pequeñas sutilezas de la vida. No, en las sutilezas, nimiedades, de la vida no, no es eso a lo que precisamente me refería yo. Más bien quería decir que no nos entretengamos en las cuestiones accesorias de procedimiento. No, tampoco es esto. Bueno, es lo mismo. Sigamos adelante.

Cuando llegué llevaban demasiado tiempo esperándome. Quizás estaban mucho tiempo  aguardando ansiosamente  mi llegada. Estoy haciendo conjeturas, suposiciones,  que no conducen a nada: estoy diciendo que llevaban demasiado tiempo esperándome, cuando en realidad no puedo aseverar nada sobre esta circunstancia, no puedo saber si llevaban mucho o poco tiempo, o si acaso acababan  de llegar,  ya que yo no estaba con ellos para saberlo: era a mí a quien ellos aguardaban. Y  una vez llegado yo no había ya más espera. Digo que llevaban mucho tiempo por decir algo, por hacer creer que el importante era yo y no es así, todos jugábamos en esta clandestinidad nuestro cometido y la participación de todos y cada uno de nosotros era esencial. Lo único cierto es que llevaban porque eran varios los que me estaban esperando. Será mejor que me explique un poco: me aguardaba toda la junta rectora de nuestra organización. Porque sí, allí estaban todos: los ancianos, los jóvenes, una representación femenina -en nuestra organización las mujeres  tienen tanta importancia como los hombres: nuestras necesidades nos obligan a mandarles ejecutar misiones muy especiales que un hombre no podría llevar a cabo, por eso hacemos esta diferenciación sexista, la mujer en la mayoría de los casos ejecuta acciones que los hombres no somos capaces de llevar a cabo- y la comisión permanente: en una palabra: el pleno de la Junta de todos los militantes. Enseguida me percaté de que lo que me iban a encargar que hiciese debía de ser muy importante para ellos y muy arriesgado para mí, algo en lo que me podía ir la vida. Era puro sentido común: demasiada gente fundamental  de la junta presentes arriesgándose a la posibilidad de ser todos ellos detenidos y, en consecuencia, ejecutados. El Pleno de la Junta sólo se producía cuando no quedaba otro  remedio. Algo sumamente  importante debía haber sucedido. Alguna decisión transcendental debían haber tomado. Se notaba, se intuía en el ambiente, se respiraba en el aire, cargado de tensión y también, por qué no decirlo todo, de emoción, se transparentaba en la expresión de todos los rostros. Era indudable que llevaban demasiado tiempo reunidos allí, deliberando, discutiendo, dilucidando, para tomar aquella decisión que a todos nos atañía. No importaba cuál fuera ésta: era presumible que iba a cambiar el rumbo, la meta, no, la meta no, las directrices, nada más las directrices primordiales de nuestra organización. Tal vez incluso llegara a sacarnos de nuestra obligada clandestinidad. Llevábamos muchos  años, tal vez sean varias generaciones, hasta puede que sean varios siglos o milenios. No lo sé, estoy haciendo una serie de aseveraciones cuando en verdad desconozco la realidad: sólo diré que yo siempre he conocido a la Organización como prohibida, desde antes de que yo entrara a formar parte de ella. 
Cuando regresé a casa ya había amanecido hacía rato. Llevaba   demasiadas horas fuera. Intenté dormir pero no pude, ni siquiera llegué a descansar un poso. Me impedía hacerlo la importante misión que me había sido encomendada. Necesitaba meditar bien sobre lo que iba a realizar. Ahora me encuentro más tranquilo, pese a que la incertidumbre cae sobre mis hombros y sobre mi persona. No pienso en cómo resultará, únicamente en que debo hacerlo por el bien de todos. Cuando ingresé en el partido sabía que un día u otro me llamarían para encomendarme esta misión; no debo estar extrañado ahora porque ya haya llegado ese día. Era lo que anhelaba desde hace demasiado tiempo y ya ha llegado. Pero eso no evita que ahora sienta miedo, de que me atenacen las dudas de si seré o no capaz de llegar hasta el final, dudo de mí mismo. Puede que sea la importancia de mi obligación, de lo que me ha sido encomendado. Me hace sentir inquieto, intranquilo, preocupado. Me han dicho como cosa especial, remarcándolo bien, que no me apresure, que hay tiempo de sobras. Ir demasiado deprisa puede llevar al traste todos los preparativos con una gran pérdida de acción y una importante merma de nuestros efectivos. La represión se volcaría inmediatamente sobre nosotros. La Máquina ejercería todo su poder para desarticularnos: habría muchos detenidos y demasiadas muertes  y eso no puede, ni debe, de suceder.

No voy a hablar demasiado de las causas que me llevaron a integrarme en el partido clandestino de la oposición.  Desde hace mucho tiempo nuestro planeta o nación - hoy la vieja idea de naciones pequeñas con sentimientos de pertenencia y filiación han sido superados- fue invadido por seres venidos de otro mundo, de otro país. Nos dominaron y nos doblegaron fácilmente: su tecnología era simplemente muy superior a la nuestra. Tomaron nuestro poder, se hicieron cargo, como amos, de él, no destruyéndolo  como hubiese sido lo lógico, sino que colocaron otro mecanismo en su lugar. Desde entonces ella gobierna. Su autoridad se basa en la fuerza y en la coerción. Obliga a todos a someterse y de hecho nos subyuga a la totalidad de los habitantes del planeta. Tiene un enorme parecido con las máquinas que debieron existir hace muchos años, máquinas que nuestros antecesores idearon y utilizaron unas veces para hacer el bien y otras para otras cosas no tan buenas, mas siempre les fueron útiles. Yo recuerdo haberlas visto en algunos libros viejos, procedentes de aquella época remota.

Su nombre, o por lo menos tal como se las denomina en los libros de arqueología era el de "cerebro electrónico" o el de "Computador". Es por eso que me han llamado a mí para ejecutar la difícil, casi imposible, misión. Nuestros servicios llegaron a conocer como información de primera mano y por tanto sumamente fiable,  bastantes cosas. Así sabemos hoy  que la máquina ejerce en realidad como Jefe del Estado ya que es ella quien nos dirige y quien nos controla en todo momento y que funciona de un modo muy similar a aquellos cachivaches que nuestros antepasados utilizaban  creyendo que habían logrado la panacea para la humanidad: la máquina iba a liberar al hombre de su esclavitud. Me han entregado bastantes esquemas que detallan minuciosamente el proceso secuencial que utiliza nuestro tirano. Ahora mi cometido va a consistir en documentarme lo máximo posible sobre cómo procesaban exactamente aquellos artefactos remotos y rudimentarios  y comprobar si tienen algún parecido importante con la SCE-15 (Sistema de Control Estatal 15) para que, de ser así, poder encontrar la forma de programar o de alterar el normal funcionamiento del Jefe, o bien destruirlo totalmente si es que fuese viable tal posibilidad.

No cabe  duda de que debe de tratarse de algún método muy arcaico pero a su vez bastante efectivo, pues los estudios que he realizado  hasta el momento apuntan en esa dirección y si lo pensamos bien casi seguro que estoy en lo cierto si pienso que su arcaísmo es precisamente lo que  la convierte en invulnerable para nosotros. Mirado con exquisito detenimiento  parece imposible, incluso es chocante para las mentes menos capacitadas, que un planeta  que lleva más de un siglo dominándonos consiga someternos basándose en sistema centralizado de máquinas que mucho antes nuestros antecesores utilizaron y que ellos mismos y las generaciones posteriores fueron perfeccionando hasta conseguir las máquinas domésticas que hoy empleamos a diario en nuestros habitáculos.
La represión que ellos nos ejercen se basa principalmente en el concepto de una palabra que hace mucho que para nosotros cayó en el olvido: libertad. Los castigos a  las infracciones contra la libertad establecida, decretada más bien,  por nuestros señores son con toda seguridad demasiado severos: todavía no nos hemos acostumbrado a ellos. Cualquier falta, por nimia que sea ésta, cometida por un  siervo es penalizada con la desintegración fulminante de éste. La máquina se encarga de controlar todo el servicio de represión y, claro está, de dominación. Nuestras obligaciones son innumerables, la mayoría de ellas arbitrarias,  y no podemos ni debemos descuidarnos de ninguna. La política, como es obvio, no existe, fue abolida: es el único adelanto real introducido por ellos. Todos participamos de la vida pública cumpliendo taxativamente con las normas que nos son dictadas, impuestas claro está, para que toda nuestra sociedad y todo el universo se conserve en placentera y absoluta armonía y nunca se pueda malograr la paz alcanzada. Cuando somos pequeños nos  someten a un proceso de  educación cívica en el que aprendemos e interiorizamos todo lo necesario para poder ser buenos ciudadanos, ciudadanos obedientes y sumisos. Ciudadanos que dejan que piensen y decidan por ellos, que jamás creen problemas o que osen disentir de lo que La Máquina establece e impone. La educación se materializa mediante técnicas hipnóticas ya conocidas y desarrolladlas por nuestras civilizaciones anteriores.

Sin embargo creo, estoy convencido, aunque tengo mis dudas, nada más es una opinión mía, que ellos en su planeta no lo hacen así. Es por eso que, en mi opinión, al no dominarlo demasiado bien a veces comenten pequeños errores y salimos disidentes, malformaciones del sistema: personas que no aceptamos el someternos así, sin más, a su dictado, a su logrado bienestar único e indiscutible y que luchamos pacientemente  contra sus formas de sometimiento mediante técnicas hipnóticas que adocenan y que nosotros trabajamos para que no nos hagan efecto y así mantenernos despiertos en esa lucha que se desarrolla desde tiempos inmemoriales para alcanzar la que consideramos verdadera libertad, la auténtica libertad de nuestro pueblo desde la siempre asfixiante y reprimida clandestinidad. Ellos, no cabe duda, saben que existimos y hasta supongo que nos conocen a todos, que nos tienen identificados y fichados, pero hasta el momento nos consideran inicuos, como algo exiguo y minoritario con respecto a la globalidad de la población que les acata, les aclama, vitorea y sigue fielmente, de esa población que les venera mientras que nosotros, como fallos que somos apenas merecemos atención, somos errores aleatorios que no siguen una pauta única y que por tanto tampoco deben tener un comportamiento similar, somos subproductos del sistema y como tal nos aceptan. No obstante creo que se han equivocado de pleno, y para nosotros es mejor que así sea, porque ahora ya somos bastantes  y hemos desarrollado una consistencia y una fuerza que nos aglutina capaz de hacerles temblar en sus cimientos porque ahora sabemos los mecanismos que nos humillan.

Cada persona una vez ha terminado su aprendizaje se incorpora por  un lado a la sociedad de producción, es decir, que pasa a trabajar para producir cosas útiles, en mi opinión la mayoría de las veces superfluos, para el consumo y por otro lado se integran en la esfera de los consumidores, a los que pertenecemos todos, disidentes o no, no se pueden correr riesgos inútiles. Producimos y nos retribuyen por ello. He estudiado recientemente que antes se ahorraba, se acumulaba parte de estos honorarios que se guardaban para cubrir posibles riesgos posteriores, para enfrentarse a los acontecimientos imprevistos del futuro. Hoy el ahorro está prohibido. Aquellas empresas que se llamaban bancos no existen. Todo lo que se recibe es como recompensa y no a cambio, como pago, de un trabajo vendido y por tanto remunerado: el hombre ya no se prostituye vendiendo su fuerza de trabajo, eso significaría la explotación del hombre por el hombre que rebaja, humilla su condición humana. Hay simplemente la cede, la regala voluntariamente -no hay otro remedio- a los medios de producción so pena de ser destruido, desintegrado y sin esperar ninguna cuota a cambio de la esfera de la producción. Todo el cupo recibido hay que emplearlo en consumir unas cantidades mínimas obligatorias cada mes. De este modo nos vemos obligados a mal usar nuestras cuotas en bienes que no nos son necesarios pero que debemos emplear y consumir en unas cantidades mínimas exigidas y fijadas por La Máquina. Todo para que el sistema funcione correctamente. Igualmente debemos cubrir todos los meses nuestros cupos de sesiones de esparcimiento: cine y televisión mínimos requeridos para no ser castigados. Como es natural está terminantemente prohibido leer libros. Todo nuestro consumo viene predeterminado por el gobierno y nosotros debemos acatar todo lo dictado y mal consumir las cosas que no precisamos para nada.  A nosotros no se nos entrega ningún dinero ni ninguna equivalencia, como he leído que antes sucedía,  nada que tenga un valor de cambio, nada más existen en alguna parte una serie de cifras que se agotan y se anulan cada mes. Lo cierto es que debemos consumir todos los meses todos los bienes producidos durante ese período en nuestras plantas productoras porque de no ser así se rompería el equilibrio existenciológico y correríamos el riesgo de desaparecer de la faz del universo.

Ahora que ya he explicado los motivos por los cuales yo soy contrario, disidente, los motivos por los que yo me opongo con rotundidad a aceptar las leyes que me han sido impuestas voy a proseguir narrando los adelantos que he conseguido en mis estudios como historiador sobre la sociedad capitalista, primera fase de la época preatómica y de los diversos chismes que utilizaron para obtener cálculos rápidos, difíciles y precisos. ¡Cuántas posibilidades desperdiciaban entonces con aquellos cachivaches tan primitivos! He adivinado que ellos programaban las operaciones que querían obtener y que las pasaban a la máquina mediante un proceso harto complicado con un mecanismo que llamaban compilador de datos. Este aparato recogía las informaciones que les suministraban los usuarios en un lenguaje sencillo para el mismo y los traducía al lenguaje propio de la máquina. En esta parte del funcionamiento aquellos remotos utensilios son semejantes a la actual máquina que los extraterrestres nos dejaron como única forma de gobierno y dominación del Estado Tierra. Sé que para hacer ese proceso de lenguaje y traducción antes se debe de hacer una especie de dibujo esquema que ellos llamaban organigrama. Es como un esquema o protocolo reducido de de las operaciones y procesos base que deben de seguir los computadores y que después se debe de traducir a un lenguaje máquina sencillo que se transmite al compilador mediante unas órdenes muy simples leídas en voz alta ante la pantalla, una especie de arcaica televisión que todas las máquinas de este tipo tenían. Pienso que he tenido mucha suerte, antes  se hacía mediante unas secuencias escritas que no acabo de comprender. Sin embargo aún me enfrento a tener que dar las órdenes precisas en un lenguaje que desconozco. Intuyo que se sería factible hacerlo en un idioma-máquina muy arcaico sobre el  que conservo desde hace demasiado tiempo ocultos, unos libros sobre el mismo y que se conoció como el "lenguaje fortran" y que estoy convencido de que esta máquina seguro que debe de conocer y comprender. No estoy seguro del todo aún, pero creo que si lo hago todo bien y no dejo nada al azar  funcionará. De momento lo primero que he de hacer ha de ser diseñar, elaborar un organigrama con el proceso que la máquina debe de ejecutar con riguroso orden para destruirse a sí misma habiendo eliminado antes todos los centros locales de represión terrenal.


A partir de este momento he de ser más cuidadoso, la cautela nunca está de más,  y salvar lo mejor que pueda las apariencias, No nos  haría ni pizca de gracia que ahora nos descubrieran, después de todo lo que hemos tenido que pasar hasta llegar a este punto sin retorno. Creo que me he consagrado demasiado a mi "trabajo" descuidando un poco mis obligaciones de ciudadano ejemplar, consumidor y productor integrado en el sistema. Sería fácil dar esa imagen, la que ellos quieren, esperan y observan, pero mientras no se fijen de forma objetiva en mí. Y si lo hacen, ¿sospecharán? No lo creo, jamás les he dado motivos para que así sea. Saben que no me gustan, que me resisto a integrarme plenamente, a ser uno más en la manada, pero eso no da motivos para ser vigilado. Somos muchos los que disentimos y nos conocen,  pero mantenernos en constante vigilancia es imposible, demasiado esfuerzo que en su suficiencia y confianza no merece la pena. En fin: después de todo ¿qué puede importarme ya? Me he consagrado plenamente a mi misión y cuanto antes la termine mejor. Ahora bien, es mi deber cuidar las formas, aparentar lo que no se es, recelar de toda mirada indiscreta que pueda advertir sobre mi persona. Desde hace unos meses sólo estudio libros dedicados a ese tema que se ha convertido en el fin único de mi existencia.

Necesito trabajar rápido, mis jefes cuentan con el triunfo glorioso de mi misión. No puedo fallarles: supondría el final de toda la organización. Pero no debo preocuparme demasiado. Puede que falle y puede que nos aniquilen, que nos desintegren a todos, no obstante siempre tendremos la esperanza de que no seremos los últimos, de que siempre habrán espíritus jóvenes renovadores, fallos de un sistema que no tiene base, dispuestos a tomar la antorcha del relevo que nosotros les dejaremos encendida. Bueno, olvidemos cuanto antes todo esto que no es más que simples conjeturas mías que no conducen a nada. Es más importante dedicar todas mis fuerzas plenamente a mi trabajo: destruir la Máquina del Estado. No el ente en sí, no a la cosa en abstracto. No, nada de eso. Debo programar la máquina para que ella se autodestruya. Y no es tan difícil como parece.

En primer lugar hay que obligarla -ordenarle tan sólo-  que borre todas sus memorias, es decir, que ponga todas sus células de memoria a cero, un reset total, y a partir de aquí hay que destruirla. Sería más sencillo colocar un artefacto explosivo en su cabezal y hacerlo saltar, mas de este modo no conseguiríamos nada ya que existen muchos otros cabezales subordinados al principal y éstos quedarían intactos. Es preciso inutilizarla completamente, destrozarla en su totalidad: hacerla inservible para siempre. Únicamente así lograremos nuestra tan anhelada libertad. No quiero soñar aún y mucho menos minar la paciencia de todos sometiéndolos a seguir paso a paso todo el proceso que he seguido para llegar al feliz logro del organigrama que  ordene a la Máquina su propia destrucción, la eliminación de todos sus ficheros y a partir de ese momento  seremos, me cuesta pronunciar la tan deseada palabra, que no es una palabra sino todo lo contrario, seremos libres y felices.




Estoy seguro, es más: tengo la total seguridad de que muchas personas no entenderán nunca nada de todo cuanto estamos haciendo, pero no me importa que no me comprendan ni que no entiendan el organigrama porque es proceso que pertenece a la antigüedad. Ahora ya no son necesarios, pero no había otro remedio más que elaborarlo, ahora ya está y con el podré, supongo, programar al Estado para que éste deje de existir. Será la parte más difícil de toda mi misión. Así pues ya estoy terminando la parte teórica de mi trabajo. He cumplido con lo más complicado pues ha supuesto demasiados días y demasiadas horas en vela estudiando, confrontando esquemas, apuntando vías posibles, plagados de malos momentos, de incertidumbres, de caminos errados hasta dar con la definitiva solución. Y ahora que ya la tengo viene lo más difícil: llegar hasta la Máquina y programarla, sin que nadie me vea ni me moleste, con el organigrama que he confeccionado. Sé que todo puede fallar. Sería desastroso, supondría echar por tierra muchos años de clandestinidad organizada, de trabajo, de cuidados, y no nada más míos, muchos me han precedido y se han jugado la vida hasta llegar aquí pero no nos queda otro remedio: al menos sabremos que lo hemos intentado: será nuestra pequeña satisfacción. Además no creo que falle: va a ser sencillo porque nadie supone que nuestras intenciones se encaminan hacia esa meta: la libertad del mundo que ya está muy cerca. Todos los miembros de la organización me van a ayudar para que todo sea posible y salga tal como lo hemos planificado, para que la destrucción sea irremisible y total. No voy a estar solo, es un consuelo: en el fondo tengo la certeza de que son muchos los que esperan impacientes mi triunfo: personas conocidas y personas que ni conozco ni saben de mi existencia, pero que confían en nosotros a pesar de que el miedo les obligue a callar y a no dejarse ver, pero confían en mí y eso es un estímulo importante, y suficiente, para mí. También llegará el día, estoy seguro de ellos, en el que nuestros hijos o nuestros nietos nos agradecerán el servicio que les hemos prestado.

 -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Epílogo


Resultó  fácil llegar hasta la Máquina, conté con la ayuda incondicional de muchos  miembros de la organización que arriesgaron mucho para que yo lo consiguiera. Una vez allí comprobé que el funcionamiento de la Máquina era muy sencillo. Resultó todo tal como yo lo había planeado desde el principio. No hubo dificultades importantes. Así que dicté el organigrama al compilador de datos y sus mecanismos internos comenzaron a funcionar tal como yo esperaba. Todas las informaciones que me habían suministrado mis compañeros eran correctas.

No entiendo lo que pudo suceder después. La operación no salió según lo previsto. Quizás el organigrama no esteba bien elaborado, tal vez había que prever y ordenar  alguna cosa más, pudo ser que  no era el compilador quien debía recibir las órdenes, no sé, incluso puede ser que fallara yo al no prever el improbable caso de que le Máquina podía estar programada para actuar contra nosotros si alguna vez alguien le ordenaba lo que nosotros pretendíamos, tenía previsto reaccionar  si alguna vez esto llegaba a suceder. El asunto es que no salió como esperábamos.  Ella reaccionó a mi dictado y en apenas un instante  fui detenido por los guardias de seguridad, aislado sin poder entrar en contacto con nadie desde ese momento. A partir de aquí, supongo, toda la organización ha caído, desarticulando todas las redes de información y de pequeños actos de continuo sabotaje. Parece ser, según me han informado por pantalla, que nadie ha quedado a  salvo.

 En estos momentos estamos todos esperando el momento de nuestra ejecución en el más absoluto de los silencio. No se ha hecho pública nuestra detención ni nuestra posterior desintegración que será en nada, No les interesa que la gente sepa de nosotros, que tenga conocimiento de que había disidentes que luchaban contras su "bienestar". De este modo se desvanece el sueño de muchos de llegar un día ser libres. Pasarán años o tal vez siglos sin que nadie ose -recordando nuestro final- conspirar y atentar contra el Jefe. No habrá libertad para nadie, todos continuarán obedeciendo sus leyes y los caprichos de la Máquina.


No se nos puede culpar de nada: todo ha sido el resultado de un complejo programa que se comenzó hace mucho tiempo cuando las máquinas, cuando la técnica, se impusieron el hombre atrofiando sus valores propios de hombre y de ser humano transformándolo así también en máquina sin espíritu y por eso resultó fácil que los seres extraterrestres llegaran a someternos. No debió ocurrir nunca, mas entonces todo falló y nadie fue capaz de detener el proceso de deshumanización. Hoy ya es demasiado tarde. Todo se terminó y el mundo seguirá  recorriendo paso a paso su inexorable camino hacia su fatal  desenlace: la destrucción total: no hay otro remedio más  que aceptar lo inevitable como única medida redentora de la especie humana. Nos cabe el consuelo de que no lo veremos nosotros porque nunca más vendrán a buscarme  para ir delante del  Gran Jefe. Nunca más seré  torturado  para que delate a los míos, sé que los han detenido a todos sin que hayan sacado, que yo sea consciente, la más mínima información de mi mente.  Voy a ser desintegrado y todos mis datos y cuantas referencias de mi persona, de mi paso por la vida será borrados y reescritos. Jamás existí. Eso es todo. 

sábado, 10 de enero de 2015

NOS ROBARON EL AZÚCAR

Nos robaron el azúcar, sí todo el azúcar
y no  fue la ladrona precisamente una bruja
mientras nos complacíamos en otro lado
no fue con nocturnidad, sí con alevosía
desde entonces continúa esa  sangría
que en la absoluta miseria nos ha  dejado.
Sólo nosotros  con azúcar volveremos a ser,
azúcar  y muchísima agua que todo lo lava
y previamente el fuego que con todo acaba

nos quita el miedo y  así  podremos renacer.

jueves, 8 de enero de 2015

YA NO QUEDA AZÚCAR

Ya no queda azúcar par la noche
y mucho menos para mañana,
qué esperanza aguarda sin el azúcar
necesario para seguir adelante
sin esos miedos que atenazan,
sin posibles horizontes lejanos.
Sólo nos queda la larga noche
¿qué será de nosotros ahora
si no tenemos la capacidad
de reencontrar azúcar?.
Azúcar necesario para endulzar
la dureza de nuestros días,
azúcar que nos convenza
de que nosotros somos nosotros
y que nosotros somos azúcar.
Entonces si habrá azúcar
que permita salir de la noche
y podremos tener  mañana.

                          Barcelona a 8 de enero de  2015