ANDRÉS MARCO

martes, 21 de junio de 2011

EL MEJOR RELATO JAMÁS ESCRITO


Dicen que el mejor relato, el único, no se escribirá jamás. Es cierto. Digan lo que digan los críticos literarios es así. Sea cual sea el grado de perfección alcanzado en uno concreto, siempre será posible superarlo, escribir uno aún de más calidad. Por eso, el mejor relato jamás escrito es, sin lugar a dudas, éste:

RECAPITULACIÓN NÚMERO 8


Todos los relojes se desvanecen. Se estiran, se dilatan. Se quiebran. Son informes, gelatinosos, llenos de arrugas, como demasiado viejos. Distorsionados, sin límites precisos. Sin ningún rasgo que nos permita reconocerlos e identificarlos como lo que son: relojes para medir el tiempo. Se han transmutado. Han perdido el sentido. Su ritmo exacto. Su tictac tan característico e identificativo. Son sólo eso: masas informes y gelatinosas que se deshacen. Los relojes fluyen y se evaden. El tiempo en ellos sigue la misma tónica. T el tiempo huye. No hay ya ni horas ni minutos. Todos los segundos están dejando de existir. Total, ¿para qué?. Al fin se han dado cuenta que su mecánica siempre fue absurda. Uno tras otro, como borregos en el matadero, haciéndose compañía, siempre avanzando del mismo modo, siempre con la misma cadencia y reiteración, tan iguales a sí mismos que se hace imposible el identificarlos. Uno, dos, tres... siempre pareciendo el mismo, uno y único, que se repite hasta la saciedad desde el principio porque no tiene nada mejor que hacer. Ahora, por suerte, se han sublevado. Han roto las cadenas que los ataban a una dictadura mecánica sin sentido, la peor de todas las dictaduras. Ya no hay segundos, ni minutos, ni horas. Nunca más habrá tiempo.
Elijo una alternativa cualquiera. No es que tenga demasiadas a mano, pero he de hacer algo. Echo mi reloj de pulsera en un vaso de agua que tengo delante de mí. Se diluye con una ligera efervescencia hasta desaparecer integrado en el agua. Yo lo contemplo con aquiescencia. Me deleito en su fluir. Nunca más tendré reloj. Se ha incorporado al agua, ahora es líquido. Es ya para siempre agua. Un agua que lava, al fin, el tiempo, ¡lo purifica!. Ahora dispongo de un vaso lleno d horas, días, años... incluso es posible, por qué no, de siglos. La hegemonía del tiempo medido, cronometrado, controlador, ha sido derrocada. ¡Volvemos a sentirnos libres!. ¡Somos libres!. Se terminó para siempre el temor a llegar tarde. Podemos hacer lo que nos dé la gana. La gente, la inmensa mayoría, no lo comprenderá. Pero no importa, se dejan llevar siempre. No disponen ya de su principal punto de apoyo, su referencia matutina. Ya no hay referencias. Todos están asustados. Qué van a hacer ahora que no quedan relojes, ahora que ya no pueden medir el tiempo, ahora que ya no pueden decir las diez y cuarenta y siete minutos. Nadie osa formular la angustiosa pregunta: «¿Qué hora es?», porque comienzan a comprender que ya no hay respuesta posible. Es ahora todas las horas a la vez, y ninguna. Todo es posible. El ayer, el hoy y el mañana se funden en una masa informe para no volver a separarse jamás.
Estamos esperando a que los muertos resuciten, lo harán en breve, y retornen a sus hogares, de donde nunca debieron salir. Vagarán por los espacios finitos, sin apenas, en esta atmósfera cargada, nauseabunda, como ciegos sin bastón. Mientras, ese resplandor rojizo y diáfano, frío, aterrador, voraz en destruir cuanto encuentra a su paso avanza, lo va llenando todo. Demasiadas cosas están ocurriendo a la vez sin que seamos conscientes de ellas. Los cuerpos deambulan sin sentido, de un lado a otro, buscando lugares que antaño conocieron y que un día dejaron de ser como eran para ser transformados en diferentes. Reordenados, reestructurados, remozados. Los cambios que todo progreso conlleva. Se equivocan, continuamente vacilan, cambian de dirección. Con frecuencia muestran su irritación emitiendo extraños sonidos guturales. Son unos quejidos lastimeros que causan pavor a quienes los escuchamos. Están desarraigados. Afanosamente intentan dar con sus orígenes, con lo que otrora fue suyo. Así mismo, los que tenían que nacer lo hacen de golpe, a borbotones, con apresuramiento, sin comadrones que les atiendan en el parto. Todo lo inundan con sus lloros. Poco a poco también nosotros nos iremos diluyendo, estirándonos, alargándonos, quebrándonos. Resultaremos masas informes, gelatinosas, llenas de rugosidades. Iremos lentamente tomando posesión de las cosas y de los seres, que como nosotros, se van metamorfoseando, integrándonos en cuanto nos rodea, hasta formar una amorfidad universal y compacta que lo abarcará todo. Desaparecerán nuestros odios y envidias, nuestras miserias, nuestras pequeñas flaquezas y mezquindades, todas ellas hasta ahora tan humanas. No habrá más individualidades, así, en plural. Seremos, a partir de ese momento, Uno, Solo y Único.
Huiremos a los bosques. Correremos entre los árboles esperando a que sus ramas comiencen a licuarse y gotear. Veremos cómo se vienen abajo pausadamente, sin estrépitos. Este nuevo sol difuso que hay en el cielo no tendrá ningún problema para llegar hasta los lugares más recónditos. Y nosotros vagaremos de un lado a otro, sin percatarnos de que cada vez nuestros pies nos resultan más pesados. De que a cada momento que pasa, si es que pasa, no es más dificultoso movernos y avanzar. Dentro de muy poco nos veremos obligados a reptar por el suelo, entre la basura que todo lo abarca, confundiéndonos con el barro y el polvo, volviendo a nuestros orígenes: el polvo primigenio del que posiblemente un día surgimos. Será nuestro retorno al Origen, al «en un principio era el Verbo». Será nuestra reintegración con el Todo... Y los relojes se desvanecen, se estiran, se alargan, se quiebran. Y el tiempo se metamorfosea en la Nada Absoluta que todo lo invade y llena.
Otros, la inmensa mayoría, las masas informes, anónimas de siempre, se arrastrarán hasta sus cloacas habituales, confiando en encontrar en ellas esa protección que siempre buscaron y que ya nadie confía en hallar. Se amontonan los unos sobre los otros mientras el mundo sigue su lento caminar hacia ese destino escrutable que nos aguarda. Salimos como podemos de los bosques porque comienzan a hacerse visibles todos esos seres deformes y monstruosos que hasta el momento habíamos logrado que permanecieran ocultos a nuestros ojos en los parajes más recónditos e inhollados. Esperan agazapados, alejados de nosotros, de la civilización, porque nos resultan odiosos y detestables. Ellos fueron la consecuencia de los primeros accidentes nucleares. Avanzan en muchedumbre, otra masa informe y gelatinosa más. Van arrastrándose hacia donde nosotros estamos, hacia las grandes urbes convertidas en masas licuantes. Hay que intentar evitarlos como sea. Tenemos que desprendernos, quedarnos al margen, del acoso al que nos están sometiendo. Son demasiados acontecimientos que se superponen simultáneamente y que nos causan pavor. Sin que nos demos cuenta, de súbito, nos topamos con un grupo de personas aterradas que se dirigen hacia el bosque, hacia los seres informes que nos acosan sin darnos tregua. Intentamos explicarles lo que está ocurriendo, pero no quieren escucharnos. Es imposible que nos hagan caso. Ya nadie se fía de nadie. Todos se han vuelto locos. No queda escapatoria posible. No se puede razonar con dementes. Es mejor que se vayan y se enfrenten con la cruda realidad que les aguarda.
Les dejamos marchar porque este hecho supone para nosotros un alivio momentáneo, una solución pasajera a nuestra situación actual. Se destruirán mutuamente y ganaremos un tiempo que no existe. Se comerán los unos a los otros, sin que esté en nuestras manos nada para evitarlo. No importa, Total, qué más da ya. Regresamos lentamente, como podemos, arrastrándonos, par encontrarnos con los nuestros, con los que jamás debimos abandonar. Todos los muertos ya han resucitado, ya no hay tiempo. Estamos llegando al final, a la solución redentora. Sus gemidos lo llenan toda. Deambulan sin un punto de referencia de un lugar a otro como lo que son: simples muertos recién resucitados. La ciudad ha desaparecido del horizonte, no está ya en su sitio, sólo queda un enorme vacío negro. No hay nada. Nos sentamos en el suelo. Podríamos ponernos a charlar para pasar el tiempo, revisar en un diálogo fructífero muchos conceptos que siempre aceptamos como válidos y que ahora... analizar los errores que en su día se cometieron y que ya no permiten el retorno. Sin embargo, optamos por la alternativa más cómoda: permanecemos callados, mirándonos intensamente a los ojos, sin ver nada, asiéndonos con fuerza de las manos hasta clavarnos las uñas, Mientras, a lo lejos, va apareciendo parsimoniosamente nuestro irremediable final. Ya hemos llegado. Ya no hay Tiempo. La Memoria Colectiva permanece. Ahora es el Tiempo del Hacedor.

jueves, 16 de junio de 2011

SOMOS LOS INDIGNADOS

Somos los indignados
ante el Parlamento estamos
y sólo recibimos palos
porque nos manifestamos.

No queremos que nos tomen el pelo
y nos traten como a bobos,
no queremos ser los loros
desplumados en este atropello.
Defendemos a la gente del pueblo
de esto, eso y ... aquello,
queremos que los más ricos
dejen de considerarnos tonticos
que nuestros electos representantes
dejen de legislar para los mangantes
y del pueblo llano lleven el lamento
a donde debe ir: al Parlamento

jueves, 9 de junio de 2011

SÍ, TAMBIÉN YO ESTOY INDIGNADO

Sí, también yo estoy indignado
después de todo lo trabajado
a mis años sin fuelle ni resuello
viendo como ya no llega el sueldo.

Todo cada día está más caro
parece que trabajo para el banco,
nunca había visto tanto descaro:
quieren que veamos lo negro blanco.

Como la crisis yo no la he creado
sí, señores, estoy indignado y cabreado
viendo como ustedes se están forrando
con la de "ostias" que nos están dando.

Para que nuestras voces no se acallen
y los políticos y los bancos se callen
debemos, "que ya es hora", tomar la calle
y que nadie se ria nunca más de nadie.

miércoles, 8 de junio de 2011

SÍ, SOY UN AUTÉNTICO CHORIZO

Sí, soy un auténtico chorizo,
como político me eternizo,
en mis discursos rizo el rizo
y me rio de la madre que me hizo.
Sí, soy todo un político corrupto:
me forro entre exabruto y exabrupto
y tomo lo que quiero a lo bruto,
¡gracias por tu voto,pueblo palurdo!
que crees que lo hago para ti,so burro.
Yo estoy en política porque me forro,
lo que viene a mi bolsillo lo borro,
maestro del engaño y de la treta,
que si soy un animal político
y me da igual si parezco cínico,
es para chupar de la teta.