ANDRÉS MARCO

viernes, 27 de febrero de 2015

La caza


Nunca me había sentido tan solo y tan acompañado a la vez como hasta entonces. Estaba aturdido, tenía miedo a todo. Más que miedo era auténtico pavor. Sí, tenía un terror inexplicable. Estaba acompañado por mucha gente y sin embargo me sentía solo. Y yo tenía miedo. Todos estaban a mi alrededor. Apoyándome, animándome, intentando insuflarme el aliento necesario. Y yo estaba solo entre todos ellos. Solo, muy solo entre todos  ellos. Solo, muy solo entre toda aquella gente que iba y venía sin cesar.
Sentía frío, un frío glaciar que socavaba mi mente y todo mi ser. Me sentía intranquilo. Todo me daba miedo porque me sabía  solo entre tanta gente. Yo sabía que estaba solo; allí, en la calle llena de personas. Nadie me interesaba. Nada me llamaba la atención.
Me sabía perseguido. Todos me miraban y me observaban sin cesar. Yo lo sabía demasiado bien. Mi terror iba constantemente en aumento. Por momentos me sentía acosado por todas partes y yo  tenía claro que era incapaz de evitar aquel acoso. Estaba seguro de que al final acabarían conmigo.
Era algo inevitable y debía hacerme a la idea. El fin está cerca. Está muy próximo; ahí, delante de mí apenas a la vuelta de la esquina. Me alcanzarán y todo se habrá terminado...será la nada, la gran nada, la invencible nada, la inevitable nada que todo lo reduce y simplifica a la Nada.
En el fondo era magnífico. Pero tenía miedo. Me acosaban todos; especulaban con mi vida y esto me producía demasiada intranquilidad, y sobre todo inseguridad. Sabía que me perseguían, que me acosaban, mas no conocía a mis perseguidores. Podían ser cualesquiera de las personas que transitaban por la calle y que me miraban como si yo fuese algo anormal, un ser raro. Sospechaba de todos cuantos se cruzaban en mi camino,  de todos los que iban a mi lado, incluso de aquellos que ni tan siquiera se detenían a mirarme y para los cuales, con toda seguridad, pasaba desapercibido.
La cabeza me dolía mucho. En nada podían estallarme las sienes. Todo daba vueltas en torno mío, sentía por momentos que todo iba a acelerarse como en un enorme y loco tiovivo que en breve iba a saltar por los aires. Pero no. Debía evitarlo;   ellos no eran nadie para cogerme y ponerme fin a mi existencia. Era preciso  evitar lo inevitable y someterme a ello.
Subí las escaleras a todo correr y llegué a mi casa. Entré y cerré la puerta con llave entre jadeos. Estaba a salvo. Pero yo sabía que ellos estaban detrás de ésta esperando agazapados a  que yo saliera. Era fácil aguardar de esa forma. Más tarde o más temprano yo tendría que salir de casa y entonces llegaría el fin. Su cometido resultaba
sencillo: esperar y agarrarme.
Nunca me había sentido tan oprimido; estrechaban el cerco y éste se iba reduciendo a cada instante que pasaba. Intenté encontrar una evasión a todo y abrí la ventana para que entrara un poco de aire antes de asfixiarme. Llovía muy fuerte y el agua entraba dentro de mi habitación. Me vi forzado a cerrarla. Volvíamos a estar en la misma situación de antes. Yo dentro de mi casa, enjaulado sin barrotes y ellos acechando detrás de la puerta, estrechando el cerco que acabaría muy pronto con todo. Yo tenía plena conciencia de que ellos estaban allí pero no los oía. Aguardaban  silenciosos, sin hacer ruido, respirando muy despacio, esperando su momento que no podía tardar. Me dolía la cabeza, iba a explotarme, no podía soportar más aquella opresora situación de espera.
Me sabía víctima: mis cazadores  estaban ahí, me sabía cazado ya y yo no podía, ni debía, claro está, hacer nada en contra, mis cazadores simplemente aguardaban a que saltara delante de ellos la pieza para disparar sobre ella y después con calma recogerla y colgarla en el cinto para que todos viesen y supiesen de  su hazaña y de su pírrica victoria.
Las paredes cada vez más pequeñas se iban moviendo. Yo me daba perfecta cuenta de
que estaban detrás de la puerta, agazapados en la escalera, esperando...aguardando mi salida porque... tarde o temprano saldría... Era preciso salir... Si no salía... moriría aprisionado entre las paredes y esto no podía sucederme... Debía salir nuevamente a la calle para que continuara la cacería. Me daba perfecta cuenta de mi crítica situación...
¡Me obligaban a salir! Todos los elementos y todas las fuerzas se habían conjurado contra mi persona y...y yo era la víctima de todos ellos. No podía evitar nada. La suerte estaba echada... y cualquier maniobra mía para librarme de ellos no iba a servir absolutamente de nada... total, para qué.
Tomé la decisión... y salí a la calle... sí, salí. Sabía que estaban detrás de la puerta, en la escalera, agazapados, esperando... aguardando mi huída. Y yo salí porque me vi forzado a hacerlo, forzado a continuar con todo... no podía  permanecer más rato allí.
Me habían perseguido muchas veces y siempre había logrado escabullirme de ellos pero intuía que hoy era imposible, era el último día fijado para acabar conmigo. Tenían que atraparme y ponerme fin.  Así estaba escrito y así debía cumplirse. Los textos antiguos están para que se cumplan. Yo nada podía hacer.
Decidí abrir la puerta y que sucediera lo que tenía que suceder tal como estaba escrito. Salí a la calle. Llovía a cántaros. Apenas había movimiento en la calle ni se veía apenas nadie, sólo coches que pasaban a gran velocidad salpicándome de agua y barro. Yo me daba perfecta cuenta de todo: ellos estaban allí, dentro de esos coches siguiéndome, sin dejarse ver. Se creen, de hecho lo son, muy listos... pero yo soy más que ellos. Sé que no podré escabullirme otra vez de sus manos pero voy a hacer que les cuesta más de lo que presuponían: si quieren cogerme, que me cogerán, porque es su obligación, que suden lo suyo. No les voy a resultar una presa fácil. ¡Pueden estar seguros de ello! No me van a cazar de forma tan sencilla como tenían previsto desde un principio. Tendrán que ganarme.
A otros los atraparán con suma rapidez: sabiéndose presa no oponen resistencia. Pero yo no soy como los otros... yo soy distinto... diferente a todos los demás. No puedo, ni debo, dejarme atrapar así como así, sería demasiado sencillo.  Se han de ganar mi captura... me cogerán y pondrán fin a mi existencia pero de momento les está costando y aún se les voy a poner más difícil, No me voy a rendir. Me sé acosado por todas partes... pero por ahora aún no han podido definitivamente conmigo. Les costará darme caza porque yo soy más inteligente que ellos. Son muchos y yo estoy solo en medio de tanta gente. Eso es una ventaja a mi favor... soy más inteligente y voy a saber aprovecharla...de hecho ya me aprovecho de ello... por eso les cuesta tanto atraparme. Algún día lo harán; tal vez muy pronto,  con toda seguridad antes de lo que yo intuyo... y antes de lo que ellos se imaginan, pero que no les quepa duda de que les voy a dar trabajo. Podrán. Pero les va a costar lo suyo. ¡No es tan sencillo darme caza! Ellos lo  saben... y por eso se esconden... para que yo no les vea y no sepa dónde están. Como si yo fuese tonto y no me percatara de su presencia. Es lo mismo... sé que están ahí y eso me basta... siento su presencia... los huelo... ellos no lo saben pero yo sí lo sé... sé dónde están más o menos porque siento su presencia, su tufillo. Lo siento. Si no fuese así ya me habrían dado caza hace demasiado tiempo.
Lo que más me fastidia es que todo el mundo me mira. Todos... sí, todos me miran. Sí...
todos  saben que yo soy la víctima propicia, el cordero del sacrificio, todos saben de mi destino... y es por eso que me miran de ese modo tan provocativo, tan directo, tan abierto...me  señalan con el dedo y me hacen un obsceno gesto con ese dedo como si de rebanarme el gaznate se tratase. Ni tan siquiera se toman la molestia, la delicadeza, al menos por educación y saber guardar las formas, de ocultarlo, de hacerlo con discreción para que yo no me percate de que me miran de forma tan descarada. Pero no, me miran y me miran todos sin ocultar que me miran. Yo sé que ellos en el fondo... se ríen de mí. Todos conocen mi destino y a mis cazadores y por eso... sí, se ríen, se mofan, se divierten a mi costa... ¡como si yo fuese una atracción circense!...¿acaso lo soy? No. Yo soy una persona normal y corriente y las personas no son cazadas en los circos... o ¿sí lo son?... la verdad es que ya no lo sé.
No sé nada. La cabeza me da vueltas... gira y gira sin cesar... y es como si conocedora del final quisiese huir... también ella... desmembrándose de mi cuerpo para correr sola.. por su cuenta y riesgo... pero no podrá hacerlo... yo la sujetaré con mis manos muy fuerte para que no pueda desprenderse. No, no se irá. Si fuese así sería su final y éste no puede ocurrir así, ha de acabar conmigo, yo he de ser cazado por ellos... por mis perseguidores. Y son ellos quienes deben de poner fin a mi vida de la forma que les corresponda, incluida mi cabeza... han de hacerlo como les han dictado los de arriba... sí, tiene que ocurrir de esta forma... no puede ser de otra. Hay que someterse  y esperar. Y yo aguardaré hasta que el final llegue, hasta que la nada toe posesión de mí. Pero les va a costar... yo sé que les va a costar demasiado, no me voy a rendir, no me voy a dejar atrapar tan fácilmente... no, les voy a hacer sudar un poco más aún.
Me se acosado, perseguido, sentenciado, estoy como herido de muerte...eso es: de muerte, pero soy yo quien puede más que ellos. Llueve demasiado, todos me miran; esto no puedo aguantarlo más. Será mejor que regrese a casa; sí...eso es lo mejor...volveré a casa y me quitaré esta ropa mojada y me pondré otra seca. Sí, en casa estaré mejor que aquí...no me mojaré; estaré a salvo...eso es lo que ahora importa. Estaré mejor que en la calle, salvo por unas horas y calentito... eso es lo que ahora importa: permanecer encerrado  durante unas horas hasta que me vea forzado a salir de nuevo...
 No veo a nadie, se ha hecho de noche mientras huyo y en la noche es más fácil pasar inadvertido. No los veo pero ... siento su aliento, su presencia, sé que están cerca... siempre al acecho aguardando el mejor momento para saltar sobre mí, pero no van a poder hacerlo si no se apresuran: en casa voy a permanecer durante unas pocas horas a salvo.
Podrán esperar en la puerta hasta que yo salga. Mas esta vez no saldré. Eso... no saldré...y así no podrán cogerme...estaré siempre reguardado en  casa sin salir. Y ellos no podrán entrar... lo tienen prohibido; así en casa estaré a salvo; eso es, en casa estaré a salvo de ellos. Y mientras no podrán hacerme nada... Y eso es lo que importa, que no me cojan, que no me hagan nada...
Vienen detrás mío...me van a coger...he de correr, correr más que ellos y llegar a casa y allí estaré a salvo. Sí...he de correr, pero he de empezar cuando memos lo esperen ellos: he de intentar cogerlos por sorpresa...ahora es el momento oportuno de salir corriendo. Sí, los he cogido a traición, por sorpresa, pero no tardarán mucho en dar otra vez conmigo...he de apresurarme en llegar a casa; es lo único que tengo que hacer
...llegar a casa...llegar a casa...llegar a casa y cerrar la puerta y allí estaré a salvo.
Ya estoy al fin en  casa y no me han atrapado; cerraré la puerta y me echaré un rato en  la cama a descansar... Estoy muy cansado... descansaré toda la noche, puedo dormir tranquilo. He de dormir...estoy cansado y enfermo; eso me ha dicho el médico: estoy enfermo y he de hacer mucho reposo pero no puedo hacerlo. Ellos siempre están intentando cogerme. Sí, yo sé quiénes son ellos, el médico también es uno de ellos. Pero ahora estoy a salvo. Siento su presencia detrás de la puerta pero se tendrán que fastidiar esta vez porque  no pueden entrar y cogerme y ahora yo voy a dormir toda la noche, deberán esperar hasta mañana...
La cabeza me va a estallar, me duele mucho; las paredes...me aprisionarán... son ellos quienes las empujan y las mueven para atraparme...  pero esta vez no podrán conmigo. Me tomaré una pastilla para dormir y dormiré hasta mañana o tal vez hasta pasado mañana... y ellos tendrán que esperar, hasta es posible que esté siempre durmiendo y así no podrán cogerme nunca... eso: me tomaré dos  pastillas y dormiré mucho sin tener que temer nada... mientras duerma no podrán hacerme nada.

                                                 Epílogo


Paso un mes sin que nadie le viera ni oyera. Cesó el acoso. Un vecino un día al pasar por delante de su puerta notó un olor raro que fluía por debajo de la puerta. Avisó al portero y ambos subieron a ver lo que era. Lo encontraron tendido sobre su cama en un alto grado de descomposición. Boca abajo y maniatado con las manos en la espalda. La policía se llevó el cuerpo ya  putrefacto. El dictamen del forense fue rápido y sencillo: "suicidio causado por la toma de una alta dosis de somníferos". Sí, la solución dada por la policía era demasiado sencilla. Ellos no supieron nunca del acoso constante que este hombre sufrió. No llegaron nunca a saber que se había perpetrado una cacería humana y que la pieza a cazar era este hombre. O prefirieron no saberlo. Hasta es posible que todos estuvieran conjurados contra él:  quién puede asegurarlo, quién puede negarlo. 

sábado, 21 de febrero de 2015

ME FORMULO PREGUNTAS

Me formulo preguntas de transcendencia
y no encuentro  una respuesta cierta
nada más, y no es poco, me conformo
diciéndome que somos como somos,
no se sostiene ninguna  propuesta
que nos lleve a una clara evidencia:
por qué estamos sobre el planeta tierra
¿ de verdad, todos somos seres humanos?
quien lo crea así, es  seguro que yerra,
aceptemos  que somos animales con manos
que  vegetan  simplemente  en este planeta,
y que pasan  sin dejar la más mínima huella.


miércoles, 4 de febrero de 2015

Los moradores de la ciudad


 Imagínense ustedes que estamos en una ciudad nada pequeña, industrial, avanzada   técnicamente,  en la vanguardia del urbanismo. Una urbe tenida por modelo en donde todos sus habitantes son trabajadores muy  tenaces. Pues bien, sitúense señores en este bello marco y ahora escuchen la verdad de lo que aconteció hace algunos años en esta ciudad y que motivó la destrucción y las ruinas que ahora están ustedes viendo.
El despertar de la ciudad es todos los días sobre  las seis de la mañana, hora en la que sus ciudadanos se dirigen en toda clase de medios de transporte hasta sus respectivos lugares de trabajo. El medio más utilizado, sin lugar a dudas, es el metro por que es el más rápido, el más económico y en el que tiene más cabida la gente.
Como iba diciendo, eran las seis de la mañana cuando los habitantes de la ciudad se aglutinaban en la estación  de metro de la Plaza Mayor esperando que éste llegara. Entonces sucedería lo que sucede siempre: apretujones, pisotones, forcejeos, etc., para poder entrar a loa vagones, porque ya viene lleno desde la estación anterior. Pero tal día como hoy de hace ya veinte años no sucedió lo mismo. El público que esperaba se extrañó de ver llegar el tren completamente vacío. Al detenerse en el andén, las puertas se abrieron y entonces cundió el espanto. No era para menos, francamente. Los vagones estaban repletos de ratas enormes que enseñaban sus fauces al espantado gentío que observaba los restos de los viajeros procedentes de las estaciones anteriores.
Sí, es cierto, se podían ver los esqueletos de las víctimas, los huesos todavía mojados de sangre y de humor que producían un extraño brillo al reflejar la luz artificial de los vagones. Se podían ver restos de carne y de tendones demasiado duros que no habían sido aún limpiados del todo por los  roedores.
El espectáculo que ofrecían era espantoso, lúgubre, repugnante a la vez que sobrecogedor por intentar decirlo de algún modo, por intentar comprender lo que había sucedido. Imagínense ustedes que ahora en este andén -el mismo de entonces- llegara el tren con tan desoladora  y esperpéntica imagen. Háganse a la idea por unos instantes en su mente y piensen en cómo reaccionarían ustedes ante tanto hueso roído, ante tantos ríos de sangre y de humor que salían, desbordados, por las puertas de los vagones bañando las asquerosas patas de los horribles roedores.
Sí, efectivamente, el público apiñado en el andén del metro reaccionó tal como lo habrían hecho ustedes ante tan tétrica  escena, totalmente inasimilable para cualquier mente humana con un mínimo de sensibilidad. Un ejército de descomunales ratas grises y peludas comenzó a salir de todos los vagones amenazando a los viajeros de la estación, de esta estación.
Este hecho se producía simultáneamente en todas las estaciones en donde había gente: obligaron a la muchedumbre a subir hasta la calle. Allí empezaron a salir ratas desde todos los rincones, por todas las bocas de metro, por todas las alcantarillas. Había ratas por doquier. Eran millones y millones de grandes ratas grises. Era un espectáculo inmundo, inmensamente sobrecogedor: obligaba a mantener un rictus de desesperación a los desafortunados habitantes de esta gran urbe.
Ratas y más ratas amenazadoras, intimidadoras y una multitud paralizada permanecieron en la misa situación trágica a la vez que paralizante durante unas tres horas. Unas enseñando sus desafiantes fauces babeantes y los otros como congelados. Así hasta las nueve de la mañana en punto, hora en la que hizo acto de presencia un fastuoso cortejo por la boca del metro  de unas cien ratas todavía más descomunales, más asquerosas y sobre todo más repugnantes que se dirigieron con parsimonia  hasta el edificio del Ayuntamiento.
Las autoridades de la municipalidad, sabedoras de la situación y llenas de espanto, aguardaban en el balcón del edificio, que da a la plaza, observando tan siniestro espectáculo. Al llegar dicho cortejo frente al balcón, se oyó un grito aterrador que sobrecogió a todos: "hiiiiiiiiiiiihhhggggg" y entonces una masa inmensa de ratas se apiñaron en la plaza produciendo unas ordenadas circunvalaciones. Era como una tabla gimnástico festiva. Las autoridades que observaban desde el balcón pudieron leer el mensaje que les transmitían los pestilentes roedores en su agradable espectáculo visual.
El texto del comunicado, literalmente, era el que sigue:
“Hoy sábado de luna llena...exigimos de esta Comunidad...la entrega de doce doncellas...las más hermosas de la ciudad...desnudas como regalo a .... Yog Sothoth, dios del todo en uno...y del uno en todo. Este tributo...deberá pagarse todos los sábados...de luna llena a esta misma hora...De no hacerse así, lo sucedido en el metro...es muestra de nuestros poderes y de...lo que podemos hacer en represalia".
A la hora de haber sucedido esta demanda, eran entregadas a la legión de ratas las doce vírgenes más bellas de la ciudad como tributo al dios Yog Sothoth. El cortejo recogió el legado y marchó por donde horas antes hiciera su abominable aparición. En cuestión de segundos desaparecieron todos los habitantes de las inmundas y pestilentes profundidades dejando libres a los ciudadanos para que se pudieran sacudir el olor nauseabundo que reinaba y para que pudieran secarse el sudor glacial que aún bañaba sus cuerpos.
Aquel día nadie se reintegro a su trabajo, fue día de contrición, de inmenso dolor pero laboralmente festivo. Nadie se atrevió a salir a la calle no fueras a toparse de nuevo con los roedores. Nadie era capaz de asimilar lo que acababa de sucederles. Estaban aturdidos, atemorizados, sin capacidad de respuesta. La sensación era que habían vivido un sueño macabro y que en nada iban a despertar.
Las autoridades tomaron  medidas para hacer frente a aquel ejército de ratas. El siguiente sábado de luna llena al hacer acto de presencia los detestables roedores. columnas de voluntarios y  el total de policías y agentes de la autoridad movilizados por este motivo comenzaron a disparar ráfagas ininterrumpidas de ametralladora contra ellas, les arrojaron bombas incendiarias, cantidades inmensurables de gases letales, raticidas de todo tipo a toneladas, fuego con lanzallamas, pero no sucedió nada de todo cuanto esperaban conseguir así. Las ratas prosiguieron su lenta marcha en busca del tributo que les correspondía arrollando y destrozando cuanto obstáculo se interpuso en su camino. No había nada ni nada que pudiese detenerlas.
No quedo a la ciudad más remedio que hacer entrega de las jóvenes solicitadas.  Y una vez desaparecieron, brigadas especiales corrieron detrás de ellas para ver por dónde salían y entraban con el propósito de sellar el agujero. El cortejo se introdujo en el túnel del metro, por allí al fondo, en la negror del mismo y cuando sus perseguidores recorrieron toda la red de metro de la ciudad detenidamente, no encontraron el más mínimo resquicio por el que hubiese pasado, se habían ido sin dejar rastro.
Se comunicó el suceso nuevamente a las altas esferas de mandatarios del país, explicando con todo detalle, por absurdo que pudiese parecer,  todo lo ocurrido. Pero más bien no se les creyó, al menos no tal como lo narraban, era del todo impensable y así, de este modo, abandonaron a los habitantes de esta ciudad a su suerte, suponiendo que toda esta historia no era más que una broma de pésimo gusto.
Ante tal contrariedad, el municipio decidió que la próxima vez cuando entregaran las doce doncellas hermosas,  todas las jóvenes suelen serlo, que fueran lo más tontas posible, que fueran inútiles para que así la pérdida para la ciudad no fuera tan dura, mientras se tomaban medidas más eficaces contra tal plaga.
Y así se procedió la siguiente vez. El cortejo recogió a las doce desdichadas y marchó con ellas. No sucedió nada en especial. La gente se sometió con resignación a su suerte. Mientras la joven no fuese de nuestra familia, qué le vamos a hacer, es lo que nos toca pagar y como no queda otro remedio, si queremos vivir algo más tranquilos, pues nada, se hace efectiva la entrega y a esperar que llegue el mes próximo. Pero la sorpresa llegó al día siguiente, domingo, cuando a las once de la mañana -la hora de dirigirse a la iglesia a oír la santa misa- aparecieron nuevamente los batallones de ratas llenándolo todo. Poco después aparecieron los miembros del cortejo escoltando a una de las muchachas entregadas el día anterior. La joven llevaba en la mano un papel escrito con el siguiente texto:
"Nos han fallado. No esperábamos de ustedes, gente tan seria esto. Tengan mucho cuidado, nuestra paciencia tiene un límite y se agota enseguida.  Nos da igual que recluten a las  doncellas entre las muchachas totalmente  imbéciles. Pero percátense bien de que lo sean. Por lo visto esta joven, portadora del escrito, no es tan tonta como ustedes la creían. No es virgen y nosotros exigimos únicamente hermosura y virginidad. Como castigo  deberán entregarnos inmediatamente otras doce doncellas. Es  decir, volverán a pagarnos el tributo  pero esta vez será Nos mismo quien las va a  elegir“.
No hubo tiempo de hacer nada. Las mismas ratas se encargaron de escoger las doncellas necesarias. Y lo hicieron muy bien. Reclutaron a doce vírgenes, esas  púberes que jamás nadie habría entregado. Una vez las tuvieron reunidas, conocedoras de la misión que les había sido encomendada, se desnudaron. Algunas ratas entonces, llenas de júbilo, saltaron sobre las jóvenes y comenzaron un detallado y minucioso  examen de la mercancía elegida. Era un espectáculo maldito, infame, el ver como las ratas olían y corrían por torsos esculturales, limpios, inmaculados, llenos de pureza y juventud apenas alcanzada. Una imagen espantosa sacada de la más sádica historia sacrílega. Pero  esto no fue todo, hubo algo más asqueroso todavía, si es que puede haber algo más asqueroso aún. Una de las jóvenes, hija de una buena y respetable familia, se sintió, no tengo palabras para explicarlo mínimamente con exactitud, espero que ustedes sepan comprenderme. Al ver una rata sobre su dulce y adorable piel bronceada, sintió algo, escalofríos tal vez, e hizo un gesto con los hombros y tronco como queriendo sacudirse  al horrible ser que se deslizaba sobre su cuerpo. La rata se percató de  inmediato  del desafortunado y reflejo gesto y saltó sobre el  seno  izquierdo de la desamparada muchacha, casi niña aún, clavándole sus afilados dientes.
Imagínense por un momento el pavor que puede sentirse ante la escena compuesta  por una bella joven, virgen, como cristalina de piel, de larga cabellera negra, desnuda ante la muchedumbre, niña que descubre por primera vez sus vergüenzas al público que la quiera mirar, que observa, con una asquerosa rata colgando de uno de senos todavía sin acabar de hacerse pero muy tersos y bien modelados. No es nada agradable
¿verdad?  Pues es cierto, la horrible criatura que nunca debió  de existir quedó colgando del pecho izquierdo de la casi niña. No es una situación fácil para una doncella sin experiencia, para una jovencita que aún no ha abierto los ojos a la vida. Después que las examinaron con exquisito detenimiento, marcharon con ellas por donde habían salido, dejando a la  joven rechazada en medio de la gente.
Las autoridades hicieron examinar a ésta por un médico. Mostraba numerosos hematomas, dentelladas por todo el cuerpo, en especial en el monte de Venus, glúteos, pechos y piernas. Partes de su cuerpo estaban amarillentas, como si hubiesen sido expuestas a altas temperaturas. Su piel exhalaba  un olor nauseabundo, acre. Era insensible a toda forma externa de dolor. Fue imposible hablar con ella. Debió sufrir tanto dolor físico y psíquico que la inhabilitaron para el habla. Con toda seguridad la impresión que debió recibir desde el inicio debió ser tan tremenda que anuló para el resto de sus días sus capacidades psíquicas. Resultó imposible cualquier tipo de comunicación con ella, su mirada fija y perdida en el horizonte tal vez podía delatar lo que había sufrido.  Lo único que se pudo sonsacar de su experiencia fue, al cabo de unos días, unos  dibujos, apenas esbozos, que sin que nadie se los demandara ella misma trazó con un lápiz en una hoja de papel.
Eran formas diabólicas, semihumanas con cabezas caninas. Productos no acabados de
seres venidos del más allá desconocido, del inframundo del infierno. Siervos de Yog Sothoth, el dios maldito que habita en las profundidades del infinito. Seres siniestros que no pertenecen a este mundo, que están fuera del alcance de nuestro raciocinio. Intentó, con toda seguridad,  explicar mediante dibujos sus espantosas orgias desenfrenadas, inconfesables y sacrílegas en las que la protagonista era ella misma. Cultos y ritos que es preferible no conocer. Estaba ida, completamente en trance, loca para siempre Por suerte, transcurridos unos días  la muerte se apiadó de ella.
Las autoridades debieron comprender algo de lo que ella intentó explicarles porque decidieron no mandar nunca más otras doncellas a manos de tan endemoniadas entidades. Era preferible negarse a ello y aceptar el castigo impuesto por las ratas. Todo
antes que condenar a otra doncella a tan siniestra fiesta.
El sábado siguiente de luna llena no hubo vírgenes preparadas. Las ratas lo sabían y llegaron preparadas para cometer las atrocidades que mente humana es incapaz de imaginar o de aceptar como verídicas. Sólo, tomen como muestra, lo que de aquella ciudad modelo quedó cuando aquella plaga infernal se marchó.
A nivel oficial, tal suceso no ocurrió nunca. El desastre debió ser provocado por algún terremoto u otro agente físico similar y explicable por la mente humana.

Yo, hace ya tres años, encontré este desdichado relato, simplemente como libro de actas, entre les escombros de lo que una vez debió ser el ayuntamiento. Nadie me ha creído nunca  cuando les he mostrado ese relato. Es por eso que, señores de la comisión, he decidido traerlos hasta aquí, el lugar de los acontecimientos, testigo  mudo de todas las atrocidades que se cometieron entonces, para que me crean y desistan de la descabellada, y arriesgada,  idea de construir aquí un polígono industrial y de volver a  hacer habitable este lugar maldito para siempre, condenado a la desolación y al exterminio demoniaco. Las noches de sábado de luna llena, todavía se pueden escuchar en determinados lugares y momentos, voces y gritos que provienen de las profundidades. Todos los animales de la naturaleza huyeren de estos parajes y temen regresar. Por favor, señores de la comisión, creánme, intenten, aunque sólo sea, comprenderme y valoren mi relato. Y tengan en cuenta que la venganza de Yog Sothoth puede ser todavía peor.