ANDRÉS MARCO

viernes, 27 de febrero de 2015

La caza


Nunca me había sentido tan solo y tan acompañado a la vez como hasta entonces. Estaba aturdido, tenía miedo a todo. Más que miedo era auténtico pavor. Sí, tenía un terror inexplicable. Estaba acompañado por mucha gente y sin embargo me sentía solo. Y yo tenía miedo. Todos estaban a mi alrededor. Apoyándome, animándome, intentando insuflarme el aliento necesario. Y yo estaba solo entre todos ellos. Solo, muy solo entre todos  ellos. Solo, muy solo entre toda aquella gente que iba y venía sin cesar.
Sentía frío, un frío glaciar que socavaba mi mente y todo mi ser. Me sentía intranquilo. Todo me daba miedo porque me sabía  solo entre tanta gente. Yo sabía que estaba solo; allí, en la calle llena de personas. Nadie me interesaba. Nada me llamaba la atención.
Me sabía perseguido. Todos me miraban y me observaban sin cesar. Yo lo sabía demasiado bien. Mi terror iba constantemente en aumento. Por momentos me sentía acosado por todas partes y yo  tenía claro que era incapaz de evitar aquel acoso. Estaba seguro de que al final acabarían conmigo.
Era algo inevitable y debía hacerme a la idea. El fin está cerca. Está muy próximo; ahí, delante de mí apenas a la vuelta de la esquina. Me alcanzarán y todo se habrá terminado...será la nada, la gran nada, la invencible nada, la inevitable nada que todo lo reduce y simplifica a la Nada.
En el fondo era magnífico. Pero tenía miedo. Me acosaban todos; especulaban con mi vida y esto me producía demasiada intranquilidad, y sobre todo inseguridad. Sabía que me perseguían, que me acosaban, mas no conocía a mis perseguidores. Podían ser cualesquiera de las personas que transitaban por la calle y que me miraban como si yo fuese algo anormal, un ser raro. Sospechaba de todos cuantos se cruzaban en mi camino,  de todos los que iban a mi lado, incluso de aquellos que ni tan siquiera se detenían a mirarme y para los cuales, con toda seguridad, pasaba desapercibido.
La cabeza me dolía mucho. En nada podían estallarme las sienes. Todo daba vueltas en torno mío, sentía por momentos que todo iba a acelerarse como en un enorme y loco tiovivo que en breve iba a saltar por los aires. Pero no. Debía evitarlo;   ellos no eran nadie para cogerme y ponerme fin a mi existencia. Era preciso  evitar lo inevitable y someterme a ello.
Subí las escaleras a todo correr y llegué a mi casa. Entré y cerré la puerta con llave entre jadeos. Estaba a salvo. Pero yo sabía que ellos estaban detrás de ésta esperando agazapados a  que yo saliera. Era fácil aguardar de esa forma. Más tarde o más temprano yo tendría que salir de casa y entonces llegaría el fin. Su cometido resultaba
sencillo: esperar y agarrarme.
Nunca me había sentido tan oprimido; estrechaban el cerco y éste se iba reduciendo a cada instante que pasaba. Intenté encontrar una evasión a todo y abrí la ventana para que entrara un poco de aire antes de asfixiarme. Llovía muy fuerte y el agua entraba dentro de mi habitación. Me vi forzado a cerrarla. Volvíamos a estar en la misma situación de antes. Yo dentro de mi casa, enjaulado sin barrotes y ellos acechando detrás de la puerta, estrechando el cerco que acabaría muy pronto con todo. Yo tenía plena conciencia de que ellos estaban allí pero no los oía. Aguardaban  silenciosos, sin hacer ruido, respirando muy despacio, esperando su momento que no podía tardar. Me dolía la cabeza, iba a explotarme, no podía soportar más aquella opresora situación de espera.
Me sabía víctima: mis cazadores  estaban ahí, me sabía cazado ya y yo no podía, ni debía, claro está, hacer nada en contra, mis cazadores simplemente aguardaban a que saltara delante de ellos la pieza para disparar sobre ella y después con calma recogerla y colgarla en el cinto para que todos viesen y supiesen de  su hazaña y de su pírrica victoria.
Las paredes cada vez más pequeñas se iban moviendo. Yo me daba perfecta cuenta de
que estaban detrás de la puerta, agazapados en la escalera, esperando...aguardando mi salida porque... tarde o temprano saldría... Era preciso salir... Si no salía... moriría aprisionado entre las paredes y esto no podía sucederme... Debía salir nuevamente a la calle para que continuara la cacería. Me daba perfecta cuenta de mi crítica situación...
¡Me obligaban a salir! Todos los elementos y todas las fuerzas se habían conjurado contra mi persona y...y yo era la víctima de todos ellos. No podía evitar nada. La suerte estaba echada... y cualquier maniobra mía para librarme de ellos no iba a servir absolutamente de nada... total, para qué.
Tomé la decisión... y salí a la calle... sí, salí. Sabía que estaban detrás de la puerta, en la escalera, agazapados, esperando... aguardando mi huída. Y yo salí porque me vi forzado a hacerlo, forzado a continuar con todo... no podía  permanecer más rato allí.
Me habían perseguido muchas veces y siempre había logrado escabullirme de ellos pero intuía que hoy era imposible, era el último día fijado para acabar conmigo. Tenían que atraparme y ponerme fin.  Así estaba escrito y así debía cumplirse. Los textos antiguos están para que se cumplan. Yo nada podía hacer.
Decidí abrir la puerta y que sucediera lo que tenía que suceder tal como estaba escrito. Salí a la calle. Llovía a cántaros. Apenas había movimiento en la calle ni se veía apenas nadie, sólo coches que pasaban a gran velocidad salpicándome de agua y barro. Yo me daba perfecta cuenta de todo: ellos estaban allí, dentro de esos coches siguiéndome, sin dejarse ver. Se creen, de hecho lo son, muy listos... pero yo soy más que ellos. Sé que no podré escabullirme otra vez de sus manos pero voy a hacer que les cuesta más de lo que presuponían: si quieren cogerme, que me cogerán, porque es su obligación, que suden lo suyo. No les voy a resultar una presa fácil. ¡Pueden estar seguros de ello! No me van a cazar de forma tan sencilla como tenían previsto desde un principio. Tendrán que ganarme.
A otros los atraparán con suma rapidez: sabiéndose presa no oponen resistencia. Pero yo no soy como los otros... yo soy distinto... diferente a todos los demás. No puedo, ni debo, dejarme atrapar así como así, sería demasiado sencillo.  Se han de ganar mi captura... me cogerán y pondrán fin a mi existencia pero de momento les está costando y aún se les voy a poner más difícil, No me voy a rendir. Me sé acosado por todas partes... pero por ahora aún no han podido definitivamente conmigo. Les costará darme caza porque yo soy más inteligente que ellos. Son muchos y yo estoy solo en medio de tanta gente. Eso es una ventaja a mi favor... soy más inteligente y voy a saber aprovecharla...de hecho ya me aprovecho de ello... por eso les cuesta tanto atraparme. Algún día lo harán; tal vez muy pronto,  con toda seguridad antes de lo que yo intuyo... y antes de lo que ellos se imaginan, pero que no les quepa duda de que les voy a dar trabajo. Podrán. Pero les va a costar lo suyo. ¡No es tan sencillo darme caza! Ellos lo  saben... y por eso se esconden... para que yo no les vea y no sepa dónde están. Como si yo fuese tonto y no me percatara de su presencia. Es lo mismo... sé que están ahí y eso me basta... siento su presencia... los huelo... ellos no lo saben pero yo sí lo sé... sé dónde están más o menos porque siento su presencia, su tufillo. Lo siento. Si no fuese así ya me habrían dado caza hace demasiado tiempo.
Lo que más me fastidia es que todo el mundo me mira. Todos... sí, todos me miran. Sí...
todos  saben que yo soy la víctima propicia, el cordero del sacrificio, todos saben de mi destino... y es por eso que me miran de ese modo tan provocativo, tan directo, tan abierto...me  señalan con el dedo y me hacen un obsceno gesto con ese dedo como si de rebanarme el gaznate se tratase. Ni tan siquiera se toman la molestia, la delicadeza, al menos por educación y saber guardar las formas, de ocultarlo, de hacerlo con discreción para que yo no me percate de que me miran de forma tan descarada. Pero no, me miran y me miran todos sin ocultar que me miran. Yo sé que ellos en el fondo... se ríen de mí. Todos conocen mi destino y a mis cazadores y por eso... sí, se ríen, se mofan, se divierten a mi costa... ¡como si yo fuese una atracción circense!...¿acaso lo soy? No. Yo soy una persona normal y corriente y las personas no son cazadas en los circos... o ¿sí lo son?... la verdad es que ya no lo sé.
No sé nada. La cabeza me da vueltas... gira y gira sin cesar... y es como si conocedora del final quisiese huir... también ella... desmembrándose de mi cuerpo para correr sola.. por su cuenta y riesgo... pero no podrá hacerlo... yo la sujetaré con mis manos muy fuerte para que no pueda desprenderse. No, no se irá. Si fuese así sería su final y éste no puede ocurrir así, ha de acabar conmigo, yo he de ser cazado por ellos... por mis perseguidores. Y son ellos quienes deben de poner fin a mi vida de la forma que les corresponda, incluida mi cabeza... han de hacerlo como les han dictado los de arriba... sí, tiene que ocurrir de esta forma... no puede ser de otra. Hay que someterse  y esperar. Y yo aguardaré hasta que el final llegue, hasta que la nada toe posesión de mí. Pero les va a costar... yo sé que les va a costar demasiado, no me voy a rendir, no me voy a dejar atrapar tan fácilmente... no, les voy a hacer sudar un poco más aún.
Me se acosado, perseguido, sentenciado, estoy como herido de muerte...eso es: de muerte, pero soy yo quien puede más que ellos. Llueve demasiado, todos me miran; esto no puedo aguantarlo más. Será mejor que regrese a casa; sí...eso es lo mejor...volveré a casa y me quitaré esta ropa mojada y me pondré otra seca. Sí, en casa estaré mejor que aquí...no me mojaré; estaré a salvo...eso es lo que ahora importa. Estaré mejor que en la calle, salvo por unas horas y calentito... eso es lo que ahora importa: permanecer encerrado  durante unas horas hasta que me vea forzado a salir de nuevo...
 No veo a nadie, se ha hecho de noche mientras huyo y en la noche es más fácil pasar inadvertido. No los veo pero ... siento su aliento, su presencia, sé que están cerca... siempre al acecho aguardando el mejor momento para saltar sobre mí, pero no van a poder hacerlo si no se apresuran: en casa voy a permanecer durante unas pocas horas a salvo.
Podrán esperar en la puerta hasta que yo salga. Mas esta vez no saldré. Eso... no saldré...y así no podrán cogerme...estaré siempre reguardado en  casa sin salir. Y ellos no podrán entrar... lo tienen prohibido; así en casa estaré a salvo; eso es, en casa estaré a salvo de ellos. Y mientras no podrán hacerme nada... Y eso es lo que importa, que no me cojan, que no me hagan nada...
Vienen detrás mío...me van a coger...he de correr, correr más que ellos y llegar a casa y allí estaré a salvo. Sí...he de correr, pero he de empezar cuando memos lo esperen ellos: he de intentar cogerlos por sorpresa...ahora es el momento oportuno de salir corriendo. Sí, los he cogido a traición, por sorpresa, pero no tardarán mucho en dar otra vez conmigo...he de apresurarme en llegar a casa; es lo único que tengo que hacer
...llegar a casa...llegar a casa...llegar a casa y cerrar la puerta y allí estaré a salvo.
Ya estoy al fin en  casa y no me han atrapado; cerraré la puerta y me echaré un rato en  la cama a descansar... Estoy muy cansado... descansaré toda la noche, puedo dormir tranquilo. He de dormir...estoy cansado y enfermo; eso me ha dicho el médico: estoy enfermo y he de hacer mucho reposo pero no puedo hacerlo. Ellos siempre están intentando cogerme. Sí, yo sé quiénes son ellos, el médico también es uno de ellos. Pero ahora estoy a salvo. Siento su presencia detrás de la puerta pero se tendrán que fastidiar esta vez porque  no pueden entrar y cogerme y ahora yo voy a dormir toda la noche, deberán esperar hasta mañana...
La cabeza me va a estallar, me duele mucho; las paredes...me aprisionarán... son ellos quienes las empujan y las mueven para atraparme...  pero esta vez no podrán conmigo. Me tomaré una pastilla para dormir y dormiré hasta mañana o tal vez hasta pasado mañana... y ellos tendrán que esperar, hasta es posible que esté siempre durmiendo y así no podrán cogerme nunca... eso: me tomaré dos  pastillas y dormiré mucho sin tener que temer nada... mientras duerma no podrán hacerme nada.

                                                 Epílogo


Paso un mes sin que nadie le viera ni oyera. Cesó el acoso. Un vecino un día al pasar por delante de su puerta notó un olor raro que fluía por debajo de la puerta. Avisó al portero y ambos subieron a ver lo que era. Lo encontraron tendido sobre su cama en un alto grado de descomposición. Boca abajo y maniatado con las manos en la espalda. La policía se llevó el cuerpo ya  putrefacto. El dictamen del forense fue rápido y sencillo: "suicidio causado por la toma de una alta dosis de somníferos". Sí, la solución dada por la policía era demasiado sencilla. Ellos no supieron nunca del acoso constante que este hombre sufrió. No llegaron nunca a saber que se había perpetrado una cacería humana y que la pieza a cazar era este hombre. O prefirieron no saberlo. Hasta es posible que todos estuvieran conjurados contra él:  quién puede asegurarlo, quién puede negarlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario