Nunca
me había sentido tan solo y tan acompañado a la vez como hasta entonces. Estaba
aturdido, tenía miedo a todo. Más que miedo era auténtico pavor. Sí, tenía un
terror inexplicable. Estaba acompañado por mucha gente y sin embargo me sentía
solo. Y yo tenía miedo. Todos estaban a mi alrededor. Apoyándome, animándome,
intentando insuflarme el aliento necesario. Y yo estaba solo entre todos ellos.
Solo, muy solo entre todos ellos. Solo, muy
solo entre toda aquella gente que iba y venía sin cesar.
Sentía
frío, un frío glaciar que socavaba mi mente y todo mi ser. Me sentía
intranquilo. Todo me daba miedo porque me sabía solo entre tanta gente. Yo sabía que estaba solo;
allí, en la calle llena de personas. Nadie me interesaba. Nada me llamaba la
atención.
Me
sabía perseguido. Todos me miraban y me observaban sin cesar. Yo lo sabía
demasiado bien. Mi terror iba constantemente en aumento. Por momentos me sentía
acosado por todas partes y yo tenía
claro que era incapaz de evitar aquel acoso. Estaba seguro de que al final acabarían
conmigo.
Era
algo inevitable y debía hacerme a la idea. El fin está cerca. Está muy próximo;
ahí, delante de mí apenas a la vuelta de la esquina. Me alcanzarán y todo se
habrá terminado...será la nada, la gran nada, la invencible nada, la inevitable
nada que todo lo reduce y simplifica a la Nada.
En
el fondo era magnífico. Pero tenía miedo. Me acosaban todos; especulaban con mi
vida y esto me producía demasiada intranquilidad, y sobre todo inseguridad. Sabía
que me perseguían, que me acosaban, mas no conocía a mis perseguidores. Podían
ser cualesquiera de las personas que transitaban por la calle y que me miraban
como si yo fuese algo anormal, un ser raro. Sospechaba de todos cuantos se cruzaban
en mi camino, de todos los que iban a mi
lado, incluso de aquellos que ni tan siquiera se detenían a mirarme y para los
cuales, con toda seguridad, pasaba desapercibido.
La
cabeza me dolía mucho. En nada podían estallarme las sienes. Todo daba vueltas
en torno mío, sentía por momentos que todo iba a acelerarse como en un enorme y
loco tiovivo que en breve iba a saltar por los aires. Pero no. Debía evitarlo; ellos no eran nadie para cogerme y ponerme fin
a mi existencia. Era preciso evitar lo
inevitable y someterme a ello.
Subí
las escaleras a todo correr y llegué a mi casa. Entré y cerré la puerta con
llave entre jadeos. Estaba a salvo. Pero yo sabía que ellos estaban detrás de
ésta esperando agazapados a que yo saliera.
Era fácil aguardar de esa forma. Más tarde o más temprano yo tendría que salir
de casa y entonces llegaría el fin. Su cometido resultaba
sencillo:
esperar y agarrarme.
Nunca
me había sentido tan oprimido; estrechaban el cerco y éste se iba reduciendo a
cada instante que pasaba. Intenté encontrar una evasión a todo y abrí la
ventana para que entrara un poco de aire antes de asfixiarme. Llovía muy fuerte
y el agua entraba dentro de mi habitación. Me vi forzado a cerrarla. Volvíamos
a estar en la misma situación de antes. Yo dentro de mi casa, enjaulado sin
barrotes y ellos acechando detrás de la puerta, estrechando el cerco que acabaría
muy pronto con todo. Yo tenía plena conciencia de que ellos estaban allí pero
no los oía. Aguardaban silenciosos, sin
hacer ruido, respirando muy despacio, esperando su momento que no podía tardar.
Me dolía la cabeza, iba a explotarme, no podía soportar más aquella opresora
situación de espera.
Me
sabía víctima: mis cazadores estaban
ahí, me sabía cazado ya y yo no podía, ni debía, claro está, hacer nada en
contra, mis cazadores simplemente aguardaban a que saltara delante de ellos la
pieza para disparar sobre ella y después con calma recogerla y colgarla en el
cinto para que todos viesen y supiesen de su hazaña y de su pírrica victoria.
Las
paredes cada vez más pequeñas se iban moviendo. Yo me daba perfecta cuenta de
que
estaban detrás de la puerta, agazapados en la escalera, esperando...aguardando
mi salida porque... tarde o temprano saldría... Era preciso salir... Si no
salía... moriría aprisionado entre las paredes y esto no podía sucederme... Debía
salir nuevamente a la calle para que continuara la cacería. Me daba perfecta
cuenta de mi crítica situación...
¡Me
obligaban a salir! Todos los elementos y todas las fuerzas se habían conjurado
contra mi persona y...y yo era la víctima de todos ellos. No podía evitar nada.
La suerte estaba echada... y cualquier maniobra mía para librarme de ellos no
iba a servir absolutamente de nada... total, para qué.
Tomé
la decisión... y salí a la calle... sí, salí. Sabía que estaban detrás de la
puerta, en la escalera, agazapados, esperando... aguardando mi huída. Y yo salí
porque me vi forzado a hacerlo, forzado a continuar con todo... no podía permanecer más rato allí.
Me
habían perseguido muchas veces y siempre había logrado escabullirme de ellos
pero intuía que hoy era imposible, era el último día fijado para acabar
conmigo. Tenían que atraparme y ponerme fin.
Así estaba escrito y así debía cumplirse. Los textos antiguos están para
que se cumplan. Yo nada podía hacer.
Decidí
abrir la puerta y que sucediera lo que tenía que suceder tal como estaba
escrito. Salí a la calle. Llovía a cántaros. Apenas había movimiento en la
calle ni se veía apenas nadie, sólo coches que pasaban a gran velocidad
salpicándome de agua y barro. Yo me daba perfecta cuenta de todo: ellos estaban
allí, dentro de esos coches siguiéndome, sin dejarse ver. Se creen, de hecho lo
son, muy listos... pero yo soy más que ellos. Sé que no podré escabullirme otra
vez de sus manos pero voy a hacer que les cuesta más de lo que presuponían: si
quieren cogerme, que me cogerán, porque es su obligación, que suden lo suyo. No
les voy a resultar una presa fácil. ¡Pueden estar seguros de ello! No me van a
cazar de forma tan sencilla como tenían previsto desde un principio. Tendrán
que ganarme.
A
otros los atraparán con suma rapidez: sabiéndose presa no oponen resistencia.
Pero yo no soy como los otros... yo soy distinto... diferente a todos los
demás. No puedo, ni debo, dejarme atrapar así como así, sería demasiado
sencillo. Se han de ganar mi captura...
me cogerán y pondrán fin a mi existencia pero de momento les está costando y
aún se les voy a poner más difícil, No me voy a rendir. Me sé acosado por todas
partes... pero por ahora aún no han podido definitivamente conmigo. Les costará
darme caza porque yo soy más inteligente que ellos. Son muchos y yo estoy solo
en medio de tanta gente. Eso es una ventaja a mi favor... soy más inteligente y
voy a saber aprovecharla...de hecho ya me aprovecho de ello... por eso les
cuesta tanto atraparme. Algún día lo harán; tal vez muy pronto, con toda seguridad antes de lo que yo
intuyo... y antes de lo que ellos se imaginan, pero que no les quepa duda de
que les voy a dar trabajo. Podrán. Pero les va a costar lo suyo. ¡No es tan
sencillo darme caza! Ellos lo saben... y
por eso se esconden... para que yo no les vea y no sepa dónde están. Como si yo
fuese tonto y no me percatara de su presencia. Es lo mismo... sé que están ahí
y eso me basta... siento su presencia... los huelo... ellos no lo saben pero yo
sí lo sé... sé dónde están más o menos porque siento su presencia, su tufillo.
Lo siento. Si no fuese así ya me habrían dado caza hace demasiado tiempo.
Lo
que más me fastidia es que todo el mundo me mira. Todos... sí, todos me miran.
Sí...
todos saben que yo soy la víctima propicia, el
cordero del sacrificio, todos saben de mi destino... y es por eso que me miran
de ese modo tan provocativo, tan directo, tan abierto...me señalan con el dedo y me hacen un obsceno
gesto con ese dedo como si de rebanarme el gaznate se tratase. Ni tan siquiera
se toman la molestia, la delicadeza, al menos por educación y saber guardar las
formas, de ocultarlo, de hacerlo con discreción para que yo no me percate de
que me miran de forma tan descarada. Pero no, me miran y me miran todos sin ocultar
que me miran. Yo sé que ellos en el fondo... se ríen de mí. Todos conocen mi
destino y a mis cazadores y por eso... sí, se ríen, se mofan, se divierten a mi
costa... ¡como si yo fuese una atracción circense!...¿acaso lo soy? No. Yo soy
una persona normal y corriente y las personas no son cazadas en los circos... o
¿sí lo son?... la verdad es que ya no lo sé.
No
sé nada. La cabeza me da vueltas... gira y gira sin cesar... y es como si
conocedora del final quisiese huir... también ella... desmembrándose de mi
cuerpo para correr sola.. por su cuenta y riesgo... pero no podrá hacerlo... yo
la sujetaré con mis manos muy fuerte para que no pueda desprenderse. No, no se
irá. Si fuese así sería su final y éste no puede ocurrir así, ha de acabar
conmigo, yo he de ser cazado por ellos... por mis perseguidores. Y son ellos
quienes deben de poner fin a mi vida de la forma que les corresponda, incluida
mi cabeza... han de hacerlo como les han dictado los de arriba... sí, tiene que
ocurrir de esta forma... no puede ser de otra. Hay que someterse y esperar. Y yo aguardaré hasta que el final
llegue, hasta que la nada toe posesión de mí. Pero les va a costar... yo sé que
les va a costar demasiado, no me voy a rendir, no me voy a dejar atrapar tan fácilmente...
no, les voy a hacer sudar un poco más aún.
Me
se acosado, perseguido, sentenciado, estoy como herido de muerte...eso es: de
muerte, pero soy yo quien puede más que ellos. Llueve demasiado, todos me
miran; esto no puedo aguantarlo más. Será mejor que regrese a casa; sí...eso es
lo mejor...volveré a casa y me quitaré esta ropa mojada y me pondré otra seca. Sí,
en casa estaré mejor que aquí...no me mojaré; estaré a salvo...eso es lo que
ahora importa. Estaré mejor que en la calle, salvo por unas horas y
calentito... eso es lo que ahora importa: permanecer encerrado durante unas horas hasta que me vea forzado a
salir de nuevo...
No veo a nadie, se ha hecho de noche mientras
huyo y en la noche es más fácil pasar inadvertido. No los veo pero ... siento
su aliento, su presencia, sé que están cerca... siempre al acecho aguardando el
mejor momento para saltar sobre mí, pero no van a poder hacerlo si no se
apresuran: en casa voy a permanecer durante unas pocas horas a salvo.
Podrán
esperar en la puerta hasta que yo salga. Mas esta vez no saldré. Eso... no
saldré...y así no podrán cogerme...estaré siempre reguardado en casa sin salir. Y ellos no podrán entrar... lo
tienen prohibido; así en casa estaré a salvo; eso es, en casa estaré a salvo de
ellos. Y mientras no podrán hacerme nada... Y eso es lo que importa, que no me
cojan, que no me hagan nada...
Vienen
detrás mío...me van a coger...he de correr, correr más que ellos y llegar a casa
y allí estaré a salvo. Sí...he de correr, pero he de empezar cuando memos lo
esperen ellos: he de intentar cogerlos por sorpresa...ahora es el momento oportuno
de salir corriendo. Sí, los he cogido a traición, por sorpresa, pero no tardarán
mucho en dar otra vez conmigo...he de apresurarme en llegar a casa; es lo único
que tengo que hacer
...llegar
a casa...llegar a casa...llegar a casa y cerrar la puerta y allí estaré a
salvo.
Ya
estoy al fin en casa y no me han
atrapado; cerraré la puerta y me echaré un rato en la cama a descansar... Estoy muy cansado... descansaré
toda la noche, puedo dormir tranquilo. He de dormir...estoy cansado y enfermo; eso
me ha dicho el médico: estoy enfermo y he de hacer mucho reposo pero no puedo
hacerlo. Ellos siempre están intentando cogerme. Sí, yo sé quiénes son ellos, el
médico también es uno de ellos. Pero ahora estoy a salvo. Siento su presencia
detrás de la puerta pero se tendrán que fastidiar esta vez porque no pueden entrar y cogerme y ahora yo voy a
dormir toda la noche, deberán esperar hasta mañana...
La
cabeza me va a estallar, me duele mucho; las paredes...me aprisionarán... son
ellos quienes las empujan y las mueven para atraparme... pero esta vez no podrán conmigo. Me tomaré una
pastilla para dormir y dormiré hasta mañana o tal vez hasta pasado mañana... y
ellos tendrán que esperar, hasta es posible que esté siempre durmiendo y así no
podrán cogerme nunca... eso: me tomaré dos pastillas y dormiré mucho sin tener que temer
nada... mientras duerma no podrán hacerme nada.
Epílogo
Paso
un mes sin que nadie le viera ni oyera. Cesó el acoso. Un vecino un día al pasar
por delante de su puerta notó un olor raro que fluía por debajo de la puerta. Avisó
al portero y ambos subieron a ver lo que era. Lo encontraron tendido sobre su
cama en un alto grado de descomposición. Boca abajo y maniatado con las manos
en la espalda. La policía se llevó el cuerpo ya
putrefacto. El dictamen del forense fue rápido y sencillo: "suicidio
causado por la toma de una alta dosis de somníferos". Sí, la solución dada
por la policía era demasiado sencilla. Ellos no supieron nunca del acoso
constante que este hombre sufrió. No llegaron nunca a saber que se había
perpetrado una cacería humana y que la pieza a cazar era este hombre. O
prefirieron no saberlo. Hasta es posible que todos estuvieran conjurados contra
él: quién puede asegurarlo, quién puede
negarlo.
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