ANDRÉS MARCO

jueves, 6 de noviembre de 2014

Ángel Simón Izquierdo


                                 Ángel Simón Izquierdo



No es cierto que - como dicen las malas lenguas: todos sabemos de sobras que siempre las ha habido y que siempre las habrá: viejas chismosas que no tienen nada mejor que hacer, meras serpientes de lengua viperina, culebrillas más bien escondidas entre la maleza a la espera de una presa cómoda- Ángel Simón Izquierdo yendo una vez en el autobús, se negara a levantarse para cederle su asiento a su madre - Luisa Izquierdo Montoro -  que, para más detalle, estaba embarazada. Ángel quería hacerlo, no deseaba otra cosa más que levantarse y  decirle a su progenitora: "Siéntese, señora, es un placer cederle mi sitio", para que ella, ante tal signo de cortesía, respondiera toda calmosa: "¡Oh! no, por favor, no se moleste por mí. Voy bien de pie" y él le habría replicado entonces: "Si no es ninguna molestia, es más, es para mí un placer poder cederle mi asiento, señora", y ella le habría contestado a su vez -con una sonrisa en los labios, demostrándole así su amos de madre y su agradecimiento, dirigiéndose a él y a sus ocasionales acompañantes de vehículo - :"Muchas gracias, ¡qué joven tan amable! Sí, porque es una norma de buena conducta y señal de persona educada el ceder el sitio a las señoras en el autobús, en especial  si la señora en cuestión está embarazada y además es la propia madre de uno. Y Ángel Simón es un joven muy educado, atento y servicial, incluso -me atrevería yo a decir- resulta algo chapado a la antigua en cuanto a su comportamiento en materias de urbanidad y de convivencia social. Sin embargo, y aunque pueda parecer mentira, no lo hizo. Ángel Simón no se levantó de su asiento en el autobús para cederlo a su madre. Deseaba más que nadie el hacerlo, quería que ella se sentara allí y se sintiera por una vez orgullosa de tener un hijo  así, mas no pudo moverse, le fue totalmente imposible. Una fuerza mayor le retenía y le obligaba a abstenerse de hacerlo. Sabía que todo el mundo en el autobús le miraba, estaban pendientes de él y le señalaban con el dedo diciendo: "Ese es un mal hijo. Es el hijo que se niega a levantarse y ceder su sitio en el autobús a su propia madre. ¡Desgraciado!, conocedor además  que ella está embarazada".  Sí, en una primera apreciación del problema, resulta incomprensible, inexplicable, pero es cierta: Ángel Simón Izquierdo no llegó a tomar la decisión de levantarse cuando él, como hombre educado que era, quería hacerlo. Por qué reaccionó así. Se podría especular largamente sobre la actitud del hijo, sobre los motivos que le indujeron a no levantarse y no cederle su asiento a su propia madre. Pero cometeríamos, con toda seguridad, muchos equívocos si lo hiciéramos ya que no estamos  en posesión de toda la verdad y menos aún de la mente de Ángel Simón para analizarla e intentar encontrar en su pensamiento más recóndito  dichas causas, para intentar acertar con los hilos de pensamiento que en aquellos momentos tan singulares rondaban por el córtex de este hijo desagradecido, en opinión de muchos. Todo ello supondría llegar a conclusiones totalmente falsas que nunca pasaron por la cabeza del sujeto en cuestión. Lo normal hubiese sido que Ángel Simón Izquierdo se levantara y su madre se sentara en su lugar, con lo que todo el problema que en aquel momento se planteó habría quedado resuelto. O bien, incluso habría resultado una solución también oportuna que la madre no hubiese cogido nunca el autobús en el que viajaba su propio hijo y de este modo tan simple no habrían pasado un rato tan malo y bochornoso ambos. No obstante, y como ya apuntaba yo antes, no es que Ángel Simón no quisiera ceder su plaza a su madre, sino que era algo más complicado lo que estaba sucediendo entre los dos seres. Sí, él, que habría resultado siempre un hijo  bien educado y condescendiente con su madre no pudo materialmente cederle su asiento en el autobús. La razón de ello resulta obvia y sencilla: Ángel Simón lzquierdo no pudo ceder nunca su sitio a nadie en ningún  autobús, ni siquiera a su propia madre, porque Ángel Simón Izquierdo no llegó nunca a
nacer.  Él era el motivo del embarezo de su madre  y ésta,  presuponiendo de forma anticipada y errónea la posible actitud de su hijo de no cederle su asiento, le castigó provocando el aborto del mismo a los seis meses de su gestación. Así pues, el culpable no fue Ángel Simón, sino su propia madre que le negó la posibilidad de comportarse educadamente con ella. Sí, Ángel Simón lzquierdo sólo existió antes de nacer, en la placenta de su madre, porque ésta abortó antes de que el niño viese la luz por vez primera. Fue una  auténtica lástima que ahora todos sentimos demasiado aunque quién sabe, a lo mejor la decisión de su madre fue la acertada- que Ángel no llegara nunca a ser una realidad palpable, porque no cabe duda que habría sido un joven lleno del máximo espíritu cívico y no habría dudado nunca de ceder su asiento en el autobús no sólo a su madre sino a cualquier otra persona, tal como las normas de buena conducta social dictaminan.