Ángel
Simón Izquierdo
No
es cierto que - como dicen las malas lenguas: todos sabemos de sobras que
siempre las ha habido y que siempre las habrá: viejas chismosas que no tienen
nada mejor que hacer, meras serpientes de lengua viperina, culebrillas más bien
escondidas entre la maleza a la espera de una presa cómoda- Ángel Simón
Izquierdo yendo una vez en el autobús, se negara a levantarse para cederle su
asiento a su madre - Luisa Izquierdo Montoro - que, para más detalle, estaba embarazada. Ángel
quería hacerlo, no deseaba otra cosa más que levantarse y decirle a su progenitora: "Siéntese, señora,
es un placer cederle mi sitio", para que ella, ante tal signo de cortesía,
respondiera toda calmosa: "¡Oh! no, por favor, no se moleste por mí. Voy
bien de pie" y él le habría replicado entonces: "Si no es ninguna molestia,
es más, es para mí un placer poder cederle mi asiento, señora", y ella le habría
contestado a su vez -con una sonrisa en los labios, demostrándole así su amos
de madre y su agradecimiento, dirigiéndose a él y a sus ocasionales
acompañantes de vehículo - :"Muchas gracias, ¡qué joven tan amable! Sí, porque
es una norma de buena conducta y señal de persona educada el ceder el sitio a
las señoras en el autobús, en especial si la señora en cuestión está embarazada y
además es la propia madre de uno. Y Ángel Simón es un joven muy educado, atento
y servicial, incluso -me atrevería yo a decir- resulta algo chapado a la
antigua en cuanto a su comportamiento en materias de urbanidad y de convivencia
social. Sin embargo, y aunque pueda parecer mentira, no lo hizo. Ángel Simón no
se levantó de su asiento en el autobús para cederlo a su madre. Deseaba más que
nadie el hacerlo, quería que ella se sentara allí y se sintiera por una vez
orgullosa de tener un hijo así, mas no
pudo moverse, le fue totalmente imposible. Una fuerza mayor le retenía y le obligaba
a abstenerse de hacerlo. Sabía que todo el mundo en el autobús le miraba, estaban
pendientes de él y le señalaban con el dedo diciendo: "Ese es un mal hijo.
Es el hijo que se niega a levantarse y ceder su sitio en el autobús a su propia
madre. ¡Desgraciado!, conocedor además que ella está embarazada". Sí, en una primera apreciación del problema, resulta
incomprensible, inexplicable, pero es cierta: Ángel Simón Izquierdo no llegó a tomar
la decisión de levantarse cuando él, como hombre educado que era, quería hacerlo.
Por qué reaccionó así. Se podría especular largamente sobre la actitud del hijo,
sobre los motivos que le indujeron a no levantarse y no cederle su asiento a su
propia madre. Pero cometeríamos, con toda seguridad, muchos equívocos si lo hiciéramos
ya que no estamos en posesión de toda la
verdad y menos aún de la mente de Ángel Simón para analizarla e intentar encontrar
en su pensamiento más recóndito dichas causas,
para intentar acertar con los hilos de pensamiento que en aquellos momentos tan
singulares rondaban por el córtex de este hijo desagradecido, en opinión de muchos.
Todo ello supondría llegar a conclusiones totalmente falsas que nunca pasaron
por la cabeza del sujeto en cuestión. Lo normal hubiese sido que Ángel Simón Izquierdo
se levantara y su madre se sentara en su lugar, con lo que todo el problema que
en aquel momento se planteó habría quedado resuelto. O bien, incluso habría resultado
una solución también oportuna que la madre no hubiese cogido nunca el autobús
en el que viajaba su propio hijo y de este modo tan simple no habrían pasado un
rato tan malo y bochornoso ambos. No obstante, y como ya apuntaba yo antes, no
es que Ángel Simón no quisiera ceder su plaza a su madre, sino que era algo más
complicado lo que estaba sucediendo entre los dos seres. Sí, él, que habría
resultado siempre un hijo bien educado y
condescendiente con su madre no pudo materialmente cederle su asiento en el
autobús. La razón de ello resulta obvia y sencilla: Ángel Simón lzquierdo no pudo
ceder nunca su sitio a nadie en ningún autobús,
ni siquiera a su propia madre, porque Ángel Simón Izquierdo no llegó nunca a
nacer.
Él era el motivo del embarezo de su madre
y ésta, presuponiendo de forma anticipada y errónea la
posible actitud de su hijo de no cederle su asiento, le castigó provocando el aborto
del mismo a los seis meses de su gestación. Así pues, el culpable no fue Ángel
Simón, sino su propia madre que le negó la posibilidad de comportarse educadamente
con ella. Sí, Ángel Simón lzquierdo sólo existió antes de nacer, en la placenta
de su madre, porque ésta abortó antes de que el niño viese la luz por vez primera.
Fue una auténtica lástima que ahora
todos sentimos demasiado aunque quién sabe, a lo mejor la decisión de su madre
fue la acertada- que Ángel no llegara nunca a ser una realidad palpable, porque
no cabe duda que habría sido un joven lleno del máximo espíritu cívico y no habría
dudado nunca de ceder su asiento en el autobús no sólo a su madre sino a
cualquier otra persona, tal como las normas de buena conducta social dictaminan.
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