ANDRÉS MARCO

lunes, 14 de febrero de 2011

FIDEL





¡Qué frío hace!. Me duelen los huesos; también la  tripa. Tengo hambre. Anoche no vino Manuela, y por tanto no comí nada. Con su cuerpo pegado al mío se está muy bien, me da calor. Hasta que el sol nos da a los dos en la cara. Acurrucaditos. Ella pega su culo contra mi barriga, en el hueco que yo le hago al pegar mis piernas contra las suyas. Y entonces yo, me da vergüenza reconocerlo, se me pone muy tiesa, muy tiesa. Vamos, que me empino y Manuela se da cuenta. Ella se pone cachonda también cuando siente mi verga entre sus nalgas, justo en la raja de su culo. Y yo me aprieto a ella  y ella comienza a culear hasta que ya no aguanto más e intento subirle las faldas y bajarle las bragas. “ Follar, follar”, le musito con exigencia en mi premura de correrme. Manuela se hace como la estrecha, como que no quiere. Pero yo sé que a ella también le gusta que se la meta hasta bien adentro, con fuerza, aunque ya esté algo vieja y ya no le venga la sangre cada mes. Mejor que sea así, pienso yo. De este modo no la dejaré preñada. Porque tener un hijo ni hablar, yo no lo quiero. No puede vivir con nosotros todo el día en la calle. Necesita escuela y todo eso que la gente con dinero tiene. Y como yo no tengo trabajo, ni techo, ni donde caerme muerto que sea mío, pues no, no puedo tener un hijo con Manuela.
A Manuela le gusta cogerme el pijo entre las manos, como si fuese nuestro niño y le habla con palabras muy dulces –“ mi rey, mi chiquitín, mi grandote, mi alma”-, todas esas cosas que nunca me dice a mí y que tanto me gustaría oírlas. Manuela no está del todo bien de la chola. Hace tiempo que no coordina bien las ideas, como puedo hacer yo. La culpa, para mí, es de los pegamentos y plásticos que huele. No importa, no me importa demasiado porque Manuela no es mi mujer, ni falta que me hace. Como digo yo, no estamos casados  ni nada. Me busca por las noches en este rincón del parque o cuando hace mucho frío en la boca del metro y pasamos la noche con nuestros cuerpos pegados para darnos calor cuando al amanecer aprieta y los cartones y plásticos que nos ponemos encima no nos tapan lo suficiente. Manuela tiene una manta vieja y andrajosa, como ella, pero la muy puñetera sólo la quiere para ella. Sólo me deja un trozo a cambio de que la deje jugar un rato nada más con mi muñeco.
Lo coge entre las manos con delicadeza, y lo acaricia y da besos muy suaves y largos, y me lame el capullo y entonces a mí se me hincha e hincha hasta hacerme daño hasta que siento que me va a estallar. Entonces le cojo la cabeza con los dos manos y la urjo: “Chupa, chupa, toda dentro de la boca que ya viene la leche”. Y ella me ordeña con la boca el pito y lo exprime hasta que ya no sale nada más y yo no aguanto de gusto y ella saca de la boca ese chorro largo y espeso que yo he soltado y que tanto le gusta a Manuela. Entonces lo esparce con ambas manos por sus mejillas y se lava el cutis, como ella dice, para tener la piel fina y tersa, como las señoritingas ricachonas, que esas por no mamar una buena polla compran la leche en tarros en las farmacias. Y lo que le digo yo a Manuela: “mira que serán guarras las tías esas, mira que comprar la leche de hombre seca en pomada para ponérsela en la cara y en las manos, con lo fácil que resulta comer una buena polla y no gastarse un duro”. Porque, además, seguro  que se lo pasarían de lo más bien. Porque, como dice Manuela, no hay nada mejor en el mundo que comer una buena polla.
Me sigue doliendo la tripa y tengo hambre. Y Manuela sigue sin venir. Ella siempre lleva algo que mascar en las bolsas. Necesito desayunar pronto. Pero quién se levanta y se pone a buscar en los contenedores de la basura si por la noche los camiones los vacían y aún no hay nada dentro. Los bares, en donde podrían darme un bocadillo de los que les sobraron ayer todavía no están abiertos. Y aquí, con ese rayo de sol en mi cara se empieza a estar bien. Si estuviera Manuela.  Me falta Manuela, de pensar en ella se me está poniendo dura y no tengo sus nalgas para restregarme entre ellas, pasarla entre sus piernas, buscar su chocho siempre abierto y cogerla por detrás, como los perros. “Follar.. follar, necesito follar”. Me falta su culear sabrosón, su ritmo lento al inicio, apresurado luego y jadeante hacia el final mientras yo pienso en otras cosas porque siento que ya me viene y he de aguantar un poco más, para que ella también lo sea; pienso en el bigote del tipo de la bodega que me regala las latas de cerveza a cambio de que yo me la ponga y pasee por el bar con ella en el cipote. Yo le pido: “Cerveza, cerveza”, y él me la da a condición de que la aguante en equilibrio en la polla. A mí no me importa hacerlo, lo único que quiero es la cerveza. Y tú, Manuela te sigues moviendo y te pones aún más cachonda y mueves mejor las caderas, a pesar de tus años y de que ya no estás para según que trotes, y yo acelero el ritmo mientras tú me gritas, cogiéndome  por las orejas: “Más, Fidel; más”, ya fuera  de ti y me das pellizcos en las piernas, que siempre las tengo llenas de morados por culpa tuya. “Más, Fidel, venga que ya llegamos”. Y yo sigo dándole a la cintura y tú le das a la cintura hasta que el sudor corre por nuestras frentes y exhaustos, me dejo ir dentro de ti mientras tú te relames y me dices: “¡Qué polvo, Fidel, qué polvo!”.
Todas las mañanas es igual, follamos hasta que ya no podemos más y luego nos levantamos, buscamos la fuente del parque y nos lavamos, porque ninguno de los dos somos guarros ni queremos descuidarnos. Seremos pobres, indigentes que dicen ahora los que no quieren ser libres como nosotros, pero no dejados, que eso es otra cosa. Luego vagará cada uno por su lado buscándonos la vida, como hace cualquier otro hijo de vecino, pero sin tener que fichas ni hacer reverencias a nadie. Y al anochecer regresaré a mi rincón del parque, ahora que ya estamos en primavera, y esperaré sin dormirme hasta que Manuela llegue y se tumbe a mi lado y pegue su culo a mi barriga  y nos durmamos los dos dándonos ese calor que nuestros cuerpos tanto reclaman y necesitan. Y luego, después del amanecer, con el primer claro del día Manuela empezará a culear sobre mi verga hasta ponérmela tiesa y cuando yo no pueda aguantar ya  más brame: “Follar, follar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario