ANDRÉS MARCO

lunes, 14 de febrero de 2011

CRISANTO

  




¿Eres tú, Crisanto?. Sí. Aunque no me lo digas. Sé que eres tú. ¡Qué huevos tienes!. Siempre tan igual a tí mismo. Nadie ni nada te hará cambiar. Claro que a tus años es normal. Es imposible que nos enderecen. Mírate ahora, haciendo de imagen santa. No, si ya lo decía tu madre: «Mi Crisantico algún día hará honor a su nombre: Cristo Santo». Y eso que no te faltan méritos para todo lo contrario, y muchos.
¿Te acuerdas de aquel Jueves Santo en que entraste en pelotas en la iglesia cuando el mosén estaba levantando el cáliz?. ¿Cómo iba a ser si no?. Tú, mientras los demás cumplíamos con el rigor y el miedo, tan tranquilo en tu cama. Hasta que tu casa comenzó a arder. Alguien insinuó luego que aquello había sido un atisbo del fuego del infierno, en donde, seguro, acabarías. Pero tú no hacías ya caso a esas monsergas. Se quemaba y apagar el fuego era lo que te importaba. Tal como ibas entraste en la iglesia gritando: «A mí, que se quema mi casa». Tú, allí, solo, en medio del pasillo. Todos los bancos mirándote, tal como te parió tu madre. ¡Qué huevos tuviste aquel día!. Pasando de guardia civil, alcalde, cura y del que se te pusiera por delante. Siempre igual a tí mismo. Como aquel otro Jueves Santo en que colgaste la albarda del macho en el balcón cuando pasaba la procesión por debajo. Aquella noche te llevaron al cuartel y tú... qué. Saliste al cabo de dos días tan tranquilo, baldado, eso sí, porque la somanta de palos que te dieron fue de órdago. Pero tú, con la cabeza bien alta. ¿Fue orgullo o cojones?. Como si no hubiese pasado nada. Ya lo decía mi madre: «Al Crisanto le erraron el nombre».
Y vete por dónde, ahora montando el cristo en medio de Las Ramblas. Rodeado de gente. Todo a cambio de unas miserables monedas. ¿Tantos palos te han dado?. ¿Todos en el mismo sitio?. Sí, ya se, Crisanto, que no puedes ni moverte, pero no importa, me alegro de haberte visto. ¿Cuántos años ya?. ¿Veinte?. ¿Veinticinco?. ¡Qué importa!. Ahora ya somos dos viejos esperando el hoyo. La vida ya no puede hacernos más mellas. No importa, Crisanto, no importa. Tú sigue aquí, subido ahí, sin moverte, impertérrito. Otro día volveré a pasar y seguiremos pegando hebra. Hasta entonces pues, Crisanto. No, yo no te echo unas monedas. Somos paisanos y entre paisanos ya se sabe...

                              Barcelona 19 febrero 1997
                  
                                   Andrés  Marco

No hay comentarios:

Publicar un comentario