ANDRÉS MARCO

viernes, 18 de febrero de 2011

EL AGUJERO


Hoy me he vuelto a poner  aquella chaqueta. Una chaqueta vieja y sobada que  desde hace demasiado tiempo tenía olvidada dentro del armario. Los que me conocen pensarán que  esto es imposible; ellos saben que nunca visto este tipo de prendas. Sin embargo debo aclarar  que esta chaqueta corresponde a una época de mi vida muy anterior y aún hoy me pregunto por qué la he conservado hasta  ahora. Tal vez se deba a un mero  descuido mío. Sencillamente, no me acordaba de su  existencia. El hecho es que esta mañana  al abrir el armario como cada día  con otro propósito he oído que me decía con voz suplicante: “Hoy me toca a mí, hoy me toca a mí. Por favor, cógeme hoy a mí”. De modo mecánico y casi sin pensar en lo que estaba haciendo me la he puesto y he salido con ella a la calle. Como todas las mañanas he cerrado la puerta de casa con llave, y en vez de guardar el llavero en el pantalón lo he metido en el bolsillo de la chaqueta.
A media mañana me he percatado de que no notaba en el pantalón el acostumbrado peso de todos los días, el frío metálico de las llaves contra mi pierna. Al principio me he  preocupado  un poco por esta  ausencia. ¿Las habré perdido? Después, recapacitando, he caído  en la cuenta de que  las había puesto en el bolsillo de la chaqueta. Introduciendo la mano  en el  mismo las he buscado para asegurarme que así había sido, pero allí no había nada. Nervioso he recorrido con los  dedos todo el  fondo del mismo, pero no, tan sólo un pequeño agujero  en una de las esquinas por el que apenas  podría pasar un dedo. He pensado que de seguro se habían deslizado por el mismo y sin detenerme a pensarlo he decidido ir a por ellas.
Primero  he introducido un  dedo con algo de dificultad, a continuación el brazo y finalmente, con gran esfuerzo, he pasado todo mi cuerpo. Aquello estaba muy oscuro. No se veía nada, así que me he visto obligado a tener que ir palpando las cosas como haría un ciego para abrirme camino. Luego, poco a poco, mi vista se ha ido acostumbrando a esa oscuridad casi total y, entonces sí, he podido distinguir  muchas  cosas. Hay  túneles y pasadizos por todas partes que conducen a donde están almacenadas  toda esa  serie de cosas que siempre perdemos, o al menos dejamos olvidadas eternamente, en el fondo de un bolsillo de una chaqueta cualquiera.
Se ha consumido todo  el día  mientras yo deambulaba de un lado a otro buscando las llaves sin que hayan aparecido por ninguna parte. He encontrado bastantes  objetos cuya concurrencia  desconocía, y otros que puede que  en alguna  ocasión  echara en falta y cuyo  paradero me  resultaba ignoto. Yo antes tenía  el hábito de meter en los bolsillos  todos aquellos enseres que me atraían por algún motivo y todo cuanto tenía y me sobraba.
Ahora  he vuelto  a ver  y recordar  su efímera  existencia y los tiempos en que fueron una realidad para mí. De este modo he pasado un día muy grato y placentero. La verdad es que estoy fascinado con haber tenido la suerte de reencontrarlos. Sólo hay una cosa  que me preocupa un poco: también yo me he perdido por el agujero, en  el fondo  del bolsillo de  mi chaqueta, y ahora  no soy capaz de encontrar la salida del mismo. Tengo miedo de que al final, y eso resultaría desastroso para mí, llegue a olvidarme de mí mismo metido en el bolsillo de mi chaqueta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario