Hoy me he vuelto a poner aquella chaqueta. Una chaqueta vieja y sobada que desde hace demasiado tiempo tenía olvidada dentro del armario. Los que me conocen pensarán que esto es imposible; ellos saben que nunca visto este tipo de prendas. Sin embargo debo aclarar que esta chaqueta corresponde a una época de mi vida muy anterior y aún hoy me pregunto por qué la he conservado hasta ahora. Tal vez se deba a un mero descuido mío. Sencillamente, no me acordaba de su existencia. El hecho es que esta mañana al abrir el armario como cada día con otro propósito he oído que me decía con voz suplicante: “Hoy me toca a mí, hoy me toca a mí. Por favor, cógeme hoy a mí”. De modo mecánico y casi sin pensar en lo que estaba haciendo me la he puesto y he salido con ella a la calle. Como todas las mañanas he cerrado la puerta de casa con llave, y en vez de guardar el llavero en el pantalón lo he metido en el bolsillo de la chaqueta.
A media mañana me he percatado de que no notaba en el pantalón el acostumbrado peso de todos los días, el frío metálico de las llaves contra mi pierna. Al principio me he preocupado un poco por esta ausencia. ¿Las habré perdido? Después, recapacitando, he caído en la cuenta de que las había puesto en el bolsillo de la chaqueta. Introduciendo la mano en el mismo las he buscado para asegurarme que así había sido, pero allí no había nada. Nervioso he recorrido con los dedos todo el fondo del mismo, pero no, tan sólo un pequeño agujero en una de las esquinas por el que apenas podría pasar un dedo. He pensado que de seguro se habían deslizado por el mismo y sin detenerme a pensarlo he decidido ir a por ellas.
Primero he introducido un dedo con algo de dificultad, a continuación el brazo y finalmente, con gran esfuerzo, he pasado todo mi cuerpo. Aquello estaba muy oscuro. No se veía nada, así que me he visto obligado a tener que ir palpando las cosas como haría un ciego para abrirme camino. Luego, poco a poco, mi vista se ha ido acostumbrando a esa oscuridad casi total y, entonces sí, he podido distinguir muchas cosas. Hay túneles y pasadizos por todas partes que conducen a donde están almacenadas toda esa serie de cosas que siempre perdemos, o al menos dejamos olvidadas eternamente, en el fondo de un bolsillo de una chaqueta cualquiera.
Se ha consumido todo el día mientras yo deambulaba de un lado a otro buscando las llaves sin que hayan aparecido por ninguna parte. He encontrado bastantes objetos cuya concurrencia desconocía, y otros que puede que en alguna ocasión echara en falta y cuyo paradero me resultaba ignoto. Yo antes tenía el hábito de meter en los bolsillos todos aquellos enseres que me atraían por algún motivo y todo cuanto tenía y me sobraba.
Ahora he vuelto a ver y recordar su efímera existencia y los tiempos en que fueron una realidad para mí. De este modo he pasado un día muy grato y placentero. La verdad es que estoy fascinado con haber tenido la suerte de reencontrarlos. Sólo hay una cosa que me preocupa un poco: también yo me he perdido por el agujero, en el fondo del bolsillo de mi chaqueta, y ahora no soy capaz de encontrar la salida del mismo. Tengo miedo de que al final, y eso resultaría desastroso para mí, llegue a olvidarme de mí mismo metido en el bolsillo de mi chaqueta.
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