ANDRÉS MARCO

jueves, 28 de julio de 2011

EL CÍRCULO

 El círculo no es nada más que eso: un círculo. Su tamaño depende de  cómo se quiera: mirar: para unos  parece demasiado grande, para  otros todo lo contrario: pequeño, tal vez incluso demasiado diminuto, siempre hay determinadas personas que siempre tienen algo que objetar a todas estas cosas: nunca estarán de acuerdo. Mas no nos vamos a pelear por eso. El círculo es y está ahí y no hay nada más a añadir en lo que respecta a esta cuestión. Cualquier persona aunque lo quiera y busque por doquier no puede pertenecer al círculo. En este aspecto sí que es estrecho y restringido. Pero también quiero decir, ahora y antes de proseguir, para evitar confusiones y comentarios fútiles, que somos muchos los miembros que pertenecemos al mismo; lo que significa que es grande, amplio y numeroso. Es decir, que existe una enorme ambigüedad en todo lo referente  al mismo. En especial si nos dedicamos, que lo vamos a hacer, a indagar sobre sus orígenes. Lo cierto es que data de  tiempos inmemoriales. Es ancestral por antonomasia. Su fundación se pierde en los orígenes más remotos de la protohistoria: cualquier investigación en este sentido resultará siempre vana. Y no es que no queden vestigios, y hasta documentos litógrafos, de aquellos tiempos hablando del círculo. Los hay, pero pertenecen al círculo y nadie que no pertenezca al círculo puede llegar hasta ellos.. La prohibición es muy dura y estricta en este sentido. Hay quienes han intentado investigar por cuenta y riesgo propio al respecto, pero por suerte para el círculo hay una ingente cantidad de tierra sobre ellos que siempre impide que puedan proseguir con sus pesquisas, ustedes ya me entienden.. Sin embargo, todos los miembros del círculo, en especial los que somos más antiguos, lo sabemos todo sobre el mismo. Es nuestra obligación, pues no se pertenece al círculo sin haber cursado antes un cierto período de iniciación en el que se estudian muchas cosas referentes al mismo, y no sólo sobre su origen y fundadores, sino todo, incluso aquello que luego queda vedado para el neófito: los ritos y prácticas mágicas que un día se abogó, y se logró, desterrar , aunque no se han olvidado, por lo cruento de las mismas.
Son muchos los que se preguntan el por qué del árbol, el círculo dorado a modo de sol, la campana y la serpiente en nuestros emblemas, así como el por qué de nuestro rito de las doncellas, que no voy a desvelar ahora, dado que nos pertenece por completo y tengo prohibido desentrañar. Entiéndanme: no es que no desee hacerlo o que no quiera, nada más lejos de mi voluntad, pero las normas sobre este punto soy muy concisas y duras. Podría hacerlo, pero como miembro del círculo me niego a hacerlo dado que podría poner en peligro la continuidad del mismo. Y no es que yo sea radical del todo al respecto, quizás no sucedería nada y el círculo seguiría su camino sin trabas de ninguna índole. Pero , tal vez, sólo tal vez, supondría un riesgo inútil que no estoy dispuesto a correr aunque, de querer, sé que podríamos exponernos al mismo sin ninguna reticencia ni miedo. No creo que haya nadie hoy capaz de hacer tambalear sus cimientos, ni tan siquiera hacer una pequeña mella, nuestra cohesión siempre ha sido demasiado consistente, no en vano llevamos tantos y tantos siglos existiendo sin sufrir apenas percances. Haberlos, los ha  habido, y algunos de  ellos nos han obligado a replantearnos nuestra misión y el modo de llevarla a cabo.  Esto en el fondo ha sido bueno y nos ha ido muy bien, pues así el círculo ha ido  evolucionando y  se ha adaptado a nuevos modos y nuevas épocas y puede que aquí estribe la razón de su  larga longevidad inmaculada. Mas no hablemos más este tema tan escabroso y, también hay que reconocerlo aunque me duela, peligroso. Es preferible que me expanda en  otros aspectos más sutiles y fundamentales que también competen y atañen al círculo. Así por ejemplo, y por citar algo de pasada nada más, voy a hacer hincapié en la periodicidad de nuestras reuniones.
 En primer lugar, no puedo indicar la cadencia de nuestras reuniones porque también pesa sobre este particular la prohibición que hace que el círculo sea tan desconocido  para los profanos en el tema  y , así mismo, para todos aquellos que no pertenecen al mismo. De todos modos sí puedo señalar que las fechas de reunión no siguen  un calendario fijo sino un encadenamiento lógico según unas normas que datan de la remota época en que se fundó y que hacen que los espaciamientos sean más o menos largos en función de toda una serie de sucesos y leyes que nos rigen y que me está vedado el revelar. Me limitaré, eso sí puedo hacerlo,  a especificar que antes de que nos reunamos en asamblea todos los miembros, o bien una parte de los hermanos del círculo, es necesario que la campana haya sido colocada en las ramas del árbol seleccionado para esa ocasión, árbol cuya especie y emplazamiento me guardaré muy mucho de aclarar, y que haya transcurrido  el tiempo prudencial antes de que el viento que sopla y las fuerzas cósmicas hagan tañer a la campana llamándonos a asamblea. Nosotros, estemos donde estemos, los  más veteranos y mejor colocados dentro de nuestra inamovible  jerarquía interna, al oír el anuncio de que va a haber una nueva sesión y que somos convocados a la misma, debemos apresurarnos a preparar todas nuestras cosas para poder estar presentes en el día escogido por quien ha sido designado para ello  en el lugar señalado para el cónclave. Iremos llegando poco a poco, cada uno desde un lugar distinto, distante y muchas veces remoto y siguiendo un rito del cual no puedo hablar, nos iremos saludando y dando los parabienes de bienvenida de rigor y seguidamente, tras unos trámites lentos, imprescindibles y laboriosos vamos ocupando nuestros lugares correspondientes según la estricta jerarquía establecida en tiempos inmemoriales, asientos que nos corresponden por derecho propio, unos en la gran mesa, en la gran tabla de los elegidos y otros aparte, cada uno en su sitio, dejando y respetando los vacíos que deberán ir ocupando  los hermanos que faltan cuando estos lleguen, Y cuando la campana vuelva a sonar todos sabremos que el momento de iniciar el verdadero rito ha llegado puntualmente. Hay veces en que se demora un poco y ' nos obliga a aguardar varios días, o semanas, sin que el gran rito pueda llevarse a cabo. Pero esto sucede en contadas ocasiones, simplemente  lo nombro porque alguna vez ha sido así y por tanto no puedo olvidarlo si quiero explicar todo aquello que hace referencia al círculo.
Una vez ha sido llevado a cabo el rito de inicio, el supremo ritual conservado desde los orígenes mismos de nuestra hermandad pasamos a lo que de verdad es trascendente y nos importa y es  causa de que nos hayamos reunido todos juntos una vez más en torno a eso cuyo nombre me está vedado nombrar. Una vez superada esta fase se prosigue con las prácticas que nos rigen a obligan para después de varios días regresar cada uno a su lugar  de procedencia y esperar a que los sones de la campana sagrada, esos sones que sólo los elegidos son capaces de oír, y ya estoy revelando más de lo que me ha sido permitido, vuelva a convocarnos, con la satisfacción de que se ha quemado una nueva etapa, otra más en nuestra casi eterna andadura, y que ha resultado realmente fructífera y elogiable.
  Por más que le  demos vueltas poco podría añadir  ya sobre el círculo, nuestro círculo, pues todo intento de descubrir nuevas cosas y conocimientos que atañan a él está  prohibido y penado por las normas y leyes que nos que nos rigen. Así que debemos conformarnos y esperar a que la campana vuelva a sonar. Y entonces sí,  presto dispondré mis bártulos y correré sigilosamente por caminos y veredas desconocidas que permitan mi anonimato dentro delo posible, a reunirme una vez más con mis hermanos y todos juntos constituiremos en hermandad de  nuevo el círculo, nuestro círculo.

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