- Buenos días, me voy a presentar porque si no
el inútil que tengo frente a mí seguro que se abstiene de hacerlo. Verás, soy
un personaje totalmente nuevo producto de la mente de mi creador, precisamente
este señor que tengo frente a mí por decirlo
de algún modo aunque no tengo claro ni dónde está realmente él y dónde yo. Hace
apenas unos instantes no era nadie, no existía ni tenía intención de hacerlo y,
mira por dónde, ahora soy un ser "normal" por decirlo de algún modo.
Nuevo, eso sí porque acaban de idearme. Es exactamente en estas líneas donde yo
nazco para el mundo. Me llamo... La verdad es que no sé cómo me llamo, aún no
tengo nombre. Mi autor aún no me lo ha
asignado, no me ha bautizado con ninguno, pero esperemos que no tarde mucho en hacerlo,
porque es un poco lento el chico, y así
ustedes podrán considerarme como un amigo más con un nombre y con unos apellidos,
aunque estos últimos la verdad es que me importan muy poco, y podrán, así
mismo, llamarme de alguna forma y no
simplemente con "eh, tú". Esperen un momento, voy a pedirle a mi
autor, a mi padre literario, que me bautice de alguna forma. Que me nomine,
vamos.
- Aguarda, ten un poco de paciencia, no corras tanto que es malo precipitarse. Cierto
que eres un nuevo producto de mi imaginación. Pero por ahora sólo eres eso: un boceto, una imagen borrosa
que quizás al final no me decide a dibujar y delimitar un poco más. Puede
acontecer que te asigne unos rasgos característicos
que te definan y
también
podría ser que te deje así, tal como estás ahora: difuso, borroso, más grande,
más amplio, más majestuoso, con más posibilidades, mezclado, confundido con el
horizonte infinito e impreciso del papel. Sabes, ya lo tengo decidido: te voy a
dejar como un ser especial, particular, único e irrepetible. Resultará más
interesante así, no te quepa la menor duda. Vas a ser algo nuevo: mi sombra, mi
otro yo, mi hijo adoptivo deseado, mi hijo bien amado, mi otra alma, mi otro espíritu,
mi conciencia: todo junto en una misma cosa. En otras palabras: vas a ser yo
mismo, mi sosia. Y como comprenderás, por lo tanto, sin nombre. Me resulta
imposible ponértelo. No tienes nombre, no van a poder llamarte como a cualquier
otro. En eso se vas a distinguir precisamente, Vas a ser un ser pero sin
nombre, innombrado.
- Comprendo. Tú lo que quieres es una cosa abstracta,
heterogénea, difusa, que haga y diga todo aquello que tú no te atreves a decir.
Todos los hombres sois unos cobardes. Sois incapaces de decir lo que
verdaderamente pensáis. Y tú esperas, eso está claro, sea yo quien diga lo que tú piensas. Quieres valerte de mí
porque en el fondo tienes miedo a decir la verdad. Tú lo piensas, lo elaboras, y
yo lo digo y de este modo si alguien se las tiene que cargar lógicamente seré
yo quien se las cargue, seré yo el responsable y quien cargará con el muerto y
tú te saldrás de rositas ¿no?
- No podías decirlo más claro ni más exacto,
tal vez más alto, eso sí, pero es lo que pretendo de ti. Pero en tu
razonamiento has cometido algunos errores burdos, consecuencia de tu falta de
experiencia, acabas de nacer como aquel dice y es normal que los cometas, te
falta aún mundo. Mira, miedo, lo que se dice miedo a decir la verdad la verdad
es que no tengo. Y sabes por qué, sencillo, porque ésta no existe, y deberías saberlo
muy bien y si no es así ves aprendiéndolo. Todo es verdad y mentira a la vez,
de forma simultánea. ¿Me comprendes? Claro que me entiendes, al fin y al cabo
tú y yo somos la misma persona.
- Espera, espera, no corras tanto y matiza un
poco más, porque yo no estoy totalmente de acuerdo contigo. Dices que somos la
misma persona y sin embargo tú estás ahí, al otro lado del papel, libre, identificado,
con un nombre, con el folio, con mi historia, en tus manos, con mi cárcel ante
ti. Y yo, en cambio, estoy aquí sin poder salir aunque quiera. Tú me tienes
encerrado, has limitado mi existencia y puedes disponer sin ningún impedimento
ni cortapisa de mí según se te antoje. Puedes poner en mis labios palabras que
yo jamás diría y me tendré que callar. Incluso puedes matarme con toda
impunidad, mejor dicho, puestos a puntualizar puntualicemos, puedes eliminarme
cuando quieras. Y nadie te objetará nada: cometerás un crimen y éste quedará
impune. Como verás tú yo no somos lo mismo, por mucho que lo pretendas, es
imposible. Nuestras condiciones desde el inicio son completamente distintas.
Todo para ti y nada para mí. Eres un egoísta. Y si algo sale mal, pues nada, ni siquiera has de justificarte y
decir lo siento, me eliminas y se acabó lo que se daba. Ya está.
- No te precipites, espera, olvida tu fantasía,
no hagas cábalas aún que es todavía pronto. Yo te he encerrado, tal como dices.
Yo te he traído a un mundo, a mi mundo, hecho por mi especial, para que te
muevas libremente en él. Tú estás aquí porque yo necesito tener un amigo de
verdad, tengo varios, pero tú vas a ser el predilecto, el singular, el especial. Tú y yo vamos a tener
largas charlas, vas a ser mi compañía.
- Eso sí: tu compañía, tu amigo predilecto, tu
amigo fiel, tu perrito faldero que va a buscar la pelota cuando se la lanzas
lejos, que levanta las patitas de delante y saluda. Así ya se puede. Lo que
pretendes, lo que quieres es tener un amigo configurado por ti, un amigo al que
puedas manipular según tu comodidad. Buscar un amigo que piense y diga en cada
momento y situación lo que quieres que diga. No, Con esas condiciones yo no
acepto. Sabes lo que te digo, que me largo.
- ¡Quieto ahí! Tú no te vas a ninguna parte,
qué te has creído.
- ¿Acaso me lo vas a impedir tú?
- Pues mira por dónde sí. Yo soy tu creador.
- Ya salió con eso. Ya dudaba de que no lo
fueras a decir. Pensaba que estabas tardando demasiado, pero no, es lo tuyo,
ponerlo sobre la mesa. Ante los problemas, zás, las cosas bien claritas y el
chocolate bien espeso, por si acaso.
- Tú eres una marioneta, un muñeco en mis manos
que yo muevo. Y si te he traído no es precisamente para que te vayas a bote
pronto, sin que hayas dado el juego esperado. Lo quieras o no, tú te quedas.
-Así
que no me dejas marchar. Me haces nacer. Y me restringes enseguida. Dices que
eres, que somos tú y yo la misma persona. Y resulta que a la mínima se te ve el
plumero, eres un tirano, y yo no lo soy. Confirmas lo que yo que decía: te has
hecho un amigo para manejar y manipular, para que haga lo que tú no te atreves
a hacer. Bonito creador.
- Anda, cállate y no digas más tonterías. Si
te escucho y te las consiento es porque eres tú.
- No, ni hablar. Ahora me toca hablar a mí. Y
ya que no me voy vas a tener que oír todo lo que tengo que decir te guste o no,
asqueroso egoísta.
- ¡He dicho que te calles! y te callas porque
así lo quiero yo.
- Eso, así me gusta ¡Déspota! Pero no, majo, ni
hablar. Voy a decirte todo lo que no quieres
oír porque te da miedo, te aterra, como a todos los hombres, la verdad. Soy tu
conciencia ¿no? Pues bien, mira por dónde, tu conciencia va a hablarte. Tú eres
mi padre, me has traído a este mundo y vas a tener que cargar con las consecuencias
de tu impremeditada osadía. Ya sé que estás deseando eliminarme, deshacerte de mí,
romper el papel y empezar de nuevo, destruirme, así yo nunca habré existido. Todo
habrá sido un sueño impertinente, fugaz, que se habrá ido como tantos otros a
la papelera. Pero no, no puedes. Yo te detengo, yo sueño pesadilla, te impido
hacerlo. Y sabes por qué. ¿No? Sí, lo sabes de sobras, porque como muy bien has
dicho antes, somos un mismo ser. Soy una realidad impalpable en ti. Y como tal te impido el hacerlo. Fácilmente me has hecho nacer, casi de modo
irreflexivo, mas destruirme te va a resultar bastante más costoso porque al
irme yo te vendrías tu también conmigo, al menos una parte muy importante de
ti. Y tú no quieres desaparecer así. Mátame ahora si es que puedes. ¡Venga,
hombre, hazlo! Te dejo. ¡Rompe el papel!, venga, ¡rómpelo! ¿Qué pasa? ¿Qué
fuerza extraña te impide el hacerlo? ¡Venga! estoy esperando tu decisión... No,
no eres capaz, no lo haces porque eres demasiado egoísta, como todos los seres
humanos. No te importaría eliminarme pero estás comprendiendo demasiado bien
que si desaparezco yo también desapareces tú como autor. Y tú quieres vivir. En
el fondo tu existencia es asquerosa, repugnante, llena de traiciones e
inmundicias, como la de cualquier persona. Eres un hombre y eso no puedes, por
más que quieras, evitarlo.
- ¿Has hablado bastante, no?
- Sí, he terminado por el momento.
- Y eso
es todo lo que tenías que decirme, eso es lo que yo no quería oír. Pues te has
equivocado de todas todas. No he encontrado en tu verborrea ninguna verdad inconfesable
hasta ahora.
- No, aún me quedan muchas cosas más para decirte,
para echarte en cara, pero tenemos tiempo de sobras ¿no te parece?
- ¿Entonces, me das permiso para poder exponer
yo mi verdad?
- Pues sí. Venga, hombre. Quiero oír lo que
eres capaz de decir. Quiero conocer hasta dónde llega tu hipocresía. Y por
favor: no me salgas por peteneras sentimentales que no me vas a enternecer.
- Te voy a decir únicamente lo que pienso de
todo esto. Eres un ser ficticio, una ilusión, una sombra de una imagen que yo
he inventado. Y por lo tanto no voy a eliminarte. Sería una tontería destruir
la obra antes de verla terminada, sin llegar a testar sus posibilidades cerrándote
lo que puedes llegar a ser. No, no seas necio, puedes estar tranquilo. No tengo
ganas de eliminarte. Eres lo que yo quiero que seas. Sí podría ser un tirano y
ejercer mi poder sobre ti. Tú hablar por mi mano. Y es verdad que puedo hacerte
decir lo que yo quiera. Pero como habrás podido observar hasta ahora, no lo he
hecho en ningún momento. Te he dejado hablar libremente, sin impedimentos. Y
has expresado tu ira contra mí porque no me admites. Quieres ser uno solo en ti
mismo. No compartir tu esencia con nadie. Y eso está fuera de mis posibilidades.
No es que no quiera, es, sencillamente, que
no puedo. Te tendrás que conformar con ser uno en mí y nada más. Yo te
dejaré obrar como lo desees, como te lo
he venido permitiendo hasta ahora. Como puedes ver, no ejerzo ningún poder
sobre ti. Te doy libertad, mi libertad. Claro que es limitada. Pero es que tu
límite es mi límite. Estamos en igualdad
de condiciones. Bueno, en igualdad no. Yo estoy aun peor que tú porque mi vida
es real, no está dentro de un papel como la tuya. Tú vives en un mundo acondicionado,
en un mundo que yo te preparo a cada instante para que lo goces, para que lo
disfrutes con plenitud. En cambio yo...
- Espera, que ya entiendo lo que quieres decir.
O sea: yo tengo una serie de ventajas que tú no tienes. No soy real, pero
existo y esta condición misma me hace inmune a toda enfermedad, dolor físico, mental,
etc. No puedo padecer porque no tengo cuerpo, y tampoco puede gozar de él. Soy
todo espíritu. Una elevación máxima del hombre. Un más allá de éste. Estoy por
encima de todos ellos. Pensándolo bien, también esta situación tiene sus
inconvenientes: no es bueno estar ni demasiado alto ni demasiado bajo. No puedo
actuar por encima. Todo mi dolor es espiritual. Realmente estoy por debajo de
mi creador, Estamos en el mismo sitio que al principio: todo para él y nada
para mí. Yo soy movido, no actuó con libre albedrio, pero mi creador también es
movido a su vez. Yo estoy libre de esa película que es la vida. Cinta que fue
filmada en un instante, fuera del espacio y del tiempo, y que ahora nada más
está siendo proyectada en esas dos dimensiones que son el espacio y el tiempo y
que no puede detenerse. Yo estoy
sometido a unas páginas, a la mente de quien me crea y esta mente está sometida
a esa película exacta, intachable, que no puede ser manipulada y que inexorablemente
tiene un final trágico, un fin triste y
doloroso que yo jamás tendré.
- Empiezas a entrar en razón. Vas bien por
este camino, sigue, sigue, que mis palabras no te detengan.
- No, yo no sigo, eres tú quien sigue. Recuerda
que eres tú quien escribe y quien pone las palabras y los pensamientos en mi
boca. Yo nada digo porque no sé decir nada. No puedo hablar. Soy mudo porque no
existo. Eres tú quien me hace existir por momentos y quien habla y dice las cosas.
Me utilizas para esto y yo como esclavo fiel y sumiso, de tu mano, me amoldo a
estas circunstancias y sigo mi camino, el que tú me trazas. El camino que tú
pones en mis pies. Eres tú quien entra en razón, así que sigue, sigue y no te
detengas.
- Lo siento, pero he de detenerme. Me canso de
escribir. Ahora, además, no tengo en mi cabeza nada para escribir. No se me
ocurre nada nuevo. Hemos llegado a un camino sin salida, sin continuación. Está
vallado y no se puede seguir. No termino, te doy vacaciones por unos días hasta
que tengamos mayor claridad y entonces volveremos a encontrarnos para proseguir
por otros senderos que no sean tan pesados. Creo que por ahora es bastante aburrido
todo esto. Me dan ganas de romper lo escrito, pero te destruiría y me he
propuesto no hacerlo. Nos hemos salido de la tónica general. Volvemos a lo escrito
hace mucho tiempo y a esas directrices no quiero volver. Prefiero ir bajo la
nueva forma. Me comprendes ¿verdad?
- Sí, pero yo no digo nada. Ve diciendo lo que
quieras. ¿Qué quieres plegar? bueno, pues pleguemos.
- Pleguemos entonces.
-
¡Oye! espera, espera un momento. Dices que no quieres volver a escribir como lo
hacías hace algún tiempo atrás. Y esto ¿por qué entonces?
-
La razón es obvia. Hace tres años escribía más pesadamente, con largos párrafos,
con muchas comas y casi sin puntos; de
lectura más difícil y farragosa. Me costaba incluso entenderme a mí mismo. Los
temas que trataba eran más directos, más "filosóficos“ si tu quieres sin
llegar a nada, y no había en ellos nada que pudiese asemejarse a la literatura. Mis expresiones eran burdas y facilonas,
carentes la mayoría de las veces de un sentido. Ciertamente que era más
verdadero, más directo, sin remilgos ni circunvalaciones, más pensadas las
cosas que ahora y sin embargo, creo que me gusta más este estilo de decir las
mismas cosas valiéndome de pequeñas tramas, de pequeñas gestas, historias algo
burlescas, algo absurdas que muchas veces no dicen nada porque no llego a explicar
bien lo que quiero expresar y dar a entender con ellas.
-
Sí, y dentro de su absurdidad tus temas, por lo general, la técnica que has
marcado hasta ahora, son posibles y muchas veces incluso podrías hacerlos más
amplios, entonces ¿por qué no lo son? Pierdes temas y recursos, posibilidades,
los haces muy reducidos, en pocas páginas sintetizas, a modo de esquema, lo que
podría ser sin lugar a dudas mucho más extenso, teniendo trama suficiente, en
la mayoría de las ocasiones, para una novela completa.
-
Mira. Es sencillo: no pretendo en ningún momento hacer novela, al menos por
ahora. Cuando escribo vienen a mi mente infinidad de ideas vagas, como tú.
Éstas fluctúan, fluyen vertiginosamente; y al escribir más lento que ellas, éstas
escapan de mi recuerdo. Si llegara a hacer mis escritos más largos me convertiría
en un escritor monótono. Es muy difícil
expresar lo que pensamos, en ocasiones no hay palabras suficientes en nuestra
dicción para decir las cosas tal como son y tal como las pensamos. Están bien así:
cortos, sencillos, sin grandes pretensiones ni florituras, sin aforismos de
especia alguna. Y de este modo al menos yo les veo un pequeño encanto mientras
los escribo, en su efímera brevedad, que
de otro modo no tendrían. Son como los pétalos de una flor acariciados entre
los dedos de la mano. Sabes que enseguida, ajados marchitarán, pero mientras
tienen su belleza.
Ya
sabes que para escribir necesito momentos de inspiración y cuando estos llegan
todo es posible. Incluso muchas veces el tema toma un cariz completamente distinto
al pensado en un principio. Una vez iniciado el caminar por un camino has de seguirlo
aunque no quieras, aunque te duela, aunque no sea el en principio elegido. Se
van haciendo los relatos, mis pequeñas historias a medida que los escribo, a
medida que quedan para siempre en un folio que deja de estar en blanco. Muchas
veces sin hilazón alguna, tal como vienen a mi mente sin que yo pueda
rebelarme, son ellas mismas quienes se relatan y se cuentan y yo me limito a
transcribirlas sin más. Son así y así yo lo constato. En general son monólogos conmigo mismo, al menos eso asemejan
aunque en realidad están muy distantes de mi persona y de mi idea: es lo que
menos me cuesta de escribir. Cierras los ojos y dejas que fluyan como si fuera un gas que intenta abarcarlo todo y no
puede, que pretende expandirse en espacio limitado. Me hubiese gustado muchas
veces escribir historias con personajes, con diálogos, con grandes sucesos. Con acontecimientos importantes, pero mira, lo siento, salen así: nada más monólogos y narraciones con un solo personaje
que lo inunda y lo ensucia todo.
- No obstante,
ahora, esta vez, estás haciendo un diálogo. Somos tú y yo, es decir, somos
dos.
- ¿Estás seguro? Me has repetido varias veces
antes que yo hablaba por ti, que es mi mano quien escribe, que las ideas son
todas mías, no tuyas, ¿es un diálogo?
No, es un monólogo, entre yo y yo.
- Egoísta, acaparador. A veces te haces odioso.
-
No. No existe ningún egoísmo por mi parte. La realidad es ésta: estamos entre
los dos haciendo nada más un monólogo. Tú eres un artificio que he creado y que
aquí utilizo como personaje. Pero hablo yo en ti, es mi mente la que piensa y
la que recita tus palabras. En ningún momento se puede considerar como un
diálogo a dos. Fíjate que incluso el tema es una mera copia: tú eres un reflejo
de Augusto Pérez, con una sola excepción: que tú eres más pretencioso que él. Tú
no te has conformado con hablar conmigo únicamente al final, cuando la vida se
acaba. Tú has querido y has exigido, estás siempre presente a mi lado, para vigilarme,
para evitar que llegue mi decisión suprema.
-Eres
tú quien lo dice, no yo.
Oye,
otra pregunta: por qué tus personajes son siempre seres que están chiflados, todos
mis hermanos están locos de atar. Tus situaciones además de absurdas, son raras,
incoherentes, faltas de realidad. Parecen más sueños que realidades. Siempre se
mueven en una atmosfera extraña, ficticia, diáfana, caótica, incomprensible.
- Siempre me ha gustado hacerlo así. Mis
protagonistas están un poco idos. Eso me gusta. También yo estoy un poco loco.
Así me resulta más sencillo hacerlo. Intento, en todo momento, reflejar el carácter
y la vivencia del personaje, en este tipo de situaciones. En ocasiones no lo
consigo, pero te aseguro de que siempre lo intento. Coincidirás conmigo que
este mundo, en esta vida que nos ha tocado vivir, todos estamos un poco locos,
nadie estás totalmente cuerdo, al menos se tiene el suficiente grado de locura
y de inconsciencia como para salir cada día a la calle y enfrentarse con lo
cotidiano, con el día a día de la vida que nos toca vivir. Es por eso que
escribo bajo la influencia de la "locura", para dar de este modo mayor realidad al suceso. Todo cuanto acontece
en el mundo está bajo este maleficio: el mundo está loco y con él todos sus
habitantes. La locura se impone y nos domina. Me gusta escribir cosas insólitas,
sacadas de la vida cotidiana. Pero en vez de escribirlas tal como en realidad
son yo les doy un pequeño giro y las escribo, las veo, en lo que yo
llamo:"bajo la luz de sodio". Es la luz de sodio, Es bajo la luz de sodio
donde se ven las cosas vagas y ambiguas, tal como son. Con ella todo es penumbra
y en esta atmosfera poco iluminada todo se confunde y se arregla, sólo hay las sombras
del recuerdo para reflejar. Sombras que viven en un sueño permanente en la
imaginación. Sueño porque la vida es un sueño real, por desgracia. Los acontecimientos
suceden porque se mueven y se desarrollan en la absurda luz de sodio. Es el
punto intermedio entre la verdad y lo falso, entre la vida y la muerte, entre
lo vivido y lo soñado. Es donde todo sucede y nosotros lo olvidamos para recordarlo
después y creer que ha sucedido ahora realmente, cuando en verdad no es más que
un simple reflejo en luz de sodio del pasado absurdo del mundo.
Siempre
nos queda por saber si esto ha sucedido o no, si ha sido cierto o no, porque
todo es posible, al menos sobre el papel. El papel se convierte en un espejo
que desfigura la realidad para que ésta no sea tan cruel, tan horrible, tan
provocadoramente real, ya que la verdad asusta, da miedo y, sin embargo, bajo
esta penumbra de sodio es más sencillo, más fácil, afrontarla cara a cara.
- Bueno, y a mí por qué coño me explicas ahora
todo esto. Tú hablas y piensas las cosas, entonces, ¿por qué has querido escribir
este rollazo aquí si no viene al caso? Deja, voy a contestar yo por ti: soy yo
quien ahora quiere, quien va a usurpar tu persona, tu voz y tu mano para poner
yo aquí lo que sé que ibas a decir.
Lo
he hecho -ibas a responderme- porque necesitaba hacerlo. No es para aclarar mi
posicionamiento a nadie, sólo quiero encontrar
una explicación consecuente para conmigo mismo. Intento encontrar un motivo válido
para escribir, un principio que me justifique. Intento aclarar un poco mi
mente, sólo por eso lo he hecho, por nada más. ¿Es esto lo que ibas a contestar, no? Calla, voy a
seguir yo por ti, no contestes, no digas absolutamente nada. Sí, has acertado, porque
lo he escrito yo y no tú. Ya sabía que ibas a decir esto, pero por eso te
he dejado contestar, para darte la oportunidad de que te impusieras nuevamente
sobre mí, pero yo mismo te he quitado esa posibilidad, te la he negado diciendo
yo las cosas por ti, no dejándote hablar, siendo yo quien dice las cosas que realmente
piensas. Hemos jugado un poco a intentar cambiar nuestras personalidades: yo
soy tú y tú eres yo.
- Pues ahora nos vamos a dejar de juegos y
vamos a volver cada uno a nuestro lugar.
- Sabes, estoy pensando en algo divertido. Podríamos
hacerlo entre los dos, yo te ayudaría un poco. No me irás a negar este pequeño
capricho. Lo haremos ¿verdad? Venga, dime que sí, que lo vamos a hacer ¿eh? De
acuerdo, sí, va, vamos a hacerlo. No nos costará mucho y si sale mal, pues lo
rompemos y ya está, como si no lo hubiésemos hecho nunca. Como cuando escribes
algo que realmente no te satisface, se rompe y a la papelera.
- Y de qué se trata. Primero me lo explicas y
después ya veremos.
- Hombre, así no tiene gracia, te vas a oponer.
- Si no sé de qué se trata el juego, claro que
me opongo. Antes me tienes que decir lo que quieres que hagamos y después ya se
verá,
- Es
que verás...pensaba yo que... como te gusta escribir podríamos hacer entre los
dos una historia de esas que tú escribes.
- Así, por las buenas ¿no? Decimos que vamos a
hacerla y ¡hala!: hecha, como si cayese
desde arriba ya completa, acabada.
- Pues hombre, me ha pasado una idea por la
cabeza y podríamos desarrollarla juntos. Más o menos ya la tengo esbozada: es
muy corta y sencilla.
- Venga, explícamela un poco y después si es
posible la pasaremos al papel.
- De acuerdo, pero voy a ser yo quien la
explique y hable y tú te limitarás a escribir lo que yo diga y nada más. Y si no
estás conforme lo dejamos y ya está.
- En fin, si tú lo quieres así, de acuerdo. Como
soy yo quien te ha inventado a ti, también soy yo quien inventa la narración.
No tengo nada que objetarte.
-
Mira, si empiezas así, ni hablar, no hay historia; se acabó, olvídalo y ya está.
Egoísta, acaparador.
- No, si yo no decía nada. Hablaba conmigo
mismo; estaba pensando en voz alta, nada más. Lo hago muchas veces, incluso ahora
al escribir todo esto, Bueno, empezamos el cuento ¿de acuerdo?
- Pues verás, he pensado que nuestro
protagonista va a ser un chico joven, de unos veinte años de edad, alto, jovial,
bien parecido, con barba, moreno, hijo de un magnate de la industria catalana.
Le gusta la música. Los grupos modernos ingleses y americanos, habla constantemente
de Dylan y de la Baez. También le gustan las chicas, en fin, como a muchos. Lleva
el pelo muy largo. Estudia filosofía y letras. Segundo o tercer curso, y quiere
hacer luego sociología. Tiene un flamante coche deportivo, un Porche 911 S algo por el estilo, con el que suele ligar
mucho. Y además se dice comunista, cuando no hippy, revolucionario. Ha leído a Marx,
a Lenin, y el Libro Rojo de Mao. Al menos así lo manifiesta, y siempre farda de
haber leído el Manifiesto Comunista. Pero lo cierto es que una vez empezó con
el Nuevo Testamento y no lo acabó porque aquella doctrina le pareció mala,
demasiado avanzada y comunista, repugnante, utópica. Y a Mao, Marx y a Lenin sólo
los conoce de nombre, en verdad no los
ha leído nunca, quizás alguna vez intentó comenzarlos, pero no los entendía, le
producían horribles dolores de cabeza. Demasiadas páginas como para perder en
tiempo. En fin, lo que es hablar habla mucho de todo, nunca para. Una vez
incluso fumó marihuana y todo, pero pasó muy mal rato. No sabe nada, pero habla
y parece que quisiera comerse al mundo. Quiere cambiar a la sociedad porque
dice que está corrompida. Habla de la burguesía y siempre se refiere a ellos con
la expresión de "cerdos burgueses", "capitalistas asquerosos"
"colaboradores del Dictador" y cosas así. Todo esto le da asco, le
repugna pero cuando necesita algo siempre acude a papá y mamá. Siempre vestido
a la última moda. Compra muchos discos y libros que ni lee ni escucha nunca, pero
los compra, lo importante es tenerlos, por si acaso, porque son imprescindibles
y hay que tenerlos. Es el prototipo inconformista sumergido, bañado, siervo, amante
ocioso, de la sociedad de consumo. A todas horas repite que no se entiende con sus
padres, que quiere ser libre, que estos están "camp“, pasados de moda, que
no le entienden, que pertenecen a otro mundo, distinto al suyo, falso, hipócrita,
deshumanizado. Quiere destruir a la burguesía porque explotan a los pobres
trabajadores proletarios. Qué malos son ¿verdad? Entiendes qué tipo es el que
yo quiero decir ¿no?
- Sí, resumiendo, que se trata de un niñito "progre".
- Sí, eso, un niño pijo progre, muy progre, demasiado progre que se
divierte jugando a ser niño progre. Como ya hemos dicho antes, estudia filosofía
y letras en la universidad, Y tiene problemas existencialistas. Ha leído a
Sartre, Camus, Marcuse, Proust, algo de Beckett y a otra mucha gente por
obligación y que si bien le han inquietado le han causado mucho mal. Se había
convertido en un chico un poco raro, poco alegre, pensativo y taciturno: daba
la sensación de que era un intelectual, un filósofo, un pensador, un sabio. Aunque
lo cierto es....en fin, ya se sabe. No tiene la inteligencia suficiente. Lleva
varios años con el mismo curso y no consigue pasar de ahí.
- Continúo
yo. Quería conocerse a sí mismo, quería saber cómo era. Si existía o no; por
qué existía; por qué existimos todos; y para qué estamos aquí. Qué es la existencia,
qué es la esencia, el mundo, la vida, el alma. Deseaba de verdad introducirse
dentro de el mismo, dentro de su mente y conocerse a fondo, poderse dominar, poder
controlar sus emociones, sus reacciones. lncluso practicaba yoga para poder lograrlo.
Había leído no sé dónde algo sobre todo eso. Él siempre intentaba lo mismo, introducirse
dentro de sí mismo. Quería hallar la forma de hacerlo posible. Si conseguía
entrar dentro de sí, dentro de su mente podría fácilmente conocerse a fondo y
entonces, a partir de ahí, podría dominarse perfectamente.
Siempre
pensaba lo mismo: yo soy yo y mis circunstancias y éstas me condicionan, si yo consigo
dominarlas podré influir y condicionar mi voluntad, mi yo. Y controlando a
ambos, mi yo y mi no yo en yo seré feliz, sabré quién soy y para que estoy y
soy. He de conocer más mis circunstancias y dominarlas, doblegarlas a mi
voluntad, conocerme a mí mismo, conocer a mi ego y a mi superego y esto sólo
será posible si consigo introducirme dentro de mí mismo, dentro de mi persona.
- Ahora me toca continuar a mí. Todos los días
los pasaba pensando en lo mismo, mas no lograba avanzar, no pasaba de ahí. Sin
embargo un día sucedió lo inevitable y glorioso para él, Lo consiguió. Descubrió
que sí era posible introducirse dentro de sí mismo. Poseía en su cuerpo un
agujero lo suficientemente grande como para introducirse por él y llegar hasta
su cerebro.
Le
costó mucho esfuerzo pero al fin lo lograría, llegaría a ser feliz, podría
controlarse y conocerse y no pensaba desaprovechar la ocasión que se le
brindaba. Introdujo sus pies por su boca sumamente dilatada y empezó a avanzar
para llegar a su mente, para introducirse completamente dentro de sí. Y lo logró.
Sólo hubo un inconveniente; al efectuar su intento sus vísceras y todo cuanto
había debajo de su piel salió fuera, cayó al suelo una parte y la otra quedó esparcida,
pegada en la pared que quedó manchada de sangre y vísceras. Le había ocurrido
lo insalvable, lo imprevisible, lo mismo que a tantos otros que lo habían
intentado. Al querer introducirse dentro de sí mismo, y al lograrlo, él mismo
se había dado la vuelta, como quien gira y pone del revés, con el forro hacia
fuera, como pasa con un guante. Y esto es todo.
- En fin, aquí está y aquí se queda, tal
como está.
- Oye, este personaje tiene algo de ti ¿verdad?
En el fondo, sin las apariencias externas, eres tú.
- Todos mis personajes tienen algo de mí, algo
que nos identifica, que nos hace
comunes, hasta tú los tienes. Y cuando
no es personal sí tienes la referencia de alguien de tu entorno. Pero prefiero
no seguir hablando de esto. Sabes, estoy pensando en algo que te va a gustar. Te
acuerdas de esas vacaciones que te había prometido hace rato. Pues te las voy a
dar. No te elimino, te dejo seguir viviendo libre para que conozcas más cosas,
para que descubras hechos interesantes y así algún día poder explicarlos y escribirlos
mano a mano en otras páginas muy semejantes
a éstas. Sólo te voy a decir algo más que deseas saber. Este personaje es como
yo era, como todos somos cuando despertamos de la inocencia. Ahora comprenderás
muchas cosas que habían quedado oscuras. De momento nada más, simplemente adiós.
- Adiós. Hasta la próxima oportunidad de
hablar aquí y gracias por habérmela concedido. Y en especial por permitirme seguir
viviendo y conservando mi vida, porque conociéndote... Así que como había dicho
antes, y no quiero entretenerte más, adiós.