EL PASO DEL ECUADOR
Queridos
todos:
Hoy
me toca a mí escribiros. Debería hacerlo otro, pero no quiere, así que lo hago
yo. No es que me disguste el hacerlo, por eso lo hago. Si no, no os escribiría.
Mas como os iba diciendo antes, escribo yo porque el que debía hacerlo no quiere
escribiros, así que escribo yo. Bueno, pues os escribo yo, como os iba diciendo.
Y es que las circunstancias en que lo hago son muy importantes para mí, para
mis amigos y para todos. Sí. No cabe duda de que es muy importante para todo el
mundo. Os lo garantizo: la situación que se nos abre como un mundo lleno de
posibilidades todas ellas optables y deliciosas, lo exige, y por lo tanto yo os
lo digo. Es mi deber, porque como os iba diciendo, aun a costa de repetirme -si
es que queréis estimarlo así, el caso me lo pide y me impone proceder de este
modo, no tengo otra salida- pero es que el motivo es de una importancia máxima.
Esta
es mi última noche aquí, mañana con el alba todo ese mundo que se nos ofrece
abierto con su enorme y magnánima fuerza,
será explorado y manejado a nuestro libre albedrío. Ahora que os explico todos
mis motivos que me inducen y me obligan a escribiros, comprenderéis y podréis
apreciar en toda su amplitud y majestuosa belleza unánime que las
circunstancias no son para menos. Sí, mañana con el amanecer comenzará nuestro
paso del Ecuador. No os voy a decir qué significa esto porque sería insultaros
en vuestra propia cara; todos lo sabéis de sobras. Una inmensa alegría colma mi
alma tranquila. Toda posible turbación desaparece de mi espíritu en estos momentos.
Me comprendéis perfectamente, no lo pongo en duda, sería una ofensa
imperdonable y ello os induciría a imponerme el castigo que creáis oportuno. Me
someteré plácidamente a él. Es más, lo gozaré y me deleitaré en su
cumplimiento. Las circunstancias me inducen a ello, pueden más que yo. Mi alma
reposa ahora y, en esta tranquilidad casi perfecta, dejo que todo fluya con total libertad y se sumerja, se zambulla
aparatosamente, en el tenebroso mar que todo lo cubre. Es lo mejor.
Os
iba diciendo que mañana iniciaremos nuestro paso del Ecuador. Es el momento de
la vida que todos esperamos y deseamos para deshojar esas posibilidades
inmensas que el majestuoso padre mundo nos ofrece y otorga como juez severo que
nos impone su cumplimiento. Y nosotros acatamos obedientes y sumisos su
sentencia: ¡pasaremos el Ecuador!.Muy a pesar mío, bajo mi nivel para hablaros
ahora de las superficialidades inmundas de nuestro cometido. Hubiésemos deseado
pasar verdadera y físicamente el Ecuador, sin embargo, nuestras posibilidades
económicas nos lo impiden. Mas congratulaos, queridos todos, conmigo porque
algo fantasmagórico e increíble nos otorga sus favores para que podamos cruzar
materialmente el Ecuador. Es una pura y simple aplicación matemática: el mundo
se ofrece a desplazar por unos días nada más, ¡fijaos bien!: sólo por unos días
su estructura superficial y, mediante una traslación, desplaza su centro y por
tanto su línea ecuatorial de tal forma que se sitúe muy cerca de donde nosotros
estamos ahora. Por tanto nos será y nos es muy fácil atravesar el punto crítico,
el paralelo del Ecuador. No necesitaríamos movernos de donde estamos para
realizar nuestra osadía. El simple estaticismo nos permitiría cumplir con
nuestro propósito dado que no vamos a ser nosotros quienes crucemos el paralelo,
sino que va
a
ser él mismo, ¡sí, el gran Ecuador!, ¡el fabuloso y excitante Ecuador! quien
nos cruce a nosotros. Se va a colocar en tal situación que para llegar a ésta
pasará por encima de nuestras cabezas y de nuestras mentes, para que así la
realidad sea cierta y verdadera. Dejará de ser una cosa ficticia para que bajo
la luz de sodio -luz que bajo sus rayos
todo es posible- pase a ser cierta y real, y por tanto pueda ser escrita en los
anales de la historia como tal. Ése es el cometido que yo os pido que cumpláis
exactamente tal como yo os lo escribo y explico. Algún día la historia y el
propio Ecuador os recompensará, mis queridos todos, el haber traspasado a la
inmortalidad tan insólito suceso.
El
otro, el responsable que debía escribiros, esto no hubiese podido explicároslo de
forma tan explícita con tanto rigor y detalle como yo os lo he hecho. Por este motivo es que
he querido escribiros yo. Y lo estoy haciendo de muy buen grado, como siempre
lo hago, ya que, como bien sabéis, es una
cosa muy natural en mí. No pretendo ensalzarme por ello, nada más lejos de mis
propósitos, sólo deseo que aceptéis mi humilde congratulación y lo celebréis, por
tanto, conmigo, ya que es en estos momentos cuando yo y mis amigos necesitamos
más que participéis, y, verdaderamente, lo deseamos, de este placer inmenso que
inunda nuestras almas y nuestros espíritus. Las circunstancias no son para
menos, ya que son estas circunstancias - y el suceso en sí mismo- las que actúan por si solas y nos colman de gracias
y dones a todos nosotros en estos momentos.
Desearía
explicaos muchas cosas más, hablaros de
ese milagro que la naturaleza misma se encarga de cumplir y de hacer efectivo
como es esa mutación temporal del Ecuador para que nosotros podamos estar por
breves instantes - muy cortos en las coordenadas
del tiempo, pero inmensos para nuestra nítida y cristalina alma- podamos cumplir con nuestra obligación. Sí, el
Ecuador cambia de domicilio para que nosotros podamos compartir con él su
albergue. Es algo ocasionalmente maravilloso, y ante tan majestuosa manifestación
de grandeza y de pureza yo no puedo materialmente expresar todo aquello que
colma y llena mi espíritu. Por eso no os lo transcribo ahora. En otra
oportunidad, más adelante, en que mi
persona esté más sosegada lo haré, y
entonces sabréis la verdad de todo cuanto será y acontecerá, con majestuosa
explosión de júbilo en los cielos y de las ánimas que moran en las tinieblas, en breves horas. Por eso acabo
ya esta epístola. No es mi deseo importunaos por más tiempo. Sólo deseaba que compartierais
con nosotros nuestra alegría y nuestra emoción, ya que el suceso es tan
importante y magnífico que nos obliga a ello.
¡Ah!,
se me olvidaba: todos estamos bien. Papá dice que no alquiléis este año la
planta baja de nuestra casa porque pasaremos todos juntos el verano ahí con
vosotros.
Muchos
besos y abrazos de éste que mucho os quiere y que no os olvida
Andrés
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