Mi yo y los otros
Yo
soy una persona bastante normal, completamente corriente. Soy uno de esos que
en cualquier lugar puede pasar plenamente desapercibido, nadie se va a fijar en
él a no ser que haga algo extraordinario para llamar la atención. Tengo un
nombre desde que vine a este mundo por última vez y que interesa más bien poco.
Lo importante es que yo tengo mi yo y otros yo como otros también tienen, como
cualquiera, pero que no han llegado a conocer este hecho como yo lo conozco.
La
pura verdad es que yo tengo mi yo con
mis defectos y mis virtudes; todos tenemos nuestros defectos y nuestras
virtudes, no es ninguna cosa especial. Yo nací en un pueblo rodeado de montañas,
un pueblo como otro cualquiera de todo ese inmenso conjunto de pueblos rodeados
de montañas y mis primeros pasos fueron transcurriendo allí sin penas ni glorias.
Una infancia como otra cualquiera: bebé, nene, adolescente, adulto. En fin, las
distintas etapas que todos recorremos para hacernos hombres. Por aquel entonces
mi yo no estaba demasiado definido. A mi otro yo esto no le preocupaba demasiado, era lo normal y no tenía por qué
inquietarse y no
se
inquietó hasta quedar más menos definido y
mi otro yo ya estaba contento con el yo que ya era mayor, que ya había
alcanzado la mayoría para poder ir solo y que él había visto formarse desde un
principio y que, la verdad, era para congratularse. Era tal como siempre todos
mis otros yo habían deseado que fuese y tal como lo habían modelado, sin duda
una fiel reproducción de ellos. Lo habían visto nacer y crecer, era un producto
de su voluntad y esfuerzo colectivo sin descanso para conseguirlo.
Mi
yo desde muy temprana edad siempre gustó por formarse a sí mismo y no regateó
ningún tipo de esfuerzo. Quiso ser frío,
pensativo, calculador y poco a poco lo iba logrando, En un principio era
emotivo pero un día se dio cuenta de que
las emociones alteraban el riego sanguíneo y le hacían actuar precipitadamente
y muchas veces después se arrepentía de haber actuado así. Poco a poco consiguió
controlar sus emociones y fue siendo cada vez más frío y más pensativo, más
secundario. La mente es infinita y todos los pensamientos se pueden almacenar
en ella, caben de sobras porque ésta
nunca se llena. Con el tiempo se
convirtió en un yo flemático: eso es
cosa buena.
Sin
embargo mi otro yo siempre ha sido muy diferente. Desde sus primeras épocas gustó de la emoción y del riesgo y se dejó siempre
llevar por éstas con lo que se indispuso con mi yo más racional. El uno era pesimista
y algo triste por naturaleza, demasiado meditativo y el otro es alegre, optimista,
chistoso, amante de la buena vida y al que no le agrada tener que pensar. Cree
que el pensar desmesuradamente y sin control conduce irremediablemente a la locura
y en cierta medida tiene toda la razón. Siempre ha sido un pionero, un yo demasiado
avanzado y fuera de la época en que le he tocado vivir, Nunca está a gusto. En
eso se parece a mi yo que siempre cree que todas las cosas hechas podían haber
estado mejor, que busca constantemente
la superación, la elevación hacia el superhombre, hacia el superego. Esto a mi
otro yo le tiene sin cuidado pero nunca se siente a gusto del todo, quizás
tenga la culpa la enemistad que siempre ha existido entre mi yo y mi otro yo, es
una lucha en la que nunca vence ninguno de los dos. Ellos disfrutan así y son
felices a su manera y me hacen ser feliz a mí que en definitiva es lo que
importa.
Mas
todo no queda en esa simple lucha sino que transciende más allá porque existe
una competencia muy interesante entre ambos. Esto hace que mi tercer yo, el más
viejo, el más antiguo, el primero, el eterno, el jefe de todos mis yo, con sus ideas
pasadas de moda no vea con buenos ojos estas luchas internas entre mis yo. Yo
he intentado muchas veces dentro de lo posible convencerlo de que es bueno que combatan
entre sí porque esto les ayuda a superarse contantemente pero al Patriarca de
mis yo no le gusta y dice que todos los
yo son hermanos y no debe haber dentro de uno mismo estas luchas fratricidas
que no conducen nunca a nada. Y puede que tenga razón este yo. Este yo es el de sucesivas etapas en que yo he
ido naciendo y muriendo, es la esencia que jamás muere, que jamás deja de
existir, lo más profundo y permanente, el que ha durado siempre. Ha sido y es mi yo
en las sucesivas etapas en que yo he ido naciendo y muriendo, es la esencia que
nunca muere, que nunca deja de existir, lo más profundo y permanente que habita en mí,
pero es muy carca, cree que todavía estamos
en planos de incidencia, de proyección, etapas vividas anteriores en el tiempo.
Es algo que no llego a entender demasiado bien: si precisamente es él el que se
proyecta, el que necesita volver a vivir por qué no se acostumbra nunca a la
nada. Entonces por qué tampoco se habitúa cada vez a la época en la que le toca
vivir. No recuerda nunca demasiadas cosas, dice que pensar le fatiga mucho
porque ya es muy viejo: ha vivido demasiadas corporizaciones y para él la
experiencia cuenta más que nada, más que
todos los conocimientos actuales juntos alcanzados por otras vías. Puede que
tenga razón. Esto le acarrea siempre muchos sinsabores y desdichas. Son las eternas
controversias a las que nunca se amolda. Es viejo y los jóvenes deberían
respetarle, dice él, porque la
ancianidad es un fiel reflejo de toda una historia vivida en todas la incidencias
del tiempo sobre el espacio. No entiende las costumbres de los jóvenes de ahora,
le cuesta, siempre le ha costado mucho, ha sido un problema eterno en él el adaptarse
a su medio ambiente.
Me
quedan muchos otros yo que ahora no quiero sacar a relucir uno por uno porque
para mí todos juntos forman un todo y no he llegado nunca a separarlos en
unidades sujeto, son uno coherente, inseparable, formado por un sinfín de
proyecciones de mi personalidad. También tengo otros yo que no han existido nunca,
son mis posibilidades imposibles, lo que nunca seré, lo que jamás haré. Estos
interesan más bien poco porque son pero no están y no llegarán nunca a estar,
como he dicho antes. Son las negaciones imposibles, por eso son así. No me
enfadado jamás por que esto sea así:
ellos tampoco lo han hecho y si lo han hecho alguna vez no me lo han comunicado
jamás, quizás crean que así es mejor cuando deberían estar molestos por esta
negación, pero no lo están, no les han
concedido nunca una oportunidad para manifestar su opinión. En fin, yo, mi
persona es así con sus pros y sus contras,
una ola en una tempestad y nada más. Me conformo con lo que tengo y con lo que soy
y doy siempre gracias a todos mis yo por
ello. Gracias.
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