ANDRÉS MARCO

martes, 15 de julio de 2014

Mi yo y los otros


Mi yo y los otros



Yo soy una persona bastante normal, completamente corriente. Soy uno de esos que en cualquier lugar puede pasar plenamente desapercibido, nadie se va a fijar en él a no ser que haga algo extraordinario para llamar la atención. Tengo un nombre desde que vine a este mundo por última vez y que interesa más bien poco. Lo importante es que yo tengo mi yo y otros yo como otros también tienen, como cualquiera, pero que no han llegado a conocer este hecho como yo lo conozco.
La pura verdad  es que yo tengo mi yo con mis defectos y mis virtudes; todos tenemos nuestros defectos y nuestras virtudes, no es ninguna cosa especial. Yo nací en un pueblo rodeado de montañas, un pueblo como otro cualquiera de todo ese inmenso conjunto de pueblos rodeados de montañas y mis primeros pasos fueron transcurriendo allí sin penas ni glorias. Una infancia como otra cualquiera: bebé, nene, adolescente, adulto. En fin, las distintas etapas que todos recorremos para hacernos hombres. Por aquel entonces mi yo no estaba demasiado definido. A mi otro yo esto no le preocupaba  demasiado, era lo normal y no tenía por qué inquietarse y no
se inquietó hasta quedar más menos definido y  mi otro yo ya estaba contento con el yo que ya era mayor, que ya había alcanzado la mayoría para poder ir solo y que él había visto formarse desde un principio y que, la verdad, era para congratularse. Era tal como siempre todos mis otros yo habían deseado que fuese y tal como lo habían modelado, sin duda una fiel reproducción de ellos. Lo habían visto nacer y crecer, era un producto de su voluntad y esfuerzo colectivo sin descanso para conseguirlo.
Mi yo desde muy temprana edad siempre gustó por formarse a sí mismo y no regateó ningún tipo de  esfuerzo. Quiso ser frío, pensativo, calculador y poco a poco lo iba logrando, En un principio era emotivo pero  un día se dio cuenta de que las emociones alteraban el riego sanguíneo y le hacían actuar precipitadamente y muchas veces después se arrepentía de haber actuado así. Poco a poco consiguió controlar sus emociones y fue siendo cada vez más frío y más pensativo, más secundario. La mente es infinita y todos los pensamientos se pueden almacenar en ella, caben de sobras porque ésta  nunca se llena.  Con el tiempo se convirtió en  un yo flemático: eso es cosa buena.
Sin embargo mi otro yo siempre ha sido muy diferente.  Desde sus primeras  épocas gustó  de la emoción y del riesgo y se dejó siempre llevar por éstas con lo que se indispuso con mi yo más racional. El uno era pesimista y algo triste por naturaleza, demasiado meditativo y el otro es alegre, optimista, chistoso, amante de la buena vida y al que no le agrada tener que pensar. Cree que el pensar desmesuradamente y sin control conduce irremediablemente a la locura y en cierta medida tiene toda la razón. Siempre ha sido un pionero, un yo demasiado avanzado y fuera de la época en que le he tocado vivir, Nunca está a gusto. En eso se parece a mi yo que siempre cree que todas las cosas hechas podían haber estado mejor, que  busca constantemente la superación, la elevación hacia el superhombre, hacia el superego. Esto a mi otro yo le tiene sin cuidado pero nunca se siente a gusto del todo, quizás tenga la culpa la enemistad que siempre ha existido entre mi yo y mi otro yo, es una lucha en la que nunca vence ninguno de los dos. Ellos disfrutan así y son felices a su manera y me hacen ser feliz a mí que en definitiva es lo que importa.
Mas todo no queda en esa simple lucha sino que transciende más allá porque existe una competencia muy interesante entre ambos. Esto hace que mi tercer yo, el más viejo, el más antiguo, el primero, el eterno, el jefe de todos mis yo, con sus ideas pasadas de moda no vea con buenos ojos estas luchas internas entre mis yo. Yo he intentado muchas veces dentro de lo posible convencerlo de que es bueno que combatan entre sí porque esto les ayuda a superarse contantemente pero al Patriarca de mis yo no le gusta y  dice que todos los yo son hermanos y no debe haber dentro de uno mismo estas luchas fratricidas que no conducen nunca a nada. Y puede que tenga razón este yo.  Este yo es el de sucesivas etapas en que yo he ido naciendo y muriendo, es la esencia que jamás muere, que jamás deja de existir, lo más profundo y  permanente,  el que ha durado siempre. Ha sido y es mi yo en las sucesivas etapas en que yo he ido naciendo y muriendo, es la esencia que nunca muere, que nunca deja de existir,  lo más profundo y permanente que habita en mí,  pero es muy carca, cree que todavía estamos en planos de incidencia, de proyección, etapas vividas anteriores en el tiempo. Es algo que no llego a entender demasiado bien: si precisamente es él el que se proyecta, el que necesita volver a vivir por qué no se acostumbra nunca a la nada. Entonces por qué tampoco se habitúa cada vez a la época en la que le toca vivir. No recuerda nunca demasiadas cosas, dice que pensar le fatiga mucho porque ya es muy viejo: ha vivido demasiadas corporizaciones y para él la experiencia cuenta más que nada,  más que todos los conocimientos actuales juntos alcanzados por otras vías. Puede que tenga razón. Esto le acarrea siempre muchos sinsabores y desdichas. Son las eternas controversias a las que nunca se amolda. Es viejo y los jóvenes deberían respetarle, dice él,  porque la ancianidad es un fiel reflejo de toda una historia vivida en todas la incidencias del tiempo sobre el espacio. No entiende las costumbres de los jóvenes de ahora, le cuesta,  siempre le ha costado mucho,  ha sido un problema eterno en él el adaptarse a su medio ambiente.

Me quedan muchos otros yo que ahora no quiero sacar a relucir uno por uno porque para mí todos juntos forman un todo y no he llegado nunca a separarlos en unidades sujeto, son uno coherente, inseparable, formado por un sinfín de proyecciones de mi personalidad. También tengo otros yo que no han existido nunca, son mis posibilidades imposibles, lo que nunca seré, lo que jamás haré. Estos interesan más bien poco porque son pero no están y no llegarán nunca a estar, como he dicho antes. Son las negaciones imposibles, por eso son así. No me enfadado jamás  por que esto sea así: ellos tampoco lo han hecho y si lo han hecho alguna vez no me lo han comunicado jamás, quizás crean que así es mejor cuando deberían estar molestos por esta negación,  pero no lo están, no les han concedido nunca una oportunidad para manifestar su opinión. En fin,  yo,  mi persona es así con sus  pros y sus contras, una ola en una tempestad y nada más. Me conformo con lo que tengo y con lo que soy y doy siempre gracias a todos  mis yo por ello. Gracias.

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