Sentado en el banco oigo el fluir del río,
una leve brisa mueve las
copas detrás mío,
relajado contemplo el
horizonte finito,
montañas y montañas, mi paisaje querido
que me retrae a la infancia
que he vivido
a la que siempre regreso poquito
a poquito.
Me dejo llevar y pienso en el
hoy inmediato
con este virus virulento,
maldito y desatado
que viene a perturbar este
momento grato,
¡no!, cierro los ojos y me
dejo ir contrariado,
me niego a bailar a la fuerza
esta maldita danza
que cuanto hay de bueno e inmediato
aplaza,
todo el mundo tiene que jugar
la misma baza,
si hay un atisbo de vida, aún
hay esperanza.
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