Desconozco cuánto tiempo llevo metido aquí dentro, creo que es desde
siempre. No recuerdo haber salido nunca de aquí. Si lo hubiera hecho lo sabría,
o al menos tendría un recuerdo, por vago que éste fuera, del mundo
exterior. Al menos en mi subconsciente
restaría una mínima reminiscencia de que hubo al menos una vez en que sucedió.
Yo soy uno de esos, como la mayoría de los que aquí estamos, que puedo
preguntarme, dentro de una perplejidad manifiesta aunque no absoluta, más no
por ello todo lo contrario: relativa, no, únicamente en un grado diría yo
intermedio: ni una cosa ni la otra. ¿Acaso es que existe un mundo fuera de éste
en el que yo vivo? Hay quienes cuentan, y afirman si se les exige, que sí porque ellos han salido fuera del cubo
y lo han visto. Yo no debo fiarme demasiado de lo que todos ellos dicen. Yo no
pertenezco a su grupo. Yo no soy uno de ellos. Jamás lo sido ni pretendido.
Tampoco les envidio, todo sea dicho. Me conformo con mi situación y mi
realidad, bastante precaria por cierto.
Nací aquí y aunque no recuerdo cuándo, estoy seguro
de que de aquel día ya hace bastante.
Hoy soy una persona adulta y, además, han transcurrido ya los
suficientes años como para que mis padres, que murieren siendo yo mayor, de su
podredumbre y hedor no quede nada. Los enterraron entre varias pieles de
plátano para que así estuvieran más cómodos. O al menos se sintieran así,
porque nunca se está en ningún lugar mejor que en casa y cuando esto no es
posible hay que buscar sea como sea esa posible confort. A mí no me importó en
su momento demasiado y todavía menos ahora que ha pasado no sé cuánto tiempo.
Quizás sea demasiado. No puedo acordarme bien, lo intento pero no lo logro.
Cuándo y cómo ocurrió. Me lo pregunto y las respuestas se me escapan casi
todas, apenas unos atisbos de aquellos
momentos y eso es todo. De un rato a esta parte he perdido ostensiblemente la
memoria. Recuerdo que fue un funeral sencillo. A mí me hubiese gustado mucho
que los dejaran donde ocurrió el accidente, mas quisieron moverlos de allí
alegando, aquí siempre todos tienen algo que alegar, que entorpecerían sus
cuerpos putrefactos el paso de los que por allí iban a transitar; por lo demás
debo dejar claro que se trataba de un lugar alejado y muy poco frecuentado. Nunca
vi a nadie por allí y eso que yo solía pasear por aquellos parajes con bastante frecuencia. Es a causa de esto que
mis padres murieron en aquel paraje. Venían, como era su costumbre, a verme y a traerme algo para
comer. Les preocupaba el hecho de que pudiera pasar todo un día sin probar
bocado. Yo acostumbraba a vagar siempre por zonas solitarias, alejadas del
bullicio y griterío que produce, en cualquier momento y en cualquier lugar, la
muchedumbre cuando se comporta como tal, que es lo más usual.
Ahora ya no soy así, me he integrado en lo que
muchos llaman "espíritu gregario de masa“ por llamarlo de algún modo. Siempre precisamos asignar nombres a los
acontecimientos, a los sucesos, a todo aquello que ocurre o aparece porque sin
nombre no son nada, pasarían desapercibidos para todos. .Sin embargo yo sé que
ellos, los que dicen eso de mi, se equivocan. Hasta ahora he logrado
engañarles. Es algo distinto, por mucho que pretendiera que lo comprendieran sé
que jamás lo entenderían. Difiero de sus
opiniones simplemente, aunque no lo
exprese nunca. Así es mejor. O al menos yo lo entiendo así. No hay que
suministrar información gratuita a quien luego puede utilizarla.
A mi también me gustaría salir alguna vez de aquí.
Este cubo de basura ya está demasiado lleno de inmundicias y de desechos, y la
gente, en consecuencia, se apiña, se aglutina en contados y determinados focos
que todo lo llenan y, en consecuencia, todos malvivimos. Yo deseo salir afuera,
respirar del aire fresco y puro, ver el otro mundo si es que existe como dicen
los que en él han estado alguna vez, conocer las verdaderas dimensiones de este
cubo en el que habito desde que vine al
mundo. Y esto no es posible desde dentro del mismo. Sé que es grande porque se
precisan varios días para ir desde un extremo al otro. Claro que para ello se
necesita seguir las rutas ya trazadas de antemano por nuestros antepasados y detenerse en todos los cruces de caminos
que encuentras para conceder la prioridad a quien le corresponda en ese
momento, lugar y circunstancia, según ordenan nuestras leyes y usos y
costumbres de convivencia desde tiempos inmemoriales. Incluso puede suceder que
alguna vez sea yo el agraciado con esa suerte y por lo tanto no deba aguardar a
que pase otro antes que yo. Todo depende de llegar en el momento oportuno y no
dejar tu vez y hacer valer tus derechos de ciudadano que paga sus impuestos y
transita por parajes poco o mucho conocido, según los casos y conveniencias.
Estoy seguro de que si fuera posible marchar en
línea recta sin tener que detenerse a cada momento siguiendo las normas ya
establecidas por la comunidad sería mucho más corto el camino. No obstante creo
que no resultaría tan cómodo y entretenido. Pues a veces, no siempre, claro
está, te encuentras en los cruces de los caminos con personas de toda clase de
pareceres y de opiniones, y si alguna vez llegas a confraternizar con una o con
varias de esas personas, según el caso, puedes encontrar un verdadero deleite
en la conversación subsiguiente. También es cierto que otras veces, las más, se
pasa sin apenas detenerse a saludar a los compañeros del camino. Y hay otras
ocasiones en las que te ves obligado a luchar o pelear de palabra o de acto con
tu adversario para hacer prevalecer tus derechos. Además se corre el peligro de
ser atacado cuando duermes en campo abierto por algún malhechor o algún
asaltante de caminos y verte, así sin buscarlo ni desearlo, de pronto, de ese
modo tan poco cortés, privado de tus cosas más necesarias, de tus vestimentas e
incluso, si llega el momento, que más vale que no llegue nunca, de tu propia
vida. Por eso las autoridades suelen recomendarte, ya que ellas nada pueden
hacer en contra de los asaltantes de caminos, que aguardes a la partida de
alguna caravana de emigrantes o de mercaderes, aunque si son estos últimos
tampoco es muy recomendable, ya que si no vas solo corres el peligro de ser
atacado con mayor frecuencia debido a lo que estos mercaderes suelen
transportar, y te unas a ellos hasta final de trayecto.
De todos modos yo preferiría hacer una vez la
excursión yo solo y en línea recta, sin tener que dar tantos rodeos para llegar
a alguna parte ya que yo no pretendo tal cosa si no tan sólo llegar a conocer
las verdaderas dimensiones del cubo de basura en el que una vez nací y en el
que siempre he vivido, al menos hasta el momento. Para ello debo aguardar el
momento propicio, cuando las estaciones de los fríos y mal tiempo ya hayan
pasado. Entonces cogeré aquellas cosas que me son más imprescindibles, que son
bastante pocas por no decir ninguna ya que llegado el momento puede uno
deshacerse de todo menos de lo que realmente te sirve: lo que llevas puesto y punto, y marcharé campo a
través hasta encontrar uno de los extremos y a partir de ese día comenzaré a
marchar en línea recta sin detenerme ni desviarme hasta que llegue al otro
extremo. Contando los días que he tardado de ir de una parte a otra sabré, sin
miedo a equivocarme, pues yo no admito el error, siempre posible y por lo demás
evidente, cuánto mide mi cubo de basura. Es posible también que yo encuentre en
mi camino un lugar apacible y tranquilo, hermoso y de exuberante naturaleza, y
yo lo considere idóneo para vivir allí y decida quedarme en el mismo para
siempre con lo que mi proyecto no quedaría más que en un proyecto frustrado por
una realidad consecuente consigo misma. Todo es posible, incluso que yo muera
antes de haber alcanzado el otro extreme de mi mundo. No me hago demasiadas
ilusiones.
Desde donde estoy yo ahora, antes de haber empezado
a hacer incluso los preparativos del viaje, todo resulta y parece muy sencillo.
Pero yo sé que no lo será porque siempre puedes encontrarte con barreras e
impedimentos insalvables y cuando topas con una de esas contrariedades no queda
otro remedio más que dar media vuelta y volverte por donde has llegado sin
hacerte notar para que nadie, así, se percate de tu fracaso. No es conveniente
que llegado el momento ocurra esto. Sería desastroso y repulsivo. Por otra
parte también es posible que decida estarme quieto donde siempre he estado:
aquí, sin moverme, evitando a las mayorías importantes que te buscan para
comprometerte e incordiarte. Les cuesta aceptar que alguien quiera ser
diferente o mantenerse al margen de lo usualmente aceptado como lo mejor cuando
para mí no lo es. Todo es cuestión de
aguardar impacientemente, aunque no demasiado, tu turno y confiar, sin
desesperarse, de que todo llegaré a su debido tiempo. Aquí precisamente es eso
lo que más nos sobra: el tiempo para ejecutar algo. También puedes permanecer
toda tu vida oculto, quieto, sin moverte, sin hacer nada de provecho. Aunque
para ello sea preciso solicitar el correspondiente permiso a la administración.
Para todo hace falta siempre un permiso especial.
Yo, por ejemplo, tengo mi certificado firmado, sellado y en regla por el que se me permite dedicarme
a explorar y abrir caminos y túneles en donde no los hay, entre cantidades
enormes de basura acumulada aquí en el transcurso del tiempo sin que nadie,
excepto yo, se haya preocupado de moverla y llevarla de un sitio a otro, de
donde estorbe a donde no sea un obstáculo feo, ridículo y maloliente. Aquí
somos muy pocos, bueno, únicamente yo, los que nos preocupamos por todos esos
detalles que la mayoría considera improcedentes. Pero yo disfruto haciéndolo.
Comienzo siempre por las cosas más pesadas. Generalmente no son redondas y
entonces cuesta bastante el moverlas. Otras veces son botellas vacías, o rotas,
o frascos y latas de conservas y entonces es mucho más cómodo y aprovecho la
ocasión para descansar y recrearme leyendo las etiquetas que generalmente
llevan pegadas los frascos en cuestión. Se puede aprender cosas muy
interesantes, aunque no siempre, es según: hay etiquetas nuevas para mí y de
ellas saco bastante jugo, y hay otras que siempre son las mismas. De todos
modos las leo igualmente: es para distraerme, porque si yo me tomara mi misión
como mera rutina llegaría a aborrecerla. Después hay cosas pequeñas que aunque
también pesan lo suyo son más fáciles de ir colocando. De esta manera voy
formando grandes montones de basura que voy configurando según me place: al
final con las cosas menos pesadas como son los restos de las frutas y verduras
que nadie quiere y tira al cubo de basura. En ocasiones, y es bastante
frecuente, incluso llego a encontrar cosas de bastante valor: cucharillas de
plata, objetos nuevos que no llego a explicarme por qué los tiran, en fin, hay
siempre cosas al gusto de todos. Y yo cuando ya he terminado de hacer el montón
me divierto tirándole cosas hasta que consigo romper su apariencia de compacto
y una vez semiderruido, por lo general nunca logro deshacerlo del todo, la
mayoría de las veces porque me canso y no encuentro ningún placer en ello,
comienzo a separar las cosas y a ir agrupándolas según se me antoja para a
continuación iniciar otro montón nuevo siguiendo los esquemas de los montones
anteriores, aunque algunas veces, no siempre, para divertirme, los estructuro
de otra forma y se desmoronan antes de que yo acabe de colocar cada cosa en su
sitio y entonces incluso llego a reírme de mi torpeza y comienzo nuevamente a
formar mi montón en otra parte distinta.
Cuando estoy verdaderamente
fatigado, al anochecer de cada día por ejemplo, descanso echándome encima del
de mi familia. Porque, aunque no lo he dicho antes muertos mis padres sólo
quedo yo de los míos, si bien no estoy solo ya que somos muchos aquí. Y es esa
soledad la que muchas veces me hace dudar de lo que estoy haciendo y es, en
esos momentos, cuando decido no
tomarme las ocupaciones mías a la ligera
y emprender acciones nuevas como es mi intento de averiguar cuánto mide, de
lado a lado, el cubo. También quiero saber, nunca estoy lo suficientemente
contento con lo que ya conozco, soy insaciable, lo acepto sin discusión, pero
no puedo evitarlo: soy así, siempre lo he sido, cuánto mide de alto dicho cubo,
pero esa tarea es bastante mas difícil, por no decir imposible. Lo he intentad
demasiadas veces. Para ello suelo levantar mi brazo con el dedo mirando hacia
arriba y empujo y empujo con todas mis fuerzas mas no consigo nada. Tan sólo
provocar un alud de arena de color azul que cae sobre mí y sobre lo que a mi
lado está. Siempre debemos tener mucho cuidado porque como la basura que
constantemente echan sobre nosotros no
está aún consolidada al movernos la hacemos resbalar y caer y caer hasta aplastarnos contra otros
restos de basura que están debajo de nosotros. De todas formas yo he pensado
algunas veces, porque yo también pienso, que
podríamos lograr llegar hasta la superficie teniendo mucho cuidado y apuntalando muy bien
todo el túnel hasta arriba a medida que
lo vayamos abriendo. Sería como hacer un túnel hasta llegar a arriba, entonces
entraría a través de él la luz y el aire y podríamos ver muchas cosas que dicen
que existen ahí fuera y que hasta ahora nos son desconocidas, porque por el
momento, como no tenemos ninguna de ambas cosas, la vida aquí se nos hace
bastante monótona y difícil. Aunque también pienso que nosotros no estamos
acostumbrados y podría provocar situaciones y conflictos que es preferible no
pensar en ellos. Cundiría el espanto entre todos. Pese a todo ello, creo que lo
he pensado bien y en vez de averiguar las verdaderas dimensiones de mi mundo,
un día de estos voy a decidirme definitivamente y comenzaré entonces a escalar
sobre la inmensa basura y arena que nos sepulta y aunque caiga, que caiga, yo
intentaré por todos los medios, y estoy seguro de que si me lo propongo lo
conseguiré, salir al exterior para ver las cosas que allí dicen que hay. Es una
posibilidad que me permito apuntar como a tener en cuenta cuando sea llegado el
momento. Y no me importará ser cada vez sepultado por las basuras y arena azul
que los que están en las capas superiores me echarán para impedir que yo
consiga salir a la superficie. Por ahora he de
pensármelo más y decidirme cuando menos lo piense, porque estoy seguro de que
si lo pienso demasiado me pasaré todo el
tiempo sin reaccionar, sin tomar una decisión definitiva, sin hacer nada,
moviendo y componiendo montones y más montones de basura por todas partes, sin
obtener nada positivo para mi voluntad. De momento he optado por esperar un
poco a ver qué sucede. Y eso ya es algo que puede acarrearme consecuencias
gratas y que yo no voy a dejar pasar. Las ocasiones que se te puedan presentar
en un cubo de basura son escasas, casi nulas, y hay que hacerlas rendir al
máximo, aunque no sepa cuánto tiempo van a durar, aunque desconozca sus
verdaderas dimensiones y sus verdaderas consecuencias posteriores. Porque las
ocasiones que te se pueden presentar en un cubo de basura son, la verdad, muy
pocas.
EPÍLOGO
Pese a que en la oscuridad la estancia parece estar
vacía, cuando los ojos ya se han habituado a la tenue penumbra que sólo
confunde los contornos por la falta de luz, se pueden apreciar varias personas
echadas en el suelo, en el sofá y en las butacas. En un rincón, medio tumbado,
tal vez demasiado joven, aunque es difícil apreciarlo por la ausencia de luz, está terminando de fumarse
un pitillo. Apenas una colilla sostenida en los labios que en algunos momentos
se enciende de rojo intenso, luego nada.
¿Cuánto tiempo permanecerá tumbado tomando buena
nota, como si de notario que levanta acta de cuanto acontece y se dice se
tratase, ese joven con un amago de colilla demasiado mojada pegada en la
comisura de sus labios, absorto, tal vez en quién sabe qué, pendiente de todo
aquello que se mueve, de todo aquello que evoluciona o muta, de todo aquello
que en su opinión merece ser referenciado? Nunca podremos saberlo con exactitud porque sus expectativas
de momento siguen siendo las que son: permanecer, apenas moverse, observar y,
sobre todo, anotar para que nada se pierda y quede relegado al olvido, al sueño
de los justos que se dice en ocasiones. Seguirán otras voces, otros registros y
él continuará levantando acta a modo de Memoria de una habitación de cuanto
oiga pero de momento sólo disponemos de la parte que a consignado hasta ahora.
Barcelona, setiembre 1970 - enero 1974