Cierro los ojos y sueño con aquel niño
jugando solo
en la plaza de las escuelas,
¿dónde quedó
aquella infantil inocencia
mancillada y
corrompida por la experiencia
que año tras
año deja imparables secuelas
con todas
las cosas que me han sucedido?
SÍ, cierro los ojos y veo al niño que no volverá
a mojarse y jugar con el agua de aquella fuente,
fuente en
medio de aquella plaza que ya no está
como las dos
acacias que sobreviven en mi mente.
Cierro los ojos otra vez y me interrogo por qué sueño
y me
respondo: es lo único llevo en la mochila bueno.
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