Sesenta días
encerrado en casa
añorando
besos, unas miradas,
más abrazos,
una sonrisa franca.
Yo no quiero sentarme en terrazas,
sí en bancos
de cualquier plaza
y compartir
palabras y palabras
con personas
de almas blancas
sin una
distancia mínima obligada.
Regresar a
las sendas de la montaña,
y contemplar
las olas en la playa
y el
horizonte hasta donde alcanza
y ver en tus ojos mi alma reflejada.
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